Benita Asas, la maestra sufragista que revolucionó la historia del feminismo con sus artículos hace más de un siglo
“Las feministas tenemos pruebas irrefutables de que los hombres por evolutivos y radicales que hayan sido, jamás pensaron en la nivelación de los derechos que nos venimos ocupando”, escribió la maestra en 1921
“No hay duda, los hombres se asustan al pensar que puede llegar un día, en que los detractores de la capacidad intelectual femenina queden vencidos, porque la realidad de los hechos les dé un solemne y rotundo mentís”. Con estas palabras la guipuzcoana Benita Asas criticaba en el periódico El Nervión, en el año 1908 la actitud de aquellos hombres que se negaban a que las mujeres tuvieran los mismos derechos que ellos. Fue la lucha principal que llevó a cabo a lo largo de sus 95 años de vida. “Las feministas tenemos pruebas irrefutables de que los hombres por evolutivos y radicales que hayan sido, jamás pensaron en la nivelación de los derechos que nos venimos ocupando. (…) Supongamos que el feminismo no existiese. Supongamos que la negativa de la Asamblea Nacional Francesa, en lo que concierne a los derechos de la mujer no hubiera tenido ninguna transcendencia, (…) ¿cree usted que por la mente de Lenin hubiera cruzado nunca, ni entre sombras la idea de igualar la mujer al hombre en el Código Civil, ni en el Penal ni en ninguno?”, se preguntaba en 1921.
Benita Asas Manterola (Donostia, 1873 – Bilbao, 1968) fue, como describe la investigadora de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) María José Villa y autora de la tesis doctoral, Benita Asas Manterola y los feminismos en España (1873-1968) “una mujer adelantada a su tiempo pero también presa de ese mismo tiempo”. Asas estudió magisterio en Valladolid y fue maestra, primero en Bilbao y más tarde en las escuelas públicas de Vallehermoso, en Madrid. A pesar de que sus primeras publicaciones estuvieron relacionadas con la enseñanza y la religión, en 1913 fundó y dirigió el periódico El pensamiento Femenino durante los tres años que tuvo de existencia. En él, denunciaba cuestiones como la falta de igualdad y de derechos de las mujeres y reivindicaba el sufragio femenino. “Mi propósito al escribir estos artículos no es deprimir al hombre, no es negar sus méritos, no es dejar de reconocer su indiscutible capacidad intelectual, no es intentar colocarle en un plano inferior al que deben ocupar en el mundo de la mentalidad: mi propósito es defender a la mujer y triturar las aviesas inexactitudes que de ella se han afirmado en todos los tonos y cómo, para esta labor, hay que citar hechos, repetir frases, reproducir opiniones…”, aseguró en uno de los artículos publicados y rescatados en la tesis de María José Villa.
A pesar de la clara ideología de izquierdas que impregnan sus textos, todos los proyectos en los que participó Asas tuvieron un carácter apartidista, con vocación de aglutinar en ellos a mujeres de todas las ideologías y que, por lo tanto, no fuesen excluyentes. “De esta manera, el periódico El Pensamiento Femenino defendió en numerosas ocasiones su independencia ideológica, de igual manera que las asociaciones en las que participó activamente hasta 1932, que compartieron este rasgo apartidista”, asegura Villa en su tesis. Más allá del feminismo, en El Pensamiento Femenino y en otros periódicos en los que colaboró Asas trató temas como la Primera Guerra Mundial, el sentimiento nacional español o la paz.
Las feministas tenemos pruebas irrefutables de que los hombres por evolutivos y radicales que hayan sido, jamás pensaron en la nivelación de los derechos que nos venimos ocupando
Para Asas, el movimiento feminista era equiparable a otros movimientos sociales que conseguían sus reivindicaciones a través de la movilización. Según la maestra feminista, “una feminista de oro de ley” debía contar con la adquisición máxima de la personalidad social, civil y política. “Bien puede elevarse a rango de axioma nuestra afirmación de que el feminismo está siendo con relación a los derechos de la mujer, lo que el socialismo y otros ”ismos“, han sido y continúan siendo para la desheredada masa del pueblo (...) Lo fundamental para toda feminista ”de oro de ley“, es la justicia en lo atañadero (sic) a los derechos imprescindibles de la mujer, la adquisición máxima de personalidad civil, social y política”, afirmó.
Otra de las cuestiones que Asas criticó duramente en sus escritos y sus discursos fue el hecho de que la maternidad fuera una causa de sometimiento de las mujeres. “Dos causas formidables han tenido como en suspenso la mentalidad femenina de los antiguos tiempos: el imperio de la fuerza bruta sobre todo otro ideal, y las observantes preocupaciones de la maternidad (...) estos dos agobiantes pesos la han tenido sometida a un régimen de dependencia tan prolongado y tan duro que ha necesitado ver el mundo excesivamente poblado de las de su sexo para que muchas de ellas tuviesen tiempo de filosofar acerca de su naturaleza y de su poder mental, y luego de filosofar cobraran valor para enfrentarse con las osadías de la injusticia procedentes del hombre. ”¿Sin la tiranía de la fuerza bruta y sin la cadena opresora de la maternidad ¿Cómo explicarse la carencia de ismos redentores de la mujer?“, escribió.
