A pesar de que tiendo a quererme me cuesta definirme y decir lo que soy. Periodista, empresario, analista, abogado economista, politólogo, ... Me gustan poco las etiquetas pero me quedo con la de ciudadano activo y firme defensor de la libertad de prensa. He trabajado en la tele y en alguna revista, salgo de vez en cuando en la radio pero lo sitios donde más tiempo he trabajado han sido el Gobierno vasco y el diario El País. Lo que siempre he buscado en el trabajo es divertirme y que me dé para vivir.
Los partidos se hunden
Es tan simple y tan complejo que prefieren obviarlo. No hay encuesta ni taberna en la que la gente no ponga a parir a los partidos. Cuando todo el mundo era rico y miraba a otra parte los partidos vivían cómodos y estaban como parte del paisaje. Nadie se cuestionaba su funcionamiento. Sin embargo, cuando todo son desgracias todas las miradas están puestas en ellos y parece que no se enteran. Me da igual derechas que izquierdas. Los partidos y sus líderes han optado por la coraza y por ese horrible término, “el aparato”.
Miremos lo básico en España y veamos luego el desatino nacional. Los partidos están constitucionalizados en el artículo 6 de forma impecable aunque parece que nadie lo sabe o nadie se lo cree. “Los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política. Su creación y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y a la ley. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos”.
No creo que se le pueda poner pegas a este artículo. Las pegas más bien hay que ponérselas al aparato. Se habla de primarias, secundarias, nuevos líderes y perversas financiaciones y la pregunta es por qué nadie se lo cree. El problema no es sencillo. Hay una brecha terrible entre el militante, el simpatizante y el resto.
Estos últimos, sencillamente ya no se creen nada y optan por incluir a los partidos entre los elementos más condenables de la España actual. Esta postura, aunque comprensible por el desencanto generalizado, tiene un gran problema: ¿cuál es la alternativa? La realidad es que no la veo. Si alguien conoce un sistema democrático que funcione y sea alternativo al de partidos que me lo cuente. Se puede y se debe mejorar pero no creo que los movimientos asamblearios y la mal llamada democracia directa (todas las decisiones deben ser consultadas a todos) sirva para grandes grupos y sea operativa. Sigo pensando que el sistema representativo, más allá de buenismos, es el único que funciona. La otra posibilidad es que llegue un caudillo y nos muestre el camino. Terrible posibilidad.
El segundo grupo, el de simpatizantes, empieza a estar harto y tiene ganas de abandonar. No es que no crean en el sistema de partidos, es que estos ciudadanos empiezan a estar cansados de cómo funcionan los partidos y el hecho de que les prometan que van a votar en unas primarias no es suficiente. Pesa más el hartazgo general, las palabras vacías de los líderes y los escándalos de corrupción, que en tiempos de crisis son aún más imperdonables. Me dan igual los ERES, los trajes, la financiación irregular, el consumo desmedido