'Aita Mari', el documental del pesquero que salva vidas en el Mediterráneo
“Las muertes en el mar ya son casi como los accidentes de tráfico, nos quieren acostumbrar a que lo que sucede en el océano es inevitable, cuando no es verdad”, lamenta el director del documental, Javi Julio
Awil Salat Ahmed, de Eritrea, decidió marcharse de su país cuando tenía 15 años porque sentía que en él no había libertad y su único futuro era convertirse en soldado. Tardó tres años en llegar a Libia, donde fue encarcelado tres veces. Salat ha intentado coger un bote para cruzar el Mediterráneo hasta Europa hasta en cuatro ocasiones. Abu Bakar, de Gambia, en cinco. En Sicilia le esperan su mujer y su hijo, recién nacido. El destino unió a ambos en un mismo bote en el que viajaban junto a otras 77 personas, entre ellas niños y una mujer embarazada. Personas que estuvieron a la deriva en medio del océano hasta que llegó el 'Aita Mari'.
Esa fue la primera misión de rescate del atunero vasco convertido en un buque de salvamento gracias a la labor de la ONG Salvamento Marítimo Humanitario (SMH) y de la tripulación, de la que forman parte marineros, pero también enfermeras, bomberos y otros voluntarios. Misión que a partir de este viernes podrá verse en los cines gracias a la película documental que lleva el mismo nombre del barco, 'Aita Mari', y cuyas imágenes estrena en exclusiva elDiario.es:
El nombre del barco viene de José María Zubia (1809-1866), conocido como 'Aita Mari', un pescador vasco que se hizo famoso por la ayuda que prestaba de forma desinteresada a otros pescadores en situaciones difíciles durante las tormentas que sorprendían en la mar, hasta que falleció en uno de sus rescates en 1866. Su lancha siempre estaba dispuesta para zapar en auxilio al extraviado y al náufrago. Al igual que los tripulantes del 'Aita Mari', que decidieron comprar el barco cuando este estaba camino del desguace y restaurarlo para que pudiera salvar vidas.
“Llevaba toda la vida recorriendo el mundo para contar historias y, de repente, tenía la historia en la puerta de mi casa. Mi intención es que gente como mi madre entienda qué es lo que ocurre. Explicar de forma sencilla cuáles son las prácticas migratorias y sus efectos. Estamos hablando de personas que mueren en el mar. Nadie abandona su casa por gusto, nadie hace un viaje de dos o tres años desde Mali o Somalia hasta Europa por placer. Cuando pones en peligro tu vida ya no solamente en el mar, porque también por tierra hay caminos que son infernales, no es porque quieras hacerlo”, cuenta a este periódico el director del documental, el donostiarra Javi Julio.
No es una película de rescates, es una película de cómo gente corriente, que en tierra tiene su trabajo, se organiza y lleva a cabo la heroicidad que supone salvar vidas
Durante la película los propios miembros de la tripulación narran el proceso de restauración del barco, sus inicios, las trabas burocráticas para lograr salir al océano y, una vez que logran realizar un rescate, los problemas que tienen para poder desembarcar. “En 2017, cuando estaba el Open Arms trabajando, se rescataba a gente, se les ponía en tierra y el mismo día se volvía al mar para realizar más rescates porque lo cierto es que estas personas, haya barcos de rescate o no, siguen viniendo. Desde entonces la situación ha cambiado. Ahora, cuando realizas un rescate, para dejarlos en tierra necesitas un acceso a los puertos”, explica Julio.
En el caso de la película, las 79 personas rescatadas más los miembros del 'Aita Mari' tuvieron que esperar durante seis días a que el Gobierno italiano les diera el permiso de desembarcar. Como muestra el documental, algunos de ellos, como Awil Salat Ahmed, estaban heridos por los golpes sufridos en la cárcel de Libia, otros tenían frío y miedo por no saber nadar. No importó tampoco, que el barco quedara atrapado en medio de una tormenta o que apareciera una patrullera libia. A pesar de ello, los miembros de la tripulación se repiten una y otra vez que deben mostrar tranquilidad a los rescatados. “Si estamos asustados o enfadados eso se lo vamos a transmitir, tenemos que transmitirles tranquilidad”, se aconsejan.
“No es una película de rescates, es una película de cómo gente corriente, que en tierra tiene su trabajo, se organiza y lleva a cabo la heroicidad que supone salvar vidas. Nos parecía importante contar quiénes eran esas personas que habían aparcado su vida para enfrentarse a situaciones como esta, haciendo labores que en realidad les corresponden a las instituciones. También hemos querido explicar las políticas migratorias y la parte burocrática a través de personas que lo han vivido de cerca”, explica el director de la película.
Las muertes en el mar ya son casi como los accidentes de tráfico, nos quieren acostumbrar a que lo que sucede en el océano es inevitable, cuando no es verdad
Para Julio, una de las mayores tragedias de esta sociedad es el hecho de haberse acostumbrado a las muertes en el océano. “Las muertes en el mar ya son casi como los accidentes de tráfico, nos quieren acostumbrar a que lo que sucede en el océano es inevitable, cuando no es verdad. Si respetasen los tratados internacionales de rescate que esos países han firmado podría evitarse o, al menos, reducirse el número de fallecidos”, asegura.
Según detalla, la casualidad jugó un papel fundamental en este rescate. “Nos los encontramos por casualidad, la cantidad de gente que había en la barca no iba a formar parte de ninguna estadística, porque no había registro de ella. Se cuentan los cadáveres cuando aparecen y las barcas cuando se saben que han desaparecido, pero si no hay registro de ellas no hay forma de tener información. Por eso la estadística es siempre aproximada. Si yo desapareciera vendrían a buscarme en seguida. Lo que no entiendo es por qué no hacen lo mismo con ellos y se les abandona en el océano a su suerte”, lamenta el director del documental.
Después de tanta represión y de tanto ahínco para que no hagamos esta labor, lo que hacen es animarme y reforzarme
La película finaliza con el desembarco de las personas rescatadas -todas sanas y salvas- pero con la sensación de que la labor que realizan los barcos rescatistas se dificulta cada vez más por culpa de las barreras burocráticas. Situación que ha empeorado con la llegada de la COVID-19, algo que, según apuntan, se utiliza de “coartada” para impedir que los barcos rescatistas salgan al océano. “Si el 'Aita Mari' se dedicase al tráfico de armas, tendríamos la entrada a los puertos totalmente libre, en cambio como nos dedicamos a sacar gente del mar, solo tenemos trabas”, comenta uno de los protagonistas de la película.
En estos momentos, el 'Aita Mari' se encuentra atracado en el puerto de Burriana, en Castellón, pero en enero planea volver a salir a rescatar a personas, en una aventura que comenzó en 2019 y que hasta ahora ha salvado 383 vidas. Como la de Abu Bakar, que tras de más de tres años, por fin pudo encontrarse con su mujer y su hijo en Sicilia. “Después de tanta represión y de tanto ahínco para que no hagamos esta labor, lo que hacen es animarme y reforzarme. Si en algún momento he estado cansado, cuanto más me aprietan más ganas tengo de gritar la injusticia que se está haciendo”, concluye en la película Iñigo Mijangos, presidente de Salvamento Marítimo Humanitario (SMH) y primer oficial a bordo del barco de rescate 'Aita Mari'.
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