Según la investigadora María José Villa, ese discurso fue “enormemente rupturista, ya que hasta ese momento la maternidad había sido tratada de una manera casi mística debido a que la mujer buena, feminista o no, quiere ser ante todo después de cristiana, madre”. En sus textos, además, Asas analizó el papel de la Iglesia católica en la lucha de las mujeres por la igualdad. A pesar de que Asas siempre se confesó católica, se mostraba especialmente crítica con la Iglesia.
Su objetivo, más allá de criticar la sociedad en la que vivía, era hacer un llamamiento a la mujer española para que iniciase la acción directa y dejara de ser un objeto pasivo dentro de la Historia. Así, a través de sus textos Asas pidió a las mujeres que para finalizar con las guerras y mejorar la sociedad, debían formar parte activa de las tomas de decisiones. “El voto femenino, la representación parlamentaria, la intervención directa en las leyes y en la resolución de los asuntos internacionales. Que no nazca otro Juan Ruskín que pueda dirigirnos este duro reproche: 'Vosotras, mujeres, tenéis la culpa de las guerras; no porque las provoquéis, sino porque no sabéis evitarlas'”, aseguró.
¿Sin la tiranía de la fuerza bruta y sin la cadena opresora de la maternidad ¿Cómo explicarse la carencia de ismos redentores de la mujer?
Su lucha contra los discursos 'feminófobos'
Aunque con la llegada de las sufragistas y el primer movimiento feminista la presencia de las mujeres en distintas esferas de la sociedad había ido aumentando, el discurso antifeminista perduraba en la mayoría de los españoles de la época. “Durante estos años, el mundo feminista había sufrido constantes ataques para menoscabar la capacidad de las mujeres y deslegitimar las aspiraciones de igualdad. Los discursos de los denominados por Asas ”feminófobos“, se sustentaron en gran medida en el rechazo de la igualdad entre hombres y mujeres a través del discurso médico”, explica Villa.
Un ejemplo de estos discursos fue el usado por el doctor Gregorio Marañón, cuyo nombre a día de hoy se encuentra en monumentos, parques, calles y en uno de los hospitales más grandes de Madrid. Marañón rechazaba la igualdad entre hombre y mujeres utilizando el discurso biologicista y la capacidad reproductora de la mujer como causa de esa desigualdad. Según recoge la tesis de Villa, el médico decía que las aspiraciones de igualdad de las feministas no podían producirse en condiciones normales. “Solo privando a la mujer de su maternidad durante un número considerable de generaciones, podrá lograrse la quimera, que algunos creen realizable, de que su organismo (el de la mujer) se iguale al del hombre. Pero como mucho antes de lograrse ese resultado, la Humanidad habrá desaparecido, he aquí por que el sueño de las feministas no se realizará jamás”, señaló en uno de sus discursos.
Otra de las figuras que abiertamente se mostraba antifeminista en aquella época fue Blanca Igual, viuda de Eduardo Murga y Goicoechea, poseedor del título del Vizcondado de Llanteno y concejala de Madrid durante la dictadura de Primo de Rivera. Según defendió “la mujer tiene su lugar en el hogar y desde allí puede influir para bien en la dirección del país, sin abandonar sus funciones de jefe de familia”. Insistió en múltiples ocasiones que la mujer, desde su hogar, podía influir en las decisiones políticas de lo hombres sin necesidad de ser electora o elegible. “Yo, que fui concejal y ejercí tres años, no creo que sea necesario el voto a las mujeres. Si una de nosotras no tiene bastante poder de convicción para hacer que vote por nuestra causa el hombre que queremos, es que es tonta. Y las tontas no hacen falta en la política”, escribió Igual.
“La vizcondesa de Llanteno cree que el voto no es necesario a las mujeres; nosotras creemos lo contrario”, le respondió Asas en un texto de 1930, ya que, según aseguró la maestra, “sólo cuando la mujer logre el derecho a voto podrá influir en la política y en las leyes, ya que el voto es un derecho dignificante”. “La causa de las mujeres hemos de defenderla nosotras mismas, de igual suerte que el obrero defiende sus reivindicaciones. Y hemos de defenderla con nuestro voto, que es la defensa más eficaz, más firme y más duradera”, indicó en sus escritos, que a menudo utilizaba para responder a políticos y personalidades de aquel momento que criticaran la lucha feminista.
