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Entrevista
Víctima de abusos sexuales en la Iglesia

Alfonso, víctima de abusos en la Iglesia: “Un dominico abusó de mí en Vitoria y no me dejan ser sacerdote por ser homosexual”

Alfonso Ruíz de Arcaute, víctima de abusos sexuales en la Iglesia en el antiguo convento dominico que acoge hoy en día el Museo de Arte Sacro de Bilbao

Maialen Ferreira

19 de febrero de 2023 21:44 h

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“Durante más o menos un año un fraile abusó de mí en la parroquia Santa María de los Ángeles de Vitoria. Fue en 1983 y yo tenía 13 años”. La voz de Alfonso al otro lado del teléfono suena firme y segura, como si llevara años contando el mismo suceso. En aquel entonces era un buen estudiante, pero cuando los abusos ocurrieron, empezó a faltar a clase, a sacar malas notas, a repetir curso. Nadie sabía el porqué salvo él. “Se pensaron que fue rebeldía, pero el cuerpo es sabio. Mi mente lo archivó, lo escondió, porque no sabía muy bien qué había ocurrido. Era mi forma de sobrevivir”, recuerda.

A pesar de que sus abusos fueron en el seno de la Iglesia, Alfonso siguió su vida muy ligada a la fe. Estudió teología, terminó siendo fraile y entró en los dominicos. Pero le expulsaron por su orientación sexual. “Me vetaron por ser homosexual y no me dejan ser sacerdote por lo mismo, cuando no importa la orientación sexual. Todos somos personas y nos podemos sentir atraídos por otras y decidir hacer el celibato por nuestras creencias religiosas. Además, aunque haya una norma que prohíbe ser homosexual, en muchas ocasiones se la saltan”, lamenta.

Tras años en silencio y una discusión con uno de los párrocos de Vitoria que le acusó de “abusar” de la Iglesia, Alfonso estalló. “Le dije que yo no había abusado de nada ni de nadie, pero que en esa misma parroquia en la que estábamos habían abusado de mí. Me dijo que dejara de decir tonterías”, confiesa. El dominico que abusó de él fue destinado fuera de Vitoria poco después de lo ocurrido.

Es muy difícil mantener un trabajo con mi situación psicológica. He intentado suicidarme varias veces

Era el año 2010 y tras haberlo verbalizado en público por primera vez, pese a la reacción de aquel cura, Alfonso decidió seguir adelante con su confesión y presentó una denuncia canónica en la Diócesis de Vitoria. “Fue un auténtico esperpento. Durante mi testimonio cuestionaron mi orientación sexual, algo que no debían haber hecho. Fue ahí cuando confesé que era homosexual y eso les sirvió para impedirme ser sacerdote. Pedí aquella declaración por escrito durante años, pero no me la dieron hasta hace unos meses”, explica. Desde la Diócesis de Vitoria le confirmaron que su caso estaba prescrito y que en su testimonio había “incongruencias de fechas”.

Después de aquello le prohibieron trabajar en cualquier parroquia e impartir catequesis y la mayoría de los religiosos con los que había trabajado durante años le dejaron de hablar y le dieron de lado. Perdió hasta cuatro trabajos y tuvo varios intentos de suicidio. “He trabajado en una entidad religiosa dando clase de matemáticas y lengua a alumnos con problemas de exclusión social, he tenido un comercio propio, he trabajado en una tienda y he sido guía turístico, pero es muy difícil mantener un trabajo con mi situación psicológica. He intentado suicidarme varias veces. Hasta ahora vivía de mi madre, pero falleció y ahora vivo de mis hermanos”, lamenta.

Una mañana de junio de 2022, sin esperarlo, a Alfonso le despertó el teléfono. Llamaba un periodista para advertirle de que, tras años de absoluto silencio, se había filtrado a la prensa una declaración en la que los dominicos admitían que “existen posibles indicios para reconocer como víctima de abusos sexuales a un hombre que en 2010 denunció en la Diócesis de Vitoria haber sido objeto de abusos por parte de un fraile de esta orden”. En el comunicado pedían “perdón”. “No me la mandaron a mí y no ponía mi nombre, eso me molestó mucho, pero ese papel hizo que por primera vez la Iglesia me considerara víctima, hasta ese momento lo que decían era que ellos no tenían por qué pedir perdón”, cuenta Alfonso, que recuerda que ese fue el día en el que su madre supo por primera vez lo que le había ocurrido.

