De Madrid a Segovia, en bicicleta de gravel: serpenteando por Guadarrama hasta la ciudad del acueducto

Sergio Palomar

17 de agosto de 2022 21:45 h

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Realizar un recorrido lineal a lomos de nuestra montura de dos ruedas siempre resulta especial. Añade a la mera práctica deportiva el hecho mismo del desplazamiento entre un punto A y un punto B con la única energía de nuestros músculos. Si, además, añadimos que esos puntos son tan atractivos como la actual capital del reino y la que antaño acogiera la corte de la corona de Castilla, ambas con su gran riqueza turística, no necesitamos muchas más razones para lanzarnos a dar pedales.

No os vamos a engañar, también hemos elegido Segovia como punto de destino por la proximidad geográfica con Madrid. Sin embargo, si el motivo real hubiera sido este también podríamos haber optado fácilmente por Toledo o Guadalajara. No obstante, estas dos alternativas adolecen de algo que el trayecto a Segovia sí posee: un recorrido desafiante a la vez que atractivo con la Sierra de Guadarrama como protagonista siempre presente en lontananza.

Situamos nuestro punto de partida en la madrileña Casa de Campo. Un lugar al que se puede acceder fácilmente en Metro si preferimos no tener que pedalear por la ciudad. Atravesaremos el pulmón verde de la ciudad en dirección suroeste, siguiendo el curso del arroyo Meaques. Salimos de la Casa de Campo y tras un pequeño callejeo la tierra aparece a nuestros pies mientras vamos ganando altura siguiendo el trazado de la Cañada Real de Madrid. Rodamos por un terreno agreste rodeados de matorral y donde tenemos que convivir en algunos momentos con la degradación ambiental que supone estar tan cerca de la civilización.

Aun así, vamos escapando de la urbe en dirección a la localidad de Boadilla del Monte para, desde ahí, descender hacia el valle de río Guadarrama, que va a ser el hilo conductor de nuestro pedalear rumbo a la Sierra con la que comparte topónimo. Kilómetros agradables entre vegetación de ribera en los que vamos ganando metros imperceptiblemente. 

Hora de escalar

Lo bueno no dura eternamente y, tras superar el pueblo de Villanueva del Pardillo, el camino decide abandonar abruptamente el llano a la búsqueda de las montañas. Cinco kilómetros de ascenso en los que las piernas se quejan. Por suerte es un mero aperitivo y nuestra ruta vuelve a discurrir por terreno amable, primero junto al embalse de Valmayor, uno de los de mayor superficie de la comunidad madrileña y luego, siguiendo el trazado de la Cañada Real Segoviana, que nos va a facilitar atravesar localidades tan densamente pobladas como Villalba o Alpedrete. De esta forma nos plantamos, ahora sí, bajo las montañas que superan los 2.000 m de altitud de la Sierra de Guadarrama. No nos queda más remedio que escalar.

Realizamos la aproximación a Cercedilla con unos kilómetros por asfalto que nos van a permitir llegar frescos a esta localidad en la que se inicia la subida al Puerto de la Fuenfría. Doce kilómetros por uno de los rincones más entrañables de la geografía madrileña, pese a la gran y constante afluencia de madrileños ansiosos por escapar de la urbe.

El camino transcurre sin posibilidad de pérdida. Primero por una carreterita forestal que poco más adelante pasa a ser una pista de tierra conocida como la carretera de la República, en lo que, en 1936, iba a ser un puerto de paso alternativo al vecino Navacerrada a fin de mejorar las comunicaciones con la meseta norte. Sin embargo, el paso del hombre por estos lares se documenta desde mucho antes, como atestigua la calzada romana que asciende de forma mucho más directa.

Pese a que se trata de doce kilómetros de puerto, apenas encontramos rampas duras en los tramos previos a alcanzar la pista de tierra, manteniéndose el resto de la subida en un agradable 5% de pendiente que nos permite disfrutar con todos los sentidos de las fantásticas vistas que nos va ofreciendo el valle que va quedando a nuestros pies.

Camino de Segovia

En la cima del puerto, a 1.796 metros, tomamos un merecido respiro antes de abandonar la Comunidad de Madrid y lanzarnos hacia el valle del río Eresma y los afamados, por la calidad de la madera que de ellos se extrae, pinares de Valsaín. La pista, que por la vertiente madrileña se encuentra en un estado inmejorable, se encuentra mucho más rota en el lado norte, debiendo extremar la precaución y cuidar la trazada para evitar sufrir un inoportuno pinchazo. Perdemos altura con rapidez, siguiendo, además de las indicaciones del GPS, las flechas que nos indican que la ruta Xacobea que se inicia en Madrid coincide en este lugar con la nuestra.

Es así como alcanzamos el collado de la Cruz de la Gallega, desde el cual un último tramo entre veredas y fincas de ganadería extensiva nos va a depositar, tras un último tramo muy agradable, en las primeras edificaciones de la milenaria ciudad castellana. Apenas nos resta un pequeño callejeo hasta alcanzar la Plaza del Azoguejo, a los pies de su archiconocido acueducto romano donde ponemos fin a nuestra jornada sobre la bici. Habrá que celebrarlo como corresponde por estos lares, degustando un buen cochinillo asado en horno de leña y regado por un buen vino de la tierra. Hoy nos lo hemos ganado.

La ruta, al dedillo

kilómetro 0: Casa de Campo

5 al 9: Cañada Real de Madrid

19: Boadilla del Monte

35: Villanueva del Pardillo

46: Colmenarejo

49: embalse de Valmayor

56: Villaba

64: Guadarrama

68: Los Molinos

71: Cercedilla

75: Las Dehesas

76 a 84,5: carretera de la República

84,5: Puerto de la Fuenfría

96: Collado de la Cruz de la Gallega

107: plaza del Azoguejo - acueducto

Se puede encontrar el 'track' en este enlace.

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