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Yo también tengo una e-bike... ¿y qué?
“Pero Juanto, ¿tú también te has pasado a la eléctrica?”. Pues sí, amigos, poco antes del pasado verano le he puesto un motor a una de mis bicicletas. Y para algunos de mis colegas este hecho constituye una especie de sacrilegio que deja por los suelos mi cada vez más escaso “prestigio” en el ambiente cicloturista. Es algo así como si todos estos años de acumular y compartir experiencias hubieran discurrido en balde: como si el hablar de todos ellas cuando me subo a la 'motonabo' (como la llama uno de ellos) no les pudiera ayudar a hacerse una idea de lo que intento trasmitirles después de tantos años de dar a los pedales por tantos lugares diferentes. ¡Con deciros que el primer día que aparecí con mi “nueva” bici a pilas uno de mis amigos no quiso salir conmigo! “O ella o yo, elige”, me dijo.
Debo reconocer que desde hace más de una década, cuando vi las primeras bicis eléctricas, tuve bien claro que ese era el futuro, por lo menos el mío. Y hace dos años decidí que al cumplir 70 tacos ese deseo se haría realidad. Pero no he podido esperar tanto, lo confieso.
Para quienes no conozcáis mi trayectoria cicloturista, deciros que soy un “loco de las cumbres” desde que tengo uso de razón: los puertos de montaña han sido mi atracción fatal toda mi vida y me han llevado a recorrer toda España y las grandes cordilleras europeas para disfrutar de la grandiosidad y la paz de la montaña. Y como mi otra gran pasión vital ha sido la enseñanza, de Historia y Música fundamentalmente, acabé, con otros amigos, trasladando ambas aficiones a una web de altimetrías que, con ilusión compruebo, ha servido a miles de aficionados al pedal para diseñar sus rutas y calibrar el nivel de dureza de las ascensiones a las que se iban a enfrentar. Pero es como si esos miles de montañas ascendidas y experiencias compartidas no hubieran existido ante el horrible pecado de haberme dejado arrastrar al vergonzante mundo de las e-bikes, que llaman ahora. Pues mirad, siento deciros que no me arrepiento en absoluto, a pesar de que quizás me esté jugando mi condenación eterna en el excesivamente rígido mundo del cicloturismo.
¿Os acordáis de lo que decía tan sabiamente Ramón de Campoamor en el siglo XIX: “Y es que en el mundo traidor / nada hay verdad ni mentira: / todo es según el color / del cristal con que se mira”. ¿Y qué nos quería trasmitir el genial asturiano con esta dolora? Pues algo así como que todo criterio, toda conclusión, todo pensamiento… siempre está limitado por la perspectiva en la que vivimos y desde la cual observamos y pensamos. Es señalar, con la belleza de tales palabras, que todos ponemos filtros para mirar la realidad; y eso hace que, en función de dichos filtros, la llenemos de innumerables matices. Cada uno los nuestros.
Muchas veces los cicloturistas nos acostumbramos a salir por inercia, a hacer lo que hace la mayoría, a no salirnos de las rutas habituales y a guardar unas apariencias que poco, o nada, tienen que ver con lo que en realidad somos. Quizás por eso seguimos creyendo que la inevitable acumulación de juventud y los avatares de la vida no nos afectan ni nos van a afectar.
Pero la realidad de cada uno y sus circunstancias cambian, y a veces cambian mucho. El problema es que el inmovilismo -la rigidez esa de la que hablaba- nos conduce en demasiadas ocasiones a negar la realidad, la nuestra, a veces por la incapacidad para afrontarla, otras por la incapacidad para cambiarla, y otras simplemente por conveniencia. Pero al negar la realidad también negamos nuestra propia flexibilidad, y con ello nos mostramos maniatados por el subjetivismo.
Cuántas veces la vida nos trae un espejo en forma de tropiezo, caída, enfermedad… no para decirnos lo guapos y fuertes que somos, sino para decirnos quiénes somos y cómo nos sentimos en este momento. Es un espejo difícil de mirar, porque no refleja lo que creíamos ser ni lo que creíamos vivir ni lo que creíamos tener… sino lo que ahora somos. Y mirar ese reflejo molesta, decepciona o duele; pero hay que enfrentarse a él, porque solo nos está mostrando esa realidad que tantas veces tratamos de ignorar.
