¿Es una frase hecha que el 75% de las decisiones que nos afectan se toman en Bruselas?
No sé el porcentaje pero es absolutamente elevado. Hay que distinguir materias, pero en materia económica, financiera y medioambiental, por ejemplo, lo es todo.
No hay mucho convencimiento sobre ello.
Mercedes Fuertes y yo hemos hecho un librito, Cartas a un euroescéptico, donde tratamos de convencer a un virtual euroescéptico y explicamos cómo nuestra vida está condicionada por las decisiones europeas. Por ejemplo, en seguridad alimentaria y en lo que comemos. No hay nadie que tenga tanta información de lo que consume como los europeos y eso llega a cosas como la eficiencia energética. Podemos saberlo cuando compramos una rueda para cambiarle al coche o un lavavajillas. El libro nació de una conferencia en el norte de España donde una señora, después de hablar, dijo “todo esto está muy bien, pero a mí ¿cómo me llega?”. Yo le expliqué que habíamos pasado por un palacio en ruinas restaurándose con fondos europeos. Ella dijo que no se había fijado. Es terrible.
Si las decisiones son tan importantes, ¿por qué interesan menos?
Los medios informan bien a mi juicio sobre la Comisión Europea y los consejos porque son muy vistosos. Pero muy poco del Parlamento. Cuando votamos en los plenos en Estrasbrugo, lo hacemos sobre montones de cosas importantísimas pero los medios no informan casi nada. Este último pleno hemos aprobado las directrices generales de la unión bancaria, acabar con el pago por la trashumancia de móviles, el roaming.
Todo esto no llega. Yo he intervenido personalmente en asuntos que estos días están de moda: el gobierno de internet y las interconexiones gasísticas. La crisis de Ucrania ha planteado el problema. En nuestro caso viene del norte de África y pasa a través de barcos y gaseoductos. Ahora en Europa se dice que dependemos mucho del gas ruso, ya lo sabíamos, pero ahora se plantea el problema. Hay seis o siete regasificadoras que están a medio rendimiento. Son cosas fundamentales.
Los dos grandes partidos dicen que Europa es la solución. ¿Se estimula lo suficiente el voto?
No se lo puedo imputar a mis compañeros de allí, pero eso no tiene correspondencia con lo que hacen sus organizaciones.
Hasta ahora ha sido el único eurodiputado de su partido. ¿Se siente solo en Bruselas?
No me quejo de trabajo, me quejo de responsabilidad porque sobre mí recaía mucha. Daré un dato sobre mi actividad frenética. Cuando llegué pensé que no podría hablar. Pues lo he hecho en absolutamente todos los plenos. Un señor como yo, de un país pequeño y de un partido pequeño. He hecho más de 200 preguntas parlamentarias y vi en una web que voté casi 21.000 veces. Nominales son 6.333. Son 6.333 cáscaras de plátano puestas bajo mis pies. Ha sido complicadísimo.
¿Qué les diferencia de Ciudadanos y por qué no fue posible la alianza?
Allí tengo a los mejores amigos, sobre todo académicos. Pero la experiencia en España nos dice que no ha sido fecunda ni feliz la unión de partidos nacionales como UPyD con fuerzas políticas que han nacido en una comunidad. El caso del PSOE y PSC está en la mente de todos.
Ciudadanos no comparte con nosotros todas nuestras posiciones. Por ejemplo, en materia de Sanidad y Educación tenemos la idea de que vuelvan al Estado para tener competencia directa. UPyD tiene ya una historia y dos congresos detrás. Ellos no tienen una formulación acabada y aprobada por sus afiliados. Es probable que unidas se hubiera sacado más votos, pero a costa de la claridad del mensaje a la ciudadanía.
¿Considera que ellos están demasiado centrados en Cataluña?
Pues claro. Y lo que menos necesitan los partidos es confundir.
Ellos y ustedes hablan de la importancia de que no haya tanto profesional de la política y de que todos hayan tenido antes una nómina. ¿Bruselas es un cementerio de elefantes, como dice Javier Nart?
Es una idea absolutamente falsa. Yo no soy un elefante y no es así ni en el PP ni en el PSOE. Estos cinco años que he vivido allí he visto a diputados que han venido luego aquí como ministros. No es así, ni en España ni en el resto de países. Forman parte de una élite europea que es un poco intercambiable, que van de un sitio a otro. Será en algunos casos particulares sólo.
UPyD se vende como “una vacuna contra el nacionalismo catalán”.
Un periodista catalán me decía que mi mensaje llega poco en Cataluña. Y le dije “pues usted mismo, caballero”. Es verdad que lo de Cataluña es un tema difícil pero para abordarlo hay que tener clara la defensa de la Constitución y aferrarse a sus principios. Desde el punto de vista europeo, los riesgos que corre Cataluña y el resto de España si se produce la secesión son grandes. Hay una cosa que no puedo entender: ¿cómo es posible que todavía piensen en crear nuevos Estados, en levantar nuevas fronteras?
