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El ciclista de 106 años, un envejecimiento activo y la bici como deporte para los longevos

El pasado 22 de mayo fallecía en Mitry-Mory, en la región de la Isla de Francia, Robert Marchand. Nacido el 26 de noviembre de 1911 en Amiens, Marchand tenía 109 años en la fecha de su deceso, habiendo practicado el ciclismo hasta los 106, cuando dejó de pedalear por consejo de su médico. 

Gimnasia y boxeo fueron los primeros deportes que practicó Marchand antes de descubrir el ciclismo en 1925. Bombero en París (entre 1932 y 1936) y plantador de caña en Venezuela (1947), el inquieto Marchand también vivió en Canadá antes de retornar finalmente a Francia en 1960. Dieciocho años más tarde, en 1978, comenzó a entrenar en bicicleta con la asiduidad de un profesional. Participante en numerosas pruebas ciclodeportivas, corre ocho París-Bordeaux y cuatro París-Roubaix, y ya en 1992, a los 81 años, viaja en bici de París a Moscú. Años más tarde, en 2012, Marchand logrará batir no pocos récords, como el de la hora ciclista en pista en categoría masters de más de 100 años, que establece en 24,1 km/h, marca que superará el 31 de enero de 2014, a los 102 años, recorriendo 26,927 kilómetros en una hora en el velódromo Saint Quentin-en-Yvelines. No terminaron ahí sus logros deportivos, pues entre otros, a finales de agosto de 2017, el ciclista se proclamó campeón del mundo de su categoría al recorrer 23 kilómetros en un tiempo de 55:23.

Igualmente, al hablar de ciclistas longevos, cabe hacer alusión a una mujer, la francesa Janet Augusto. Nacida en 1935 en Péronville (Chartres) a los 19 años marchó a vivir a París, ciudad que por entonces vivía una euforia ciclista que un año más más tarde la llevó a inscribirse en el Velo Club de Reuilly, por lo demás uno de los pocos clubes ciclistas que en los años 50 admitían mujeres en sus filas. Augusto llegó a decir de sí misma que era una especie de 'Poulidor femenin' dado el gran número de segundos puestos que acumuló durante su vida deportiva, lo que no impidió que de vez en cuando se adjudicase alguna victoria sonora, como ocurrió en 1970, al lograr el récord de Francia de los 500 metros en pista con salida parada, si bien su mayor logro llegó más tarde, el 30 de septiembre de 2017, fecha en la que logró el primer récord de la hora mundial femenino en pista, rodando a 28,226 km/h. Tenía entonces 82 años.

También, y en España, cabe citar a José Ramón Riestra Noriega, como ejemplo de ciclista especialmente longevo. Riestra vivió hasta los 105 años, falleciendo en Boquerizo, Asturias, el 28 de mayo de 2016. Participante en la primera Vuelta Ciclista a España, la de 1936, el asturiano fue un buen escalador, que aquel mismo año hizo cuarto en la Subida a Urkiola, rivalizando con Ezkerra y los hermanos Trueba. Como en otros muchos casos, la Guerra Civil truncó la carrera deportiva de Riestra, quien entonces se jugó la vida en no pocas ocasiones, llevando mensajes en bicicleta entre el frente y la retaguardia, sufriendo varios ametrallamientos aéreos de los que, duro como era, apenas salió con rozaduras. De forma sorprendente, el campesino de Boquerizo siguió conduciendo su coche hasta los cien años, montando en bici hasta los 101 años y viendo ciclismo en televisión hasta la fecha de su muerte.

¿Qué nos dice la ciencia: casualidad o causalidad?

Tras señalar la abundante cantidad de estudios que ligan la mayor esperanza de vida a la práctica de actividad física, nos fijamos especialmente en aquellos que se refieren específicamente al ciclismo. Y son muchos. Resumimos, porque para prueba bien vale un ejemplo. Según la revista científica británica 'Aging Cell', en su artículo 'Propiedades del músculo vasto lateral en relación con la edad y la función fisiológica en ciclistas masters de 55 a 79 años' (2018), resulta que puede ralentizarse el envejecimiento de nuestras células a base de ejercicio.