Tras hacerlo, siempre nos quedará el recurso al pataleo o la posibilidad de romperlo y continuar nuestra vida como si no pasara nada, arriesgándonos a que en pocos años se nos acaben los inmensos momentos de placer que, en este caso, nuestra amada bicicleta nos ha regalado. Aunque también podemos probar a cambiar el color del cristal con el que estábamos mirando. Quién sabe, a lo mejor nos sorprende.
Las bicis eléctricas se imponen
Lo queramos o no, pero esta constatación es irrefutable: nadie puede negarlo. Las e-bikes están de moda y cada vez son más los usuarios que se inclinan por este tipo de bicicleta, una modalidad que permite acercar el ciclismo a diferentes perfiles de persona que hasta hace bien poco, por unos motivos u otros, era complicado que pudieran disfrutar de este deporte en su plenitud. El parque de bicicletas eléctricas que existen en la actualidad es muy grande, y la tendencia es claramente ascendente ya que sus precios cada vez son más bajos. Por lo tanto, no es de extrañar que cada vez sea más habitual ver a personas con este medio de transporte en las ciudades o en otros lugares. Un dato de este mismo verano: he recorrido el Tirol y sus puertos con mis amigos de 'Ziklo' y he comprobado que dos de cada tres bicis están motorizadas. Daba igual que fueran de montaña, de ciudad o de carretera: 2/3 eran e-bikes. Igual mi cristal no estaba muy nítido, pero esa es la impresión que me ha quedado.
Pero veamos datos concretos. La pandemia impulsó el sector de las bicicletas hasta el punto de que hasta 2020 nunca se habían vendido tantas en un solo año, con el mayor incremento en bicicletas eléctricas. La Asociación de Marcas y Bicicletas de España (AMBE) ha publicado los datos de ventas de bicicletas eléctricas en España en 2021. Del total de bicicletas vendidas en el mercado español el año pasado, 1.571.368, las bicicletas eléctricas suponen un 14% del total, con 223.561 unidades. El parque de e-bikes en España se acerca así a las 900.000 unidades, situándose como el vehículo eléctrico preferido por los españoles. Y su precio medio sube un 8%, hasta situarse en 2861 €. Por otro lado, un informe de CONEBI (Confederación de la Industria de la Bicicleta Europea) refleja que las ventas de bicicletas en los 27 países de la UE y el Reino Unido alcanzaron los 22 millones de unidades vendidas en 2021: un récord histórico. Como era de esperar, este crecimiento fue impulsado, en particular, por la continua y sólida demanda de las e-bikes, que superó los 5 millones de unidades vendidas en toda Europa.
Con todos estos datos en la mano, la pregunta que mucha gente que no ha montado en una bicicleta eléctrica se hace es más o menos esta: “¿Cómo se puede hacer ejercicio con una bicicleta si lleva motor?”. Su conclusión es evidente: si la bicicleta es eléctrica, ya no haces ejercicio porque el motor ya se encarga de mover la bici él solito. El debate está servido.
Las e-bikes enfrentan a dos polos opuestos. Por un lado los defensores de la bicicleta eléctrica y de sus beneficios y por el otro los detractores de este tipo de modalidad: una disputa que lleva tiempo en el aire y que no termina de decantarse por ninguno de los dos bandos. Es evidente que los intereses comerciales de las marcas tienen mucho que decir en todo esto, pero vamos a intentar analizar las ventajas e inconvenientes de las bicicletas eléctricas para, por lo menos, mantener más limpio el cristal de nuestras gafas de mirar el mundo.
Ventajas
- Accesible para un público más amplio. “La bicicleta eléctrica pone al alcance de cualquier ciudadano la posibilidad de pedalear independientemente de su condición física, de la orografía o la distancia”, comenta Javier López (presidente de AMBE). La e-bike permite que personas de cierta edad, con sobrepeso o con una condición física bastante pobre disfruten de la bicicleta prácticamente de la misma forma que lo hacen los ciclistas más entrenados.