Gracias a esa prueba, Alfonso se armó de valor y trató de exigir una reparación. En un primer momento, le ofrecieron cinco meses de terapia psicológica y le dieron el número de Cáritas, por si necesitaba comida. “Con cinco meses de terapia no soluciono nada, yo no estoy pidiendo una compensación económica, pero si estoy en esta situación es porque los abusos sexuales que sufrí en esa parroquia han afectado a mi salud mental. Solo pido que reparen lo que pasó con un puesto laboral. Si no me dejan ser religioso puedo limpiar la iglesia o ser el portero, cualquier cosa con tal de trabajar”, asegura Alfonso, que tras hacer público el hecho de que solo le ofrecieran terapia psicológica gratuita durante cinco meses, finalmente decidieron ofrecérsela “hasta que dejara de necesitarla”, pero él sabe que ya “será de por vida”.

Para Alfonso, uno de los problemas que tiene la Iglesia como institución y que “puede llegar a hacer que haya más abusadores” es la falta de educación sexual. “En seminarios no se habla de educación sexual. Si te lías con alguien te vas directamente a la calle ese mismo día. Por eso se lleva todo en silencio. Eso puede crear un problema de abuso porque el formador tiene poder de decisión sobre la vida del formado y las prohibiciones sin educación sexual hacen que haya sacerdotes completamente trastornados”, detalla.

Según asegura, la imagen de la Iglesia se “protegería” asumiendo los abusos que ocurrieron dentro de ella y reparando el daño, pero “la Iglesia tiene pánico a reconocer y reparar a las víctimas porque sabe que como empiecen a confesar los abusos, saldrán más”, explica. En su caso, además, hay un factor distinto, puesto que el haber pertenecido a la Iglesia durante tantos años hace que tenga más información sobre la institución. “Yo sé lo que hay dentro, lo que ocultan y los procesos que siguen. Por eso se encargan de que las personas que estamos dentro y denunciamos abusos parezcamos locos, de silenciarnos, porque el miedo que nos tienen es mayor”, reconoce.

A las personas que estamos dentro de la Iglesia y denunciamos abusos hacen que parezcamos locos y nos silencian, porque el miedo que nos tienen es mayor

Alfonso entiende que haya personas que no quieran denunciar los abusos sufridos en la infancia. “He conocido a víctimas que me preguntan '¿Para qué? ¿A ti te ha servido de algo?' y lo cierto es que objetivamente hablando no sirve de nada, porque en mi caso y en muchos otros el delito ya está prescrito, pero personalmente sirve de mucho, porque hace que ese daño sea compartido, te abre una puerta a que puedas contarlo y dejes de vivirlo en silencio, con culpa y vergüenza”, sostiene.

Hace cinco meses Alfonso denunció a su abusador ante la Ertzaintza y, por el momento, no sabe en qué punto se encuentra el proceso. Por personas cercanas a la Diócesis de Vitoria ha podido saber que, tras su denuncia, el dominico que abusó sexualmente de él fue trasladado a un centro religioso de salud mental y que tiene la prohibición de trabajar con menores de edad. Alfonso no sabe si hubo más casos relacionados con aquel hombre, pero asegura con certeza que los casos de abusos sexuales a menores en la Iglesia eran vox populi entre los religiosos.

Ruiz de Arcaute ha participado esta semana en la presentación en Bilbao de 'Shame', una exposición con retratos a gran tamaño de menores que han sufrido abusos, también en el ámbito eclesiástico. En una breve intervención, este hombre se felicitó por haber podido contar su historia en un antiguo convento dominico. La Diócesis de Bilbao ha cedido el actual museo de arte sacro para el evento. Recientes informaciones han mostrado que los actuales gestores de la Diócesis de Vitoria son de los pocos que han enviado a la Fiscalía la información requerida sobre denuncias en su demarcación.

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