En el año 2019, el Obispado de Bilbao creó la Comisión de Protección de Menores y Prevención de Abusos Sexuales, formada por tres abogados, una educadora, una psicóloga y un exertzaina cuya misión es controlar que no se produjesen más abusos sexuales dentro de las instituciones y ámbitos eclesiales en la Diócesis e investigar los que se pudieron haber producido y ocultado años atrás. Desde entonces, se han abierto un total de 32 expedientes a miembros de la Iglesia y se ha entrevistado a 50 víctimas. 18 casos son de órdenes religiosas y 14 de sacerdotes diocesanos. En estos momentos existen 14 procesos abiertos y 16 ya han sido cerrados. Sin embargo, de los casos denunciados solo tres han llegado a Fiscalía y dos de ellos, además, ya han prescrito. A la espera de un pronunciamiento más solemne de perdón por parte del obispo, Joseba Segura, como adelantó este periódico, los representantes de la Diócesis de Bilbao Carlos Olabarri y Gemma Escapa han pedido “perdón a las víctimas y a Dios” por los casos de abusos sexuales en la Iglesia.
Más allá de los datos aportados por la comisión, este miércoles en una rueda de prensa han presentado dos investigaciones, la primera bajo el título de 'Una aproximación a la victimización sufrida por víctimas de abuso sexual infantil en el contexto eclesiástico: el caso de la Casa de la Misericordia en Bilbao' realizado por la investigadora de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) Jone Valdueza y dirigido por la doctora investigadora del Instituto Vasco de Criminología, Gema Varona, mientras que el segundo estudio presentado ha sido realizado por la Universidad de Deusto y se ha centrado en los casos de abusos sexuales que se dieron en el Seminario de Bilbao entre los años 1953-1970, cuando esta institución diocesana se encontraba en Derio.
En el estudio sobre la Casa de la Misericordia de Bilbao, la investigación se ha centrado en los casos de menores ocurridos entre 1961 y 1978. Más allá de la bibliografía, la investigación cuenta con un trabajo de campo en el que se entrevistan a víctimas de abusos sexuales en aquella época y en dicho centro, que actualmente cuentan con una edad entre los 55 y los 75 años, ya que en aquel momento tenían entre 10 y 13 años. Todas las víctimas entrevistadas son varones. Pese a las entrevistas realizadas, la autora del texto informa en un apartado acerca de las “limitaciones” con las que se ha encontrado para llevar a cabo su investigación, entre ellas la falta de ayuda por parte del propio Obispado para poder conseguir testimonios de más víctimas. “Me veo en la necesidad de comentar la problemática de entablar contacto con las víctimas, y es que al ser una serie de sucesos que ocurrieron hace tantos años, la información sobre su paradero actual es casi inexistente. Se carece de registros sobre sus viviendas actuales, correos electrónicos o hasta números de teléfono, por lo que se ha dependido de la colaboración que han prestado otras víctimas y el Obispado. No obstante, hasta mediados de mayo no se ha dispuesto de la ayuda del Obispado en cuanto a la comunicación con las víctimas, promoviendo un único contacto nuevo que además negaba el hecho de que hubiera habido abusos en la Casa. Por ello, el tiempo para ganarse su confianza y poder entablar una conversación con las víctimas se ha visto reducido”, critica la autora en la propia investigación, en la que también alude a que la falta de tiempo, por no haber podido conseguir los contactos que debían haber sido facilitados por la Iglesia ha sido “un factor influyente en el resultado”.
Uno de mis compañeros se suicidó cuando todavía estaba en la Casa de la Misericordia de Bilbao ¿Cuánto tendría que estar sufriendo para querer terminar así su vida?
“Al salir no sabía lo que era una mujer, confundía lo sexual y lo afectivo, no sabía por dónde me daba el aire. Los penes me daban asco, no podía verlos debido a lo que el cabrón ese me hacía y los mayores que me obligaban a masturbarles cuando era pequeño. Uno de mis compañeros se suicidó cuando todavía estaba en la Casa, es algo que todavía a día de hoy no puedo olvidar, ¿Cuánto tendría que estar sufriendo para querer terminar así su vida? Lo que él nos hacía era el mismísimo infierno”, relataba una de las víctimas a la investigadora, que en sus conclusiones explica que prácticamente todos los entrevistados sienten vergüenza y culpa por lo ocurrido.