- Alcanzar objetivos impensables. Las bicis eléctricas permiten a algunas personas plantearse rutas que hasta ahora no se atrevían a realizar. Mi mujer, por ejemplo, se ha atrevido con etapas de más de 50 km y rampas por encima del 15%. Lo dicho: impensable. Y, sobre todo, las e-bikes suponen una segunda oportunidad de practicar nuestro deporte a personas que han superado enfermedades o no pueden recuperar el nivel que tenían antes de una lesión. El usuario tipo de estas bicis solo busca una cosa: disfrutar. Y, si en vez de una ruta corta y con un solo puerto, puede plantearse un recorrido con varias subidas y 2000 m de desnivel, ¿se lo vamos a negar?
- Igualar niveles. Gracias a la bicicleta eléctrica es más fácil igualar el nivel entre dos o más personas. Las e-bikes hacen posible que sigan unidos grupos con disparidad de niveles, sin que unos se aburran ni otros se sientan incómodos porque les tengan que esperar. El motor permite que personas en peor condición física sean capaces de seguir la rueda de deportistas más entrenados.
- Acercan generaciones. Al cumplir 50 años mi hijo me dejó atrás por primera vez, pero este verano me he atrevido a hacer con él recorridos que antes eran habituales, pero, claro está, a otro ritmo que el suyo de un triatleta consumado. Las e-bikes también ofrecen la posibilidad de que miembros de diferentes generaciones compartan un buen rato encima de la bicicleta: así abuelos, padres, hijos y nietos pueden salir a rodar conjuntamente.
- Transporte sostenible. Conviene aclarar que esta ventaja la traemos a colación comparándola con otros medios de transporte que sí contaminan, como el coche o las motocicletas. En las grandes ciudades europeas mucha gente se desplaza al trabajo en bicicleta, aunque en España aún no es lo habitual, porque detrás de todo esto hay unos hábitos, unas costumbres y unas barreras culturales que la bicicleta eléctrica puede ayudar a romper.
- Acabar más descansado. Las bicis eléctricas apenas necesitan de esfuerzo físico para avanzar a una velocidad más que interesante. Cualquier persona se puede subir a una bicicleta eléctrica y utilizarla como medio de transporte: el desnivel, la pereza o la pésima condición física ya no sirven de excusa. Es indudable que la incorporación de un motor en la bicicleta supone un ahorro de energía importante para el deportista. Y como la autonomía de la batería, que hasta hace poco era el punto débil de estos modelos ha mejorado bastante, ya se pueden hacer recorridos más largos con mayor tranquilidad.
- Mejoras para la salud. Todos tenemos claro que el deporte es salud… a niveles moderados, porque el deporte profesional necesita un seguimiento exhaustivo para controlar sus efectos. Pero para nosotros, simples cicloturistas, los resultados son bien satisfactorios. A mí, por ejemplo, las pulsaciones medias me bajan en 20 puntos. También es verdad que el consumo calórico desciende en grado proporcional, pero a cambio las distancias son más largas y el tiempo sobre la bici aumenta, con lo que las diferencias se equilibran. Un dato: según un estudio, en realidad son los que utilizan un modelo eléctrico los que hacen más deporte. Curioso, ¿verdad? Pues bien, la razón para que esto sea así reside en el tiempo que se pasa sobre la bici: aquellos que usan bicicletas con pedaleo asistido acumulan una media semanal de 817 minutos de ejercicio activo, contra los 471 minutos de los ciclistas tradicionales. Además, las bicis eléctricas se usan más días al mes que las bicicletas normales (14,5 por 7,9).
Desventajas
- Precios altos. Cada vez más marcas ofrecen este tipo de bicicleta en su catálogo, pero siguen presentando unos precios bastante elevados en comparación a una bicicleta convencional de parecidas características, lo que sin duda frena a muchos usuarios. Pero la competencia del sector cada vez es más dura, por lo que las marcas se ven obligadas a ajustar precios. Quizás en pocos años veamos bicicletas eléctricas más que decentes alrededor de los 1.000-1.500 €.
