Salud

Dos ruedas que invitan a la reflexión

Kepa Lizarraga

5 de noviembre de 2021 00:02 h

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Tras el reto de aprender a caminar y el de controlar los esfínteres, aprender a andar en bicicleta fue uno de los logros que primero quedó impreso en nuestra mente. Seguro que nos acordamos de cómo y dónde ocurrió, e incluso recordaremos el color y la marca que tenía nuestra primera bicicleta, el trabajo de reparación de los primeros pinchazos e incluso cómo se enderezaba el manillar tras las caídas, sujetando la rueda entre las piernas. También vendrán a nuestra memoria las imágenes de jugar a hacer equilibrios o de rodar con amigas y amigos sentados en la parrilla, en el manillar e incluso en pie sobre las palomillas del eje de las ruedas. Hemos crecido. Puede que incluso nos hayamos distanciado algo de esa amiga fiel con dos ruedas. O que siga a nuestro lado. 

También nuestro entorno ha cambiado, y la sociedad, quienes la componemos, estamos siendo más conscientes de la importancia de nuestros actos en el mantenimiento de la salud personal y del planeta. ¡Del único hogar que tenemos!

Con motivo de las crisis que atravesamos estos últimos años, tanto sociales como medioambientales y sanitarias, la bicicleta está viendo cómo se revalorizan sus grandes virtudes. Cuando la economía de muchos países se ha tambaleado y caído la de no pocas personas, nos hemos acordado de lo económico que podía resultar este vehículo frente a otros medios de desplazamiento.

Cuando el aire de las ciudades se ha ido volviendo irrespirable por los gases derivados de los motores de combustión y se les han puesto restricciones de uso, nos hemos acordado de lo limpia que es la bicicleta, y de lo fácil que puede ser llegar con ella al centro de las poblaciones.

La bicicleta, además de poder ser un recurso de mejora de la salud individual, aspira a más. De hecho, es reconocida su influencia en la salud colectiva

Cuando un virus desmadrado, producto quizás de los desequilibrios que hemos provocado en la naturaleza, ha puesto contra las cuerdas a todo el planeta y alterado nuestra forma de vivir, nos hemos acordado de que la bicicleta nos permite viajar sin el riesgo de contagio que suponen otras formas de transporte colectivo.

Ventajas y más ventajas, las que nos ofrece este medio de locomoción que nació siendo apenas un juguete, pero que aspira a formar parte de nuestra vida.

En este proyecto editorial que tienes ante ti queremos que la salud acompañe tus pedaladas.

Para ello abordaremos el tema con un enfoque holístico. Es decir: desde todos los puntos de vista que convergen en la salud y la bicicleta. Sabemos que se trata de un objetivo tan ambicioso como atractivo. De ahí que cuando fijemos nuestra atención en la salud individual de las personas, describiremos cómo el uso regular de la bicicleta puede mejorarla.

¿Puede esta máquina mejorar nuestra calidad de vida?, ¿qué influencia tiene su uso durante la infancia en la salud de las personas adultas?, ¿puede el ciclismo ayudarnos a combatir el llamado “síndrome metabólico” que tantos años de vida saludable nos roba? Todas ellas son preguntas a las que daremos respuesta.

Sabemos que el deporte es una gran medicina cuyas sus virtudes pueden ser extendidas al uso recreativo y de movilidad sostenible realizado en bicicleta.

En esta publicación analizaremos los requisitos ergonómicos para que utilizarla sea un placer, y no una tortura. Distinguiremos la anatomía femenina de la masculina para resaltar las diferencias tantos años han sido olvidadas entre ambas, haciendo que las féminas tuvieran que adaptarse a la máquina en lugar de ocurrir todo lo contrario.

La física básica que mueve la bicicleta será estudiada por sus implicaciones en la salud de quien pedalea. De la misma forma que describiremos los numerosos ajustes, básicos y avanzados, que las piezas de esta preciosa máquina nos ofrecen para disfrutarla con comodidad y buena ergonomía. Por ello en algún momento deberemos atender a los aspectos que mejoran el rendimiento del pedaleo, pero no con una finalidad competitiva, sino para optimizar nuestro esfuerzo físico cuando utilicemos la bici como medio de desplazamiento activo y sostenible.

La bicicleta es buena para las personas, para las ciudades y para el planeta. ¿Alguien da más?

La bicicleta, además de poder ser un recurso de mejora de la salud individual, aspira a más. De hecho, es reconocida su influencia en la salud colectiva. Existen estudios sobre la ganancia de años de vida de las poblaciones en las que el uso de vehículos a motor se va sustituyendo por el de este otro saludable y no contaminante vehículo de dos ruedas. Pero este progresivo cambio a mejor necesita que las ciudades se hagan más amigables para quien pedalea. Y que sus autoridades sean más conocedoras de las virtudes de este vehículo y más sensibles a las necesidades de quienes lo utilizan. Si lo conseguimos, veremos que además de las personas, también los núcleos urbanos pueden mejorar su salud y disminuir sus “malos humos” facilitando el uso de la bicicleta en sus calles y estableciendo carriles bici que sean algo más que pintura en el asfalto.

Por una mejora de la seguridad ciclista

Está claro que la seguridad sobre la bicicleta está influenciada por la cantidad de personas que la usan. La pregunta clave es: ¿cómo podemos hacer que esa cifra aumente?

También sabemos que el respeto de quienes se desplazan en vehículos a motor es fundamental para nuestra integridad, al igual que el respeto de las normas de circulación por parte del ciclista hace que corra menos riesgo de sufrir accidentes.

Entonces, ¿cómo debieran ser las campañas de prevención de riesgos viales? Porque está claro que el uso de la bicicleta no está exento de riesgos, pero sabemos que hay formas eficaces de reducirlos. Ese aspecto de la seguridad, que afecta directamente a nuestra salud, también tendrá su espacio en estas páginas, al igual que los elementos de protección individuales que nos ofrece el mercado, los detalles del vestuario que nos hacen movernos con más seguridad, los requisitos para las bicicletas de las y los más pequeños de la familia, y un largo etcétera.

Iremos tan lejos como sea necesario para acelerar la llegada de un paisaje en el que los desplazamientos a las escuelas, institutos y universidades, al igual que los dirigidos a los centros de trabajo, y los de ocio, se hagan con este vehículo de forma habitual.

Porque sabemos que la bicicleta es buena para las personas, para las ciudades y para el planeta. ¿Alguien da más?