Cada vez piensan así más catalanes.
Sí. La propaganda llega y la ciudadanía no tiene armas para defenderse de la avalancha propagandística. Hoy día es que no hay forma de resolver nada por libre.
¿Se lo dice a los eurodiputados de partidos nacionalistas e independentistas?
Nos llevamos todos bien en el terreno personal, especialmente con los socialistas y populares, pero luego ya con los nacionalistas nunca he entrado en materia. Me produce sorpresa intelectual cómo una persona que está allí piensa que merece la pena poner una bandera más o tener un himno más. No sé para qué sirve todo esto, de verdad.
¿Y si hay elecciones plebiscitarias y Mas pierde y gana ERC?
Está previsto perfectamente en la Constitución. Si lo que ocurre es que hay un Parlamento allí que clama por la independencia, las fuerzas políticas nacionales tendrán que ponerse de acuerdo en ver cómo a través de los mecanismos constitucionales se puede solucionar el asunto. Pero espero que no se llegue a eso. La cuestión clave es la europea. Si desde Europa se hubiese enviado un mensaje de tibieza en relación con lo que puede ocurrir, bueno. Pero no ha sido así. Desde allí se ha enviado un mensaje muy claro: ustedes se convierten en un país tercero y verán lo que hacen. Tendrían que volver a empezar.
¿Ha fracasado el euro?
Está sometido a unas complicaciones de gestión muy grandes, pero no ha fracasado. Si contemplamos el proyecto de Europa y el euro con las gafas del periodista o del funcionario, la desesperanza es absoluta porque las decisiones son muy complicadas de tomar. El lío es mayúsculo y los que estamos allí nos desesperamos porque vemos la complicación.
Ahora bien, con las gafas del historiador, es un éxito absoluto de prosperidad y paz que hay que reforzar. Respecto del euro, ahí están los mecanismos. Esta crisis nos ha llevado a apartarnos de los mecanismos comunitarios y a hacer tratados extracomunitarios. El desafío de la próxima legislatura es que todo eso vuelva a las instituciones comunitarias y a saber que las que deben mandar son la Comisión Europea, el Parlamento y el Tribunal de Luxemburgo.
¿Y el Consejo Europeo?
UPyD defiende como compromiso una cosa absolutamente intrépida, que es su supresión. Tiene que desaparecer de las instituciones porque, por un lado, es el lugar donde más dificultades se encuentra para operar en términos globales y, sobre todo, porque los Estados están ya representados a través del Consejo de Ministros. Los que conocemos el asunto un poco más íntimamente sabemos los mil recursos que tienen los Gobiernos para hacerse oír en las instituciones. No hace falta para nada y perturba mucho el funcionamiento.
¿El euroescepticismo crece en tiempos de crisis? ¿Y la xenofobia?
Me preocupa mucho. Tenemos allí a tres representantes del Frente Nacional y es muy grave no sólo desde el punto de vista político sino civilizatorio. Que en un país como Francia o Gran Bretaña lo apoyen tantos es tremendo. Que pase en dos países que son los símbolos de la libertad revolucionaria en Europa puedan estar en manos de este tipo de fuerzas es una degradación muy grande.
¿Que no puede ocurrir en España?
Tenemos un sucedáneo, que son los nacionalistas, que también defienden la vuelta a fronteras y naciones que nadie entiende muy bien. Dicho esto, nosotros no podemos estar todo el día mesándonos los cabellos pensando que aquello se va a llenar de euroescépticos y xenófobos. Tenemos que hacer nuestro papel y dar nuestro mensaje a los ciudadanos para que nos crean a nosotros y no les voten a ellos el 25 de mayo. Eso cuando hablamos de fuerzas políticas que no son violentas. Si hablamos de las que sí lo son, como ocurre en parte en Grecia, allí han reaccionado y a personas que tenían la condición de diputado, están en la cárcel. Pero fuera de la violencia, lo demás son opciones democráticas como otras cualquiera y la ciudadanía es muy libre de votarlas.
¿Qué opina de sus contrincantes en PP y PSOE?
A Cañete le he tratado algo porque ha venido allí algunas veces. El otro día dije que yo propendo a dividir a la humanidad en dos grandes grupos, como Oscar Wilde: las personas entretenidas y los pelmazos. Él es de los entretenidos. Y a Elena Valenciano no la conozco porque cuando ella estaba allí no estaba yo.
¿Veremos la ruptura del bipartidismo en el resultado del 25 de mayo?
Quiero verla.
¿Conoce los nuevos partidos y a sus cabezas de cartel?
No. Que me perdonen, pero hasta ahora no los he seguido.