- Escasa autonomía. Las mejoras en este campo son notorias, pero siempre tendremos el condicionante de la batería. Hace 5 años era un riesgo salir en bicicleta eléctrica a hacer rutas de más de 3 horas ya que en cualquier momento te podías quedar tirado en medio de la montaña. Actualmente las baterías tienen más autonomía y casi todas las marcas ofrecen diferentes rangos para gestionar la potencia del motor. El modo “ahorro de energía” está muy trabajado y hoy se pueden recorrer muchos kilómetros usándolo con sentido.
- Demasiado peso. No hace falta decir que el motor y la batería tienen un peso y es evidente que las bicicletas eléctricas siempre serán más pesadas que las bicicletas tradicionales de similar gama. Este lastre se nota especialmente en las e-bikes de gama media-baja que superan claramente los 15 kg y en ocasiones son difíciles de manejar, sobre todo en los descensos. El mercado tiene mucho margen de mejora y, aunque el lastre siempre estará presente, no tardaremos en ver bicicletas eléctricas con mucho menor peso que el actual.
- Excesiva comodidad. Lo del mundo de las eléctricas es verdad que puede provocar que algunos ciclistas se acomoden y, por tanto, que su nivel de actividad física se vea reducido. El motor es bastante tentador cuando sabes que puedes llegar al mismo lugar sin necesidad de hacer el mismo esfuerzo. Este punto es, precisamente, el que ha generado tensiones importantes entre los que ven la bicicleta eléctrica como un invento para jubiletas y señoritos y los que consideran la incorporación de un motor como una facilidad más.
- Velocidad regulada. La limitación legal impide que el motor aporte asistencia por encima de 25 km/h que, salvo que pedalees exclusivamente por terreno montañoso, es una velocidad que se supera a menudo. ¿Y entonces qué? Simplemente que para llanear tenemos una bici normal pero de 15 o más kilos de peso.
- Abusar de los colegas. Puede convertirse en habitual el ir descolgándose en terreno fácil por llevar una bici pesada que no te ayuda, para sacar luego los ojos a los compañeros en cuanto la carretera pica hacia arriba y apuntarte además el KOM en el Strava. Es verdad que ello puede terminar siendo una fuente de conflictos en un deporte en el que muchos se pican hasta con su sombra.
- Acelera el envejecimiento. Permítasenos la gracia al analizar el estudio citado que asegura que quienes utilizan bicis tradicionales son más jóvenes, con una edad media de 41,4 años, mientras que la de los que usan una bicicleta asistida sube a los 48,1. ¿Será que el motor pesa 7 años?
'De gustibus non disputandum'
Bueno, amigos lectores, vamos a ir concluyendo, esto es, terminando el artículo, pero también sacando conclusiones… si os parece. Seguro que habéis oído infinidad de veces que “sobre gustos no hay nada escrito”, porque en ningún lugar se determina lo que le tiene que gustar a cada uno; por eso lo que le gusta a uno no tiene por qué gustarle a otro y viceversa. ¿Pero es verdad eso de que no hay nada escrito? Nada más lejos de la realidad: hay montones de tratados, conferencias, libros, revistas, blogs, etc. sobre este tema. Al fin y al cabo ¿qué son las bibliotecas sino archivos de nuestros gustos, museos de nuestros caprichos y catálogos de nuestros placeres? Sin ir más lejos, el francés Pierre Bourdieu, uno de los más destacados representantes de la sociología contemporánea, lanzó en 1988 el libro 'La distinción. Criterios y bases sociales sobre el gusto', realizando todo un estudio acerca del tema que nos ocupa.
Aceptemos que la popular frasecita sí recoge aspectos importantes de lo que los gustos personales denotan: simplemente, que las personas somos diferentes y no todos nos regimos por los mismos patrones, valores y, por supuesto, gustos. Los gustos unen y separan. Es más, muchas veces se definen por la negativa, es decir, por medio del rechazo de otros gustos. Y así los gustos también pueden convertirse en disgustos, produciendo en nosotros intolerancia hacia los gustos ajenos. Y todas estas controversias dan origen a interminables discusiones, que son interesantes y legítimas pues los valores y los intereses particulares son controvertidos, pero no tienen por qué atentar contra los valores e intereses generales. Esto significa que no deberían afectar a nuestra convivencia y que, por lo tanto, pueden coexistir diferentes posiciones, enriqueciendo nuestra mirada sobre el mundo.
