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Haro, ciudad europea del vino 2020

Cierto es que el vino siembra poesía en los corazones, tal y como dejó escrito para la posteridad el poeta supremo Dante Alighieri. De esa poesía a la que sin lugar a dudas nos conduce con un simple y atento ejercicio de contemplación, la ciudad de Haro y sus inmediaciones, nace el amor por esta localidad riojana. Poesía que mana de sus fuentes históricas, de la Madre que siempre presente en un frecuentado y sagrado rincón de la ciudad ampara y cuida de todas sus hijas e hijos, siempre con la mirada amable y fija, sin hacer diferencias.

Es Haro una pasión, compartida por todos los que una vez le pedimos amparo y nos lo dio, por quienes como en mi caso nacimos en otro lugar del mundo pero nos criamos en su corazón de ciudad abierta, quienes a buen seguro fuimos creados por nuestra madre y nuestro padre a la sombra del jarro de vino y el aroma del sarmiento.

No hay recuerdo que mejor represente a Haro que sus vendimias y sus tractores, ese afán de viticultura sostenida en el tiempo, realidad y no leyenda, sudores y trabajo de campo que acaba cristalizando en una y cientos miles de racimos y uvas, de transportes a bodega y de depósitos de fermentación. Con barricas y sin ellas, el vino se desliza por la historia de Haro, porque Haro es Santo y Seña de uno de los alimentos más sublimes y agradecidos con los que el ser humano puede contar y puede disfrutar.

Haro es ciudad europea del Vino, debe serlo por derecho propio. Haro es posiblemente una ciudad que lleva en sus venas más vino que reparos, más labor de campo, tonelería y bodega que leyenda, más mujeres y hombres curtidas y curtidos en el terruño y la generosidad que requiebros.  No es que apoye esta candidatura, la exijo amablemente porque sin ese reconocimiento seguirá manando ese alimento de sus fuentes, pero como dijo un escritor norteamericano sentir gratitud y no expresarla es como envolver un regalo y no darlo.

Y esto no es cuestión de regalos, es de justicia, por el pasado, el presente y el futuro, por ascendientes y descendientes. Haro, ciudad europea del vino 2020. Claro que sí. Toda mi gratitud a todas, todos y todo aquello que representa la cultura vitivinícola de Haro.

Cierto es que el vino siembra poesía en los corazones, tal y como dejó escrito para la posteridad el poeta supremo Dante Alighieri. De esa poesía a la que sin lugar a dudas nos conduce con un simple y atento ejercicio de contemplación, la ciudad de Haro y sus inmediaciones, nace el amor por esta localidad riojana. Poesía que mana de sus fuentes históricas, de la Madre que siempre presente en un frecuentado y sagrado rincón de la ciudad ampara y cuida de todas sus hijas e hijos, siempre con la mirada amable y fija, sin hacer diferencias.

Es Haro una pasión, compartida por todos los que una vez le pedimos amparo y nos lo dio, por quienes como en mi caso nacimos en otro lugar del mundo pero nos criamos en su corazón de ciudad abierta, quienes a buen seguro fuimos creados por nuestra madre y nuestro padre a la sombra del jarro de vino y el aroma del sarmiento.