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La vida está llena de juventud acumulada

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Un amigo mío dice que nuestra vida está llena de juventud acumulada. De muchas experiencias, de todo tipo, pero que han hecho de cada uno de nosotros lo que somos. Algunas experiencias son inolvidables, y si alguna vez hemos hecho un viaje en bicicleta, ¿Quién no la recuerda? 

Visitar un lugar, verlo, no es sinónimo de conocerlo. Ya sabemos que la belleza no está sólo en los lugares que visitamos, sino en que esta se encuentra en nuestra mirada, en aquello a lo que prestamos atención. Y esta mirada del viajero depende sobre todo de sus valores internos, de la intensidad y las experiencias con los que se vive cada particular aventura. Somos nosotros, los seres humanos, los que transformamos la realidad exterior en 'paisaje'. Lo 'bello' no es nada más que lo que nosotros decidimos que merece la pena ser observado, descrito, evocado o recreado. Es la mirada la que otorga sentido al mundo que nos rodea, y si cambiamos nuestra perspectiva o nos acercamos con unos determinados valores, cambiará la consideración de lo que nos rodea. 

Y viajar en bici nos permite sentirnos en la naturaleza, conocer y hablar con las gentes de un territorio, interiorizar los paisajes que vemos. Nuestra experiencia no se agota en las grandes ciudades que visitamos, la descubrimos en los pequeños y grandes parajes que un viaje en bicicleta nos permite disfrutar y gozar. 

En bicicleta, contribuimos a respetar y regenerar el medio ambiente. Y es una experiencia cuyo presupuesto se ajusta a todas las personas que se plantean tomarse unos días, un fin de semana de vacaciones. Donde vayamos, tenemos unas rutas que podemos seguir, porque todos los destinos tienen preparadas rutas para todo tipo de bicicletas y condición física. Tenemos infinidad de caminos, de vías verdes, de senderos y carreteras que en estos años, los gobiernos, comunidades, ayuntamientos e instituciones han preparado para que nuestra experiencia sea fantástica. Y en cualquier caso, porque podemos prepararnos nuestra ruta o circuito a la carta, no hay lugar por explorar que no nos sorprenda al observarlo y disfrutarlo con nuestra mirada. Ahí está la belleza. 

El turismo activo, en sus múltiples modalidades, conforma ya nuestro modo de viajar. Sea para hacer una escapada rural, una prueba cicloturista, una carrera a pie o una ruta de montaña, una estancia de entrenamiento, una salida en grupo o en familia, a un lugar que queremos conocer. Es sin duda, un estilo de vida. No nos conformamos con hacer un turismo pasivo, el sol, la playa y los museos conforman ese otro turismo, pero la actividad física relacionada con nuestros viajes gana terreno año tras año. Porque sabemos que es la mejor manera de conocer un país, de disfrutarlo y admirar su belleza. 

Los que creemos y practicamos turismo activo, pensamos que la felicidad no se corresponde con un momento de placer, sino en una actitud vital, en un estilo de vida que nos lleva a ser felices en una forma de ser, que compartimos con los demás. Somos felices solo cuando palpamos felicidad en nuestros entornos. No nos atrae el hedonismo del 'friday night', sino el despertar temprano y la sonrisa de la vida que nos saluda y acaricia en una ruta en bici. También así contribuimos, como dice nuestro habitual colaborador Julen Iturbe-Ormaetxe, a “dejar un mundo un poco mejor para quienes vienen por detrás”. ¿No les parece?

Finalizo con una alusión a uno de los últimos reportajes que publicamos en 'Andar en bici'. La bici cargo Pakster 70 de Riese Müller. Parece un armatoste, pero llama mucho la atención. ¿Saben por qué? Este tipo de 'bici-cargo' está llamada a ir desplazando a los coches en los trayectos urbanos y con niños. Para recorridos cortos de la vida cotidiana, y para el disfrute en familia, en unos años, se convertirá en el sustituto del reparto de paquetería en nuestras ciudades, y en la manera de llevar a nuestros hijos a la escuela. Viene cargado de futuro, porque es saludable y amable.

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Visitar un lugar, verlo, no es sinónimo de conocerlo. Ya sabemos que la belleza no está sólo en los lugares que visitamos, sino en que esta se encuentra en nuestra mirada, en aquello a lo que prestamos atención. Y esta mirada del viajero depende sobre todo de sus valores internos, de la intensidad y las experiencias con los que se vive cada particular aventura. Somos nosotros, los seres humanos, los que transformamos la realidad exterior en 'paisaje'. Lo 'bello' no es nada más que lo que nosotros decidimos que merece la pena ser observado, descrito, evocado o recreado. Es la mirada la que otorga sentido al mundo que nos rodea, y si cambiamos nuestra perspectiva o nos acercamos con unos determinados valores, cambiará la consideración de lo que nos rodea.