Resumamos: la tolerancia es siempre necesaria y deseable. Sin embargo, para poder generar esta actitud de tolerancia, es preciso analizar el modo como se construyen esos valores, porque es razonable pensar que el gusto no es innato, sino un producto de la sociedad y de la cultura. Así, los gustos cambian a través del tiempo y de los lugares, se relacionan con las costumbres y los modos de vida construidos o adoptados por grupos y comunidades, como la ciclista.
Desde mi punto de vista más nos valdría cambiar el manido lema por otros también de raigambre popular como ese que sentencia que “sobre gustos y colores sé discreto en opiniones”. Por eso me inclino a pensar que los romanos sabían de qué hablaban cuando nos trasmitieron su particular visión sobre el asunto este de los gustos con su bien atinado “De gustibus non disputandum”, o en román paladino, “sobre gustos y colores no discuten los señores”.
Acabemos, pues, con unas acertadas palabras de Aleix Serra en 'La Bolsa del Corredor' que nos ayuden a todos y que limen las asperezas que las e-bikes están produciendo en los ambientes cicloturistas: “Si eres una persona que se mantiene en buena forma, quiere seguir mejorando su condición física o no tiene problemas para seguir el ritmo de tus compañeros, no veo ninguna necesidad de entrar en el mundo eléctrico. Si por el contrario eres una persona de edad relativamente avanzada, que lleva años con una vida sedentaria, que dispone de poco tiempo para entrenar y esto te impide poder salir con tus compañeros de toda la vida, sin ninguna duda la bicicleta eléctrica es la solución. Se trata, pues, de valorar tus prioridades y tus necesidades, porque cada ciclista es un mundo”.
Y una conclusión más personal: en el aún escaso tiempo que llevo montando en bici eléctrica he descubierto que esta modalidad tiene muchas más cualidades de las que la mayoría de los “no iniciados”, puede llegar a imaginar. Y una de ellas es precisamente la de que una e-bike te puede hacer sudar... pero solo cuando tú decides que lo haga. Con todo reconozco que hay que tener la cabeza bien amueblada, porque es muy tentador sucumbir a la vocecita sugestiva del “que curre la bici, que no se cansa”. Porque una cosa es bien cierta: la e-bike es como una droga... y es fácil engancharse a ella.
Amigos, las eléctricas son tendencia y han venido para quedarse. Por tanto, abramos la mente, que no solo es válida nuestra concepción del cicloturismo y, sobre todo, practiquemos algo que parece que estamos perdiendo cuando nos subimos a la bici: la flexibilidad y la tolerancia. Es sencillo: solo hay que mantener limpio el cristal con que se mira.
“Pero Juanto, ¿tú también te has pasado a la eléctrica?”. Pues sí, amigos, poco antes del pasado verano le he puesto un motor a una de mis bicicletas. Y para algunos de mis colegas este hecho constituye una especie de sacrilegio que deja por los suelos mi cada vez más escaso “prestigio” en el ambiente cicloturista. Es algo así como si todos estos años de acumular y compartir experiencias hubieran discurrido en balde: como si el hablar de todos ellas cuando me subo a la 'motonabo' (como la llama uno de ellos) no les pudiera ayudar a hacerse una idea de lo que intento trasmitirles después de tantos años de dar a los pedales por tantos lugares diferentes. ¡Con deciros que el primer día que aparecí con mi “nueva” bici a pilas uno de mis amigos no quiso salir conmigo! “O ella o yo, elige”, me dijo.
Debo reconocer que desde hace más de una década, cuando vi las primeras bicis eléctricas, tuve bien claro que ese era el futuro, por lo menos el mío. Y hace dos años decidí que al cumplir 70 tacos ese deseo se haría realidad. Pero no he podido esperar tanto, lo confieso.