Los resultados mostraron que tanto a nivel muscular como en lo relativo a la capacidad de defensa de su sistema inmune los ciclistas más longevos eran prácticamente indistinguibles de los miembros más jóvenes

Para realizar su estudio, la revista evaluó a 125 ciclistas (hombres y mujeres) con edades entre los 55 y los 79 años, siendo el principal criterio de inclusión que los varones fuesen capaces de pedalear 100 kilómetros en menos de 6,5 horas y las féminas hacer 60 kilómetros en menos de 5,5 horas y que esto se hubiera hecho dos veces en las tres semanas anteriores. En promedio se pedía que los ciclodeportistas lo hubieran sido al menos durante de 26 años, recorriendo una media mínima de 300 km mensuales. Hecho el muestreo de “individuos representantes de este modelo de envejecimiento activo”, compararon sus datos con los resultados obtenidos del estudio de personas sedentarias de la misma edad y con los de otros 55 voluntarios de entre 20 y 36 años. Sorprendentemente, los resultados mostraron que tanto a nivel muscular como en lo relativo a la capacidad de defensa de su sistema inmune los ciclistas más longevos eran prácticamente indistinguibles de los miembros más jóvenes.

Ciclismo de competición vs. 'deporte-salud'

Y hasta aquí hemos hablado de la “clase media” ciclista, el cicloturista, porque si ascendemos a “primera clase”, los profesionales, el tema se complica. Desde antiguo se ha asegurado que dada su exigencia extrema, el deporte de alta competición no es “deporte-salud”, extremo por lo demás negado por distintos estudios que aseguran todo lo contrario: cuanto más deporte, mejor, y sobre todo si es de resistencia. Los datos lo avalan, como demostró en 2011 un estudio publicado en el 'British Journal Sport of Medicine': tras la revisión de 15 estudios científicos concluía que “los deportistas de élite que han practicado pruebas de resistencia viven de uno a cuatro años más que las personas de edad comparable y similar lugar de nacimiento”.

De 2011 data otro estudio titulado 'Mayor longevidad media entre los ciclistas del Tour de France', y publicado en el International Journal of Sport Medicine. Dirigido por José Viña y Fabián Sanchis-Gomar, catedráticos del departamento de Fisiología de la facultad de Medicina de la Universidad de Valencia, en el mismo se realizaba una comparativa de las fechas de nacimiento y deceso de 834 corredores franceses, belgas e italianos nacidos entre 1892 y 1942 y que terminaron al menos un Tour entre 1930 y 1964, y la población general de esos países. Por sorprendente que pueda parecer el índice de supervivencia de la población general era del 50% a los 73,5 años, mientras que casi el 70% de los participantes del Tour aún estaban vivos a esa edad, y el índice del 50% lo alcanzaban a los 81,5 años, lo que significa un 17% de incremento en longevidad media.

Los deportistas de élite que han practicado pruebas de resistencia viven de uno a cuatro años más que las personas de edad comparable y similar lugar de nacimiento

Más cercana en el tiempo, la investigación conducida en 2013 por el doctor Jean-François Toussaint, del Instituto de Investigación Médica del Deporte (Inserm), estudió a los 786 ciclistas franceses que habían participado en el Tour de Francia desde 1947 y hasta 2012, ofreciendo como resultado que la mortalidad de estos deportistas de alto nivel es un 41% inferior a la de los otros hombres que viven en Francia, siendo su longevidad 6,3 años mayor en comparación con el resto de la población masculina de dicho país.

Explicaba el profesor Toussaint no haber encontrado una mayor mortalidad a causa de la incidencia del dopaje, justificando la buena salud de estos ciclistas en su predisposición genética, las ventajas sociales que conlleva su profesión, el hábito de observar una vida sana en su jubilación y el hecho de que no hubiera fumadores entre ellos. Sabido todo esto, queda claro el sentido de esa sentencia que afirma Deporte es vida.