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No bajes la guardia: todo lo que necesitas saber para pedalear en un carril bici y nadie te contó

En estos últimos años, tras el boom ciclista de la pandemia, la mayor concienciación por el medio ambiente que ha traído el cambio climático y cómo no, los réditos electorales que supuestamente aporta a cualquier ayuntamiento una buena foto, meses antes de las elecciones, junto a una nueva y lustrosa vía ciclista han hecho que estas infraestructuras destinadas a la circulación de bicicletas se conviertan en una imagen común en las calles de nuestras ciudades.

Unas infraestructuras que son promocionadas como un gran paso adelante en el objetivo de lograr ciudades más sostenibles con el argumento de proporcionar al ciclista, sin importar su edad, condición física o dominio de la bicicleta, un lugar seguro por el que poder desplazarse a lo largo y ancho de la ciudad, emulando el modelo que desde hace años prolifera en las ciudades del norte de Europa.

No pretendemos aguaros las expectativas, pero no, la seguridad total cuando se circula en bici, ni en otros ámbitos de la vida, existe y si bien los carriles bici pueden aportar mayor confianza al usuario neófito al evitar la interacción directa con los vehículos motorizados a menudo también acarrea otros problemas de los que nadie habla bajo la premisa errónea de que los carriles bici pueden ser usados por cualquiera sin mayor conocimiento que mantener el equilibrio mientras da pedales. Precisamente, el objetivo de esta pequeña guía es tratar de evitar, que este desconocimiento acabe desembocando en cifras como los más de 200 ciclistas fallecidos el año pasado en las carreteras de Países Bajos, número auténticamente disparatado si tenemos en cuenta de la tupida red de vías ciclistas diseñadas para proporcionar seguridad a quien anda en bici.

¿Cómo puede haber peligro en un carril bici?

Circular con un vehículo que requiere de un cierto dominio técnico para su manejo, plena atención y una cierta velocidad para no caer al suelo, lo que implica ciertos riesgos per se. Sin embargo, vamos a centrarnos en los inevitables. Evidentemente, circulando por una vía ciclista las interacciones con vehículos a motor son menores, esto no quiere decir que desaparezcan.

Circular con un vehículo que requiere de un cierto dominio técnico para su manejo, plena atención y una cierta velocidad para no caer al suelo

Es precisamente en las intersecciones y sus variados diseños donde se suelen concentrar los accidentes cuando pedaleamos por este tipo de vías, que en muchas ocasiones no se pueden achacar a la imprudencia del conductor como se suele hacer sino al propio diseño de la vía. Además de los cruces, también habría que añadir entre las causas más habituales las provocadas por el hacinamiento de ciclistas en una plataforma a menudo más estrecha que cualquier carril de la calzada, la interacción con los peatones o el, a menudo, escaso mantenimiento y limpieza de estas vías provocado en muchas ocasiones por las propias barreras que tratan de proteger al ciclista y que impiden a los servicios de limpieza llevar a cabo de manera efectiva su labor.

Trazados imaginativos

Encajar un carril bici en medio de la trama urbana es una especie de tetris en el que habitualmente siempre salen perdiendo bicis y peatones. Bajo el pretexto de una ciudad más verde y sostenible con el que se construyen estas vías la realidad es que siempre se tratan de encajar intentando evitar el perjuicio al tráfico motorizado, como si únicamente se buscara apartar a las bicis del medio para que el coche pudiera circular a sus anchas. Este encaje supone que encontramos carriles bici que serpentean por zonas teóricamente de aceras, con constantes curvas para salvar paradas de autobús o que nos obligan a giros imposibles para acceder a las intersecciones, todo unido a la estrechez a la que obliga el escaso espacio disponible.

El principal consejo que se puede dar para lidiar con estos trazados es moderar al máximo la velocidad y mantener una atención plena a la conducción. Nada de ir charlando con el amiguete de turno o de llevar los cascos puestos con música. A la hora de afrontar las curvas también debéis tener en cuenta que el agarre que ofrece la superficie que se suele usar en los carriles, habitualmente lisa, unida a la suciedad que mencionábamos antes supone que nuestras cubiertas son capaces de agarre menor de lo que lo harían sobre el asfalto.