Todas las víctimas entrevistas fueron abusadas sexualmente por el mismo religioso, pero la investigación cuenta que, uno de ellos, el más joven, explica que más allá de ese agresor también abusó de él otro religioso. “En la mayoría de los casos se hablaba de un victimario en concreto, pero hay un testimonio en el que se habla de la existencia de más de un agresor, y que aquellos de los que se habla no coinciden con el victimario del resto. Hay que resaltar que esta víctima era la más joven de las que se han entrevistado. Por ello, se entiende que esta víctima fue abusada en la misma institución por otras personas que estaban en ella, es decir, por un personal religioso de dicha institución pero que no concuerda con el victimario del que hablan las otras víctimas”, explica la autora.
Según concluye la investigación, “las víctimas cuando sufrieron los abusos no eran más que niños que se encontraban en una institución que se suponía que tenía que protegerlos, ya que eran básicamente huérfanos. Es por ello que, el ser lastimados a tan temprana edad y en el contexto que había, ha ocasionado que las consecuencias y el daño haya perdurado tanto. No tenían con quien hablar, el que se supone que estaba cuidándolos abusaba de ellos y además lo hacía en nombre de Dios, que de acuerdo a las creencias religiosas es una eminencia todopoderosa e intocable, no había manera de que pudieran obtener ayuda ni reparación. Esto, sin tener en cuenta que, los pocos que hablaban eran ignorados, causando que la impotencia, la vergüenza, el sufrimiento y la culpabilidad no hicieran más que aumentar, haciendo que a día de hoy, al no haber tenido la libertad ni la opción de pedir ayuda, el abuso sexual sufrido en su infancia todavía les persiga”.
Víctimas del Seminario de Bilbao entre 1953 y 1970
Para llevar a cabo la segunda investigación, realizada por la Universidad de Deusto, se ha interrogado a las víctimas reconocidas del Seminario de Bilbao entre los años 1953-1970, cuando esta institución diocesana se encontraba en Derio, además de a los directivos de la asociación humanista “Astintze 1953-1970” y a cuatro sacerdotes que en la década de los sesenta fueron profesores o directores espirituales del Seminario, en sus dos secciones, Menor y Mayor.
Aunque el informe confirma que se “consta con certeza suficiente que en el Seminario Diocesano de Bilbao se produjeron casos de abuso sexual cometido por tres sacerdotes con responsabilidades educativas”, el documento recalca que “se tienen dudas” de que los responsables del Seminario y de la Diócesis tuvieron conocimiento los abusos cometidos por el segundo de los sacerdotes, mientras que “no hay pruebas que permitan afirmar, ni aun de forma indiciaria, que los responsables del Seminario o de la Diócesis tuvieran conocimiento de los abusos verosímilmente cometidos por el tercer caso referido”.
Las víctimas cuando sufrieron los abusos no eran más que niños que se encontraban en una institución que se suponía que tenía que protegerlos, ya que eran básicamente huérfanos
Además, la investigación concluye que “no se puede determinar la extensión de los abusos sexuales sufridos por seminaristas” debido a que “la mayoría de los asociados de 'Astintze 1953-1970' no muestra ser consciente de la existencia de abusos y el desconocimiento que muestran los responsables del Seminario entrevistados apunta a que los abusos no fueron una práctica generalizada”, asegura el informe.
El director de la Comisión de Protección de Menores y Prevención de Abusos Sexuales del Obispado de Bilbao, Carlos Olabarri, ha querido pedir “perdón” a las víctimas y ha confesado sentir “vergüenza” por los abusos sexuales en la Iglesia. “Somos débiles, nos equivocamos y pecamos. En lenguaje civil, herimos y cometemos delitos. Queremos pedir perdón a las víctimas y a la comunidad cristiana y hacer un camino de arrepentimiento sincero (...) Asumimos que en nuestra Iglesia se han cometido abusos sexuales Cualquier número de víctimas es demasiado. Cualquier abuso, por leve que pueda parecerle a alguien es intolerable. Sentimos vergüenza”, se ha excusado el director, que ha asegurado que el deber de la Iglesia es proteger a las víctimas. “Algunas de ellas piden privacidad, otras han acudido a los medios de comunicación para dar a conocer su caso y así animar a que más personas denuncien. Algunas quieren conocer quién abusó de ellas solicitan reconocimiento y piden a la Iglesia responsabilidades. Otras, están tan rotas o nos miran con tanta desconfianza que no han querido hablar con nosotros, pero todas tienen algo en común: han sufrido uno de los crímenes más viles que se pueden concebir”, ha lamentado el religioso.