Depuración franquista de funcionarios públicos
Benita Asas, quien fue presidenta de la junta directiva de la ANME (Asociación Nacional de Mujeres Españolas) desde 1924 hasta 1932, siguió enseñando y escribiendo hasta que estalló la Guerra Civil. Durante los años de la guerra permaneció en Madrid, donde siguió ejerciendo como maestra en el Grupo Escolar Ramiro de Maeztu. El 23 de marzo de 1939, las tropas sublevadas consiguieron entrar en Madrid, y el 1 de abril de 1939 concluyó la Guerra Civil. Con la entrada de las tropas de Franco en Madrid se inició un proceso de represión que, en el caso de muchos funcionarios públicos, se tradujo en procesos de depuración. “En 1936, el gobierno de los sublevados había emitido un decreto, el 8 de noviembre de 1936, que ponía de manifiesto la obligación por parte de las autoridades franquistas de realizar 'una revisión total y profunda en el personal de instrucción pública'”, explica Villa.
Sólo cuando la mujer logre el derecho a voto podrá influir en la política y en las leyes, ya que el voto es un derecho dignificante
En esa “revisión” también entró Benita Asas. Concretamente el 6 de abril de 1939, le pidieron una declaración jurada en la que debía contestar preguntas relacionadas con su actividad política durante la II República y su participación, si la hubo, en la Guerra Civil. Asas negó cualquier vinculación con los partidos republicanos y de izquierdas y fue rehabilitada en su cargo el 4 de mayo de ese mismo año, pero quedando a la espera de la resolución final del expediente de depuración. Sin embargo, la F.E.T. y de las JONS realizó los informes sobre Benita Asas, en los que destacaron su militancia en la Federación Española de Trabajadores de la Enseñanza, filial de la UGT.
“En los informes solicitados a su entorno laboral también constaron acusaciones como la de haber pertenecido al PRRS o de haber participado en el movimiento feminista”, detalla Villa. Finalmente, Asas fue acusada de pertenecer al “movimiento izquierdista”, haber publicado en dos revistas de ideologías de izquierdas La Tranca y Fray Lázaro y haber sido afín al bando republicano durante la guerra. Asas negó esas acusaciones y trató de justificar que no era de izquierdas y que era religiosa, para probarlo mostró sus primeros libros, que trataban sobre la religión.
Los avales presentados por Asas no obtuvieron el resultado deseado y finalmente su proceso de depuración concluyó el 9 de noviembre de 1940, cuando se decretó que fuera “trasladada a más de treinta kilómetros de su actual destino y sea inhabilitada perpetuamente para el desempeño de cargos directivos y de confianza dependientes del Ministerio de Educación Nacional”, según recoge la tesis de la investigadora. El traslado de Asas se hizo efectivo en octubre de 1941 y fue destinada a la Escuelas Municipales de Collado Villalba, donde permaneció solo tres meses, ya que en enero de 1942 solicitó su jubilación. En ese momento, Benita Asas tenía 65 años y había ejercido como maestra durante 44 años. Después de su jubilación se trasladó a Bilbao, donde vivió junto a su familia.
Feminismo desde su retiro
A pesar de estar retirada y de su avanzada edad, Benita Asas nunca dejó de lado su carácter combativo y feminista y lo demostró con dos artículos que escribió en la revista bilbaína Gran Vía en 1956, para criticar un artículo de opinión escrito por J. Chico en el que se dedicaba a menospreciar el movimiento feminista y sufragista. Para ello, se valía de absurdos prejuicios utilizados a lo largo de la historia para criticar la falta de feminidad de las mujeres feministas, su aspecto físico o su carácter iracundo.
Asas le respondió de esta manera: “El fulgor del feminismo lo contemplamos hoy en las jóvenes que concurren a las Universidades, en las que colaboran en los laboratorios científicos, en las mujeres que dirigen empresas de envergadura, en las que desempeñan cargos políticos de responsabilidad, etc. Todas estas mujeres, todas estas jóvenes son usufructuarias de las nunca bastante ponderadas conquistas logradas por las feas feministas y sufragistas, las cuales, en los tiempos a los que se refiere el aludido señor, fueron despiadadamente fustigadas, sufriendo, con heroico valor, calumnias, insultos y desprecios (...) El motivo de que la injusticia se hubiera perpetuado ha sido la ausencia total del elemento femenino entre los legisladores. Para evitar estas injusticias la mujer debe tener el derecho a voto porque el voto da a la persona una segunda alma: el derecho. El que vota reina”. De esta manera Asas, a sus 84 años de edad, terminó el artículo respondiendo: “Sí señor Chico: soy sufragista, no en dosis homeopáticas de cien por cien sino de mil por mil”. Benita Asas murió en Bilbao el 21 de abril de 1968 a los 95 años de edad. Ese fue el último escrito firmado por ella del que se tiene constancia.
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