Autobuses de Gipuzkoa, camiones cisterna y médicos de Bizkaia para sobrevivir en medio del desierto
Las instituciones vascas colaboran con los campamentos de refugiados saharauis en Tinduf, Argelia con donaciones para transporte, suministro de agua y medicina. “Es fundamental para la vida aquí”, reconocen desde la República Árabe Saharaui Democrática
En 2021, la Diputación Foral de Gipuzkoa entregó a los representantes de la Delegación Saharaui en Euskadi, Mohamed Limam y Brahim Abdelfatah, cinco autobuses de Lurraldebus. Desde entonces, forman parte del transporte diario en los campamentos de refugiados saharauis en Tinduf, Argelia. Pocos pasajeros que entran a uno de los únicos autobuses que se pasean por el desierto son conscientes de que en los cristales se leen palabras en euskera como 'kontuz arrapalarekin' (cuidado con la plataforma) o 'larrialdietako irteera'(salida de emergencia). Tampoco saben ubicar en el mapa Bidasoaldea, la zona guipuzcoana que recorría el autobús antes de su segunda vida. “Lleva al colegio, al hospital regional o a donde se necesite llevar a un grupo grande”, explica el conductor antes de hacer de guía turístico por Ausserd para el público del Festival Internacional de Cine de Sahara (FiSahara).
En este caso ha transportado a los pasajeros a uno de los lugares más importantes del territorio y clave para que los cerca de 173.600 habitantes de los campos de refugiados sigan con vida: la planta de agua subterránea. Se trata de un sistema subterráneo de agua que previamente ha sido transportada desde Rabuni, la capital administrativa de los campos de refugiados de Tinduf. Una vez allí se desaliniza, mineraliza y se reparte. El máximo son cinco toneladas al mes para una familia pequeña, de menos de cinco miembros. A partir de ahí se aumenta la cantidad si fuese necesario. “A los negacionistas les traería aquí para que vieran los efectos del cambio climático. Este es el territorio más inhóspito del desierto, con condiciones extraordinariamente duras, 3 grados de noche y 45 de día. Antes teníamos estaciones, pero ahora ya no. Por la noche es invierno y por la mañana verano”, detalla Zarga Abdalahe Abdi, filóloga saharaui y coordinadora del FiSahara.
Un gran camión cisterna naranja reposa junto al depósito y bajo la arena que lo cubre, se entrevén el logo de la Asociación de Entidades Locales Vascas Cooperantes, Euskal Fondoa, y de la Diputación Foral de Bizkaia. En 2022, Euskal Fondoa contribuyó a la causa saharaui con un total de 229.553,13 euros gracias a donaciones de una treintena de ayuntamientos vascos y de la Diputación de Bizkaia. Entre los ayuntamientos donantes hay grandes aportaciones como la de Hernani, con 25.000 euros, Durango, con 20.000 y Oiartzun con 16.000 euros. También aportan ayuntamientos de municipios pequeños y hasta de barrios como el de Egia, el de Irura o el de Iruraiz-Gauna, con tan solo 517 habitantes. Euskadi acaba de aprobar una ley de Cooperación que sitúa la causa saharaui como una prioridad y la han apoyado PNV, PSE-EE, EH Bildu, Podemos, IU y hasta el PP.
El objetivo del proyecto se basa en dotar al Ministerio de Agua y Medio Ambiente de un camión cisterna de agua nuevo y dotar al taller de Gazuani de los fungibles y recambios necesarios para que pueda asegurar el mantenimiento y las reparaciones de los camiones cisternas que acarrean el agua para así mejorar el abastecimiento de agua potable a las familias que viven en los barrios de los campamentos. “La colaboración española y, en especial la vasca es fundamental para la vida aquí. No solo nos aportan materiales para conseguir y transportar agua, también colaboran con los médicos y nos acogen cuando marchamos allá”, reconoce a este periódico Said Mohamed Salem Beiba, el jefe de División de Perforación y Sondeo del Ministerio del Agua de la República Árabe Saharaui Democrática.
A pocos metros de las jaimas en las que se celebra el FiSahara se levanta un edificio de adobe naranja pintado de blanco y azul. En la entrada se lee un cartel con el mensaje “Proyecto Plan de consolidación y desarrollo de las redes sanitarias y educativa de los campamentos de la población refugiada en Tindouf (2006-2011). Ejecutado por la Fundación Mundubat. Socio local del Ministerio de Salud Pública. Financiado por la Diputación Foral de Bizkaia”. Es el hospital regional del campamento, al que van cuando sus enfermedades no pueden ser atendidas en los centros de salud. Dispone de un paritorio, una sala de oftalmología, otra sala de curas y una última de reposo. Pero no tiene ningún médico, ni quirófanos. Si algo se complica, deben ir a un hospital mayor gestionado por la Brigada Médica Cubana a unos 35 kilómetros de el de Ausserd.
La ONG vasca Mundubat lleva trabajando en los campamentos de refugiados saharauis desde 1996. Desde entonces se dedican a elaborar proyectos de salud y envían varias veces al año a un equipo formado por personal voluntario para fortalecer las capacidades del personal sanitario sobre todo en intervenciones de atención primaria. “Tenemos mucha falta de materiales y de personal, es muy difícil y duro trabajar así mucho más cuando hace calor. Me duele cuando viene un paciente muy mal y no puedo hacer nada”, reconoce Galat Chej, matrona de 30 años que lleva desde 2012 trabajando en el hospital regional de Ausserd. Galat Chej se ha formado dentro del campamento, de donde solo ha salido a España de vacaciones, pero aspira a marcharse algún día. “Me encantaría trabajar con un buen equipo y tener todo lo que necesito para hacer mi trabajo, que me encanta. Ojalá algún día pueda hacerlo”, concluye la joven, sin perder la esperanza.