Elena Zudaire (Pamplona, 1976) es vitoriana de adopción desde hace 14 años. Licenciada en Periodismo ha ejercido en la radio y la prensa local y vasca. Hace cuatro años cambió su rumbo profesional hacia la gastronomía inaugurando la escuela de cocina 220º pero sigue vinculada a la comunicación con colaboraciones habituales como esta columna, una mirada con un punto ácido hacia una ciudad en constante cambio.
Última estación: Vitoria-Gasteiz
La nueva estación de autobuses ya está en marcha, ¡qué alegría, qué alborozo! Y hordas de vitorianos se han acercado para ver esa terminal que parece un aeropuerto. No es para menos. Más de 20 años hemos tenido que convivir con la provisionalidad del apeadero de Los Herrán cuyos miles de viajeros y cientos de autobuses diarios podrían contar muchas anécdotas.
Como somos así en esta ciudad, esta obra tampoco ha estado exenta de polémica. Coincidiendo con el fallecimiento de Adolfo Suarez, nuestro alcalde Javier Maroto se lió la manta a la cabeza y se apresuró a bautizar la estación con el nombre del político. ¿Por qué? Pues lo único que se me ocurre es el oportunismo y el “bienquedadismo”. Pero seguramente esté equivocada. El caso es que Maroto se metió en un jardín en el que todos los partidos de la oposición se le echaron encima y vinieron a decirle más o menos que quién era él para tomar esa decisión. Y no sólo eso, sino que más de 7.000 vitorianos firmaron una propuesta paralela para bautizar la nueva estación como Tres de Marzo. Aunque el colectivo del mismo nombre aseguró que no fue idea suya, sí que opinó que aquello había sido una provocación y recordó al ilustre Maroto que «Suárez fue miembro de un Gobierno que mandó masacrar a la clase trabajadora de esta ciudad“. Un follón, vamos.
Pasadas las marejadas y acercándose el momento de inaugurar, también se produjeron ciertos resquemores. Que si no iba a ser una inauguración como tal sino sólo una visita a las obras que finalmente sí acabó en aurresku; que si en el membrete de las invitaciones sólo estaba el Ayuntamiento cuando el dinero también lo han puesto la Diputación y, sobre todo el Gobierno vasco, institución que ha apoquinado nada menos que el 85% de su coste; que si el gabinete de Javier Maroto convocó el acto coincidiendo con el pleno del Parlamento, de tal forma que ningún miembro del Ejecutivo autonómico podía acudir, oh casualidad… Total, que al final nuestro alcalde tuvo que recular y el lehendakari Urkullu sacó a medio ejecutivo vasco de sus despachos para que estuviera presente y de paso dejar las cosas claritas…
Sea como sea, yo soy mujer de transporte interurbano. Y me alegro de que tengamos un espacio grande y diáfano donde sepas dónde está tu autobús sin correr Los Herrán o José Mardones para arriba y para abajo con tu maleta porque, pongamos un ejemplo, el bus de Pamplona que sale a las nueve es el mismo que llega a esa hora de la capital navarra y tiene que hacer encaje de bolillos para encontrar un hueco para aparcar, amén de que el conductor se ve obligado a cantar el destino para no dejar a nadie en tierra. Aunque la que más voy a echar de menos será esa noche previa a la Semana Santa en el Palacio Europa, donde se reubicaban todas las salidas a los destinos playeros y la Avenida se llenaba de vitorianicos deseosos de un poco del sol de Benidorm, Benalmádena o Alicante. Esa noche, ni aun llegando con una hora de antelación, te asegurabas montarte en el bus correcto. Lo buscabas escondido entre los vehículos con destino Eurodisney o el viaje cultural a tierras castellanas, mientras todos los guías, cartel plastificado en mano, cantaban destinos y agencias como si no hubiera un mañana. Y más de uno se quedaba en tierra entre ese guirigay. Doy fe.
Ahora todo será distinto. Porque tenemos una estación moderna y llena de cristaleras -que no sabemos cuánto costará mantenerlas limpias e intactas, y en las que ya ha habido que hacer una intervención para que los pájaros no se estampen contra ellas-, amplia y acogedora, a las puertas de la ciudad y conectada vía tranvía con el centro. Eso sí, la estación abre sus puertas flamante y esplendorosa pero no es el destino final de muchos buses que llegan de fuera, porque nuestra ciudad sigue cuajada de paradas por diversos puntos de la ciudad en una pelea que no hubo forma de ganar.
Todo comenzó con las dudas que generaba el bus procedente de Bilbao, que cuenta con varias paradas en apeaderos de Tuvisa. Al principio, hasta la propia concejala Idoia Garmendia aseguraba que no tenía sentido mantenerlas con la nueva estación. Bizikleteroak, Eginaren Eginez y los taxistas también se mostraron contrarios, cada uno con sus motivos. Pero nadie pudo contra aquella recogida de firmas de los estudiantes de la UPV que exigían que este bus mantuviera esa 'tournée' por la ciudad ni, por encima de todos, con la propia Diputación de Bizkaia que, al parecer, es la que tiene la última palabra en este asunto. Algo que no entenderé nunca, pero que es así y punto.
Y aquello abrió la caja de Pandora porque los autobuses que unen la capital alavesa con distintas localidades del territorio exigieron con razón que sus paradas por las calles de la ciudad también se respetaran. A ellos se suma una última incorporación, el autobús procedente de Logroño, que no tenía paradas en otros puntos de la ciudad pero que, oye, por qué no, ahora tiene tres. Al menos, todos esos paseíllos se efectúan una vez has podido bajarte en Euskaltzaindia algo que, por supuesto y ya se lo imaginarán, no sienta bien a quien quiere ir a otro punto de la ciudad. Nunca llueve a gusto de todos.
La tercera estación vitoriana en 65 años deja un hueco en mi memoria y en la de muchos y otro en Los Herrán que tampoco sabremos cómo se llenará. En principio parece que será un parque infantil. Sería un buen destino para limpiar los malos humos.
La nueva estación de autobuses ya está en marcha, ¡qué alegría, qué alborozo! Y hordas de vitorianos se han acercado para ver esa terminal que parece un aeropuerto. No es para menos. Más de 20 años hemos tenido que convivir con la provisionalidad del apeadero de Los Herrán cuyos miles de viajeros y cientos de autobuses diarios podrían contar muchas anécdotas.
Como somos así en esta ciudad, esta obra tampoco ha estado exenta de polémica. Coincidiendo con el fallecimiento de Adolfo Suarez, nuestro alcalde Javier Maroto se lió la manta a la cabeza y se apresuró a bautizar la estación con el nombre del político. ¿Por qué? Pues lo único que se me ocurre es el oportunismo y el “bienquedadismo”. Pero seguramente esté equivocada. El caso es que Maroto se metió en un jardín en el que todos los partidos de la oposición se le echaron encima y vinieron a decirle más o menos que quién era él para tomar esa decisión. Y no sólo eso, sino que más de 7.000 vitorianos firmaron una propuesta paralela para bautizar la nueva estación como Tres de Marzo. Aunque el colectivo del mismo nombre aseguró que no fue idea suya, sí que opinó que aquello había sido una provocación y recordó al ilustre Maroto que «Suárez fue miembro de un Gobierno que mandó masacrar a la clase trabajadora de esta ciudad“. Un follón, vamos.