Atención a los cruces

Como comentábamos antes, la inmensa mayoría de accidentes que se producen en los carriles bici ocurren en las intersecciones donde no nos queda más remedio que interaccionar con los coches. La mala noticia es que la ubicación de los carriles bici fuera del flujo principal de tráfico, a menudo multiplica el número de intersecciones que tenemos que afrontar, y lo peor es que la colocación de los carriles, apartados a un lado de la calzada, junto al mobiliario urbano y los vehículos aparcados suelen suponer que la bici sea invisible para el conductor que transita por la intersección hasta el último momento.

Por tanto, aunque la teoría dicte que en los cruces ciclistas la prioridad es del que transita por el carril bici, la triste realidad es que nos veremos obligados a detenernos en casi todos, como si tuviéramos una señal de Stop o como si fuéramos un peatón que atraviesa la calle para mirar y asegurarnos que realmente podemos atravesar la calzada sin peligro. Os recordamos también que sólo podéis atravesar una intersección sobre la bici si está específicamente marcada como paso ciclista. De no estarlo, deberemos desmontar y pasar caminando ya que, si lo hiciéramos montados, aparte de cometer una infracción sancionable nos podría acarrear serios problemas legales en caso de accidente.

Un caso especial de intersecciones, al igual que os comentábamos en el artículo del número anterior, son las rotondas. Aquí hemos encontrado soluciones de todo tipo, desde hacer desaparecer el carril dejando al ciclista a su libre albedrío hasta, la más novedosa, la reciente implantación de las denominadas ‘rotondas holandesas’. Este tipo de rotonda trata de dar continuidad al carril bici mediante una banda que recorre el perímetro de esta. Sin embargo, no se cuenta con que las rotondas en zona urbana pocas veces cuentan con el tamaño suficiente para albergar estas soluciones por lo que los vehículos motorizados invaden el trazado del ciclista. Además, el problema cuando queremos utilizar una salida que no sea la primera es que no nos queda más remedio que atravesar transversalmente todas las salidas con el riesgo de ser arrollados por un vehículo que pretenda salir por la que transitamos en ese momento. Un claro ejemplo es la polémica rotonda a los pies del Ayuntamiento de Bilbao que provocó la polémica desde el mismo día de su implantación.

La recomendación para superar estas rotondas consiste en hacernos todo lo visibles que podamos. Si no vamos a utilizar la primera salida, un buen truco es señalizar con el brazo izquierdo como si fuéramos a girar en esa dirección, porque ello pone en alerta al conductor. También debemos tener precaución a la hora de acceder al interior de la rotonda ya que, si un vehículo está esperando para entrar es posible que arranque cerrando su trayectoria hacia la derecha en el mismo momento que nosotros pasamos o que, su presencia, impida que los que circulan por dentro se percaten de nuestra presencia.

Atención a los bidireccionales

Quienes diseñan los carriles bici pocas veces atienden a las necesidades reales de espacio para circular que necesita este vehículo. En la mayoría de las ocasiones no tienen otra opción, para tratar de acomodar una vía ciclista en un espacio ya saturado. Un problema que se agrava cuando además se diseña el carril bici como bidireccional aumentando no sólo el número de ciclistas que transitan por un espacio ya exiguo sino también generando peligrosos cruces donde la velocidad relativa entre las bicis aumenta.

Ceñirse al máximo a la parte derecha del carril y, de nuevo, limitar al máximo nuestra velocidad, serán nuestras principales garantías para evitar sufrir un incidente de este tipo

De nuevo, subrayar la importancia de moderar al máximo la velocidad. Es un accidente muy habitual cruzarse con otra bici y por la estrechez del espacio, acabar enganchándose los manillares y provocando una caída sumamente aparatosa que puede traer consecuencias graves.

Ceñirse al máximo a la parte derecha del carril y, de nuevo, limitar al máximo nuestra velocidad, serán nuestras principales garantías para evitar sufrir un incidente de este tipo.

Con relación a este tipo de choques, también debéis tener sumo cuidado con los vehículos aparcados y las puertas que se abren, que en muchas ocasiones no se encuentran a una distancia suficiente del carril como para que podamos evitarlas. Prestar la máxima atención a los indicios como conductores dentro del coche estacionado, luces que se apagan o fijarse en los retrovisores nos puede ayudar a anticipar cuándo una puerta va a abrirse delante de nuestras narices.

El peatón es lo primero

Una de las quejas habituales de quienes utilizan el carril bici es la presencia de peatones en la vía. Un problema a menudo provocado por la propia construcción del carril sobre la misma plataforma destinada al peatón, lo que en términos técnicos se conoces como acera-bici. Hemos de ser conscientes de que el peatón es el elemento más débil de la circulación en las ciudades y, al igual que nosotros exigimos a los coches un respeto hemos de ejercer la misma actitud hacia ellos. Para una persona de movilidad reducida como pueda ser alguien de cierta edad es una tensión constante que vehículos que circulan a 20 km/h pasen a escasos centímetros de ellos. Situación que puede dar lugar a accidentes graves si se produce algún movimiento imprevisto por alguna de las dos partes. Con los niños ocurre lo mismo, son totalmente imprevisibles y una bici puede causar un accidente tremendamente grave. Por tanto, simplemente apelar a vuestra paciencia cuando haya peatones y rogaros que seáis conscientes de que disponéis de ese espacio para circular después de habérselo dejado previamente a ellos.

Aunque en muchas zonas compartidas con peatones suele haber señalización que limita la velocidad, no está de más detenerse y caminar con la bici si la afluencia es alta. Mejor eso que tener que lamentar un accidente.

Como podéis ver, pedalear por los carriles bici tampoco es la panacea que intentan transmitir, por lo que no debemos bajar la guardia cuando transitemos por ellos pese a la etiqueta de seguros con que se suele asociar a estas vías. Como en otras ocasiones os hemos dicho, la seguridad en bici depende en gran medida de nuestra actitud y capacidades sobre la bici por lo que no está de más insistir en que debemos poner todo lo que está en nuestras manos para reducir los riesgos.

¿Tengo obligación de ir por el carril bici?

No son pocos los ciclistas que a menudo optan por ir por la calzada en vez de por el carril bici. La principal razón para evitarlo es buscar la eficiencia en el desplazamiento frente a las continuas paradas en los cruces y especial precaución que debemos tener sobre el carril. Sin embargo, en muchos casos surge la duda de si tenemos obligación de circular por el carril bici.

Para responder a esta pregunta acudimos al código de circulación donde se definen las diferentes señales de tráfico y buscamos la 'r407a', la típica señal redonda con una bici de color blanco sobre fondo azul. Atendiendo a la definición que aparece en el código de circulación “Vía reservada para ciclos o vía ciclista. Obligación para los conductores de ciclos de circular por la vía a cuya entrada esté situada y prohibición a los demás usuarios de la vía de utilizarla”. Queda por tanto bien claro que, ante la presencia de esta señal hemos de utilizar el carril bici que, además no debería ser utilizado por el peatón.

El problema surge desde el momento en que muchas ciudades utilizan está señal con una intención más informativa, por ejemplo, asociándola a aceras-bici que por concepto son espacios compartidos con el peatón, lo que es común fuente de conflictos. Tampoco es raro encontrar una vía ciclista marcada como obligatoria y, a escasos metros, una señal en la calzada que indica que se trata de un ciclo carril, en cuyo caso habría que aplicar la prioridad en la señalización que indica que la señal vertical tiene preponderancia sobre la horizontal.

Por suerte, en la última actualización de la norma estatal se han incluido señales como la S-33, cuadrada con una bici blanca sobre fondo azul cuyo significado sí es informativo de la existencia de una vía ciclista que puede ser compartida con los peatones sin que tengamos ninguna obligación de utilizarla como tampoco tendremos obligación en caso de ausencia de señalización.

En estos últimos años, tras el boom ciclista de la pandemia, la mayor concienciación por el medio ambiente que ha traído el cambio climático y cómo no, los réditos electorales que supuestamente aporta a cualquier ayuntamiento una buena foto, meses antes de las elecciones, junto a una nueva y lustrosa vía ciclista han hecho que estas infraestructuras destinadas a la circulación de bicicletas se conviertan en una imagen común en las calles de nuestras ciudades.

Unas infraestructuras que son promocionadas como un gran paso adelante en el objetivo de lograr ciudades más sostenibles con el argumento de proporcionar al ciclista, sin importar su edad, condición física o dominio de la bicicleta, un lugar seguro por el que poder desplazarse a lo largo y ancho de la ciudad, emulando el modelo que desde hace años prolifera en las ciudades del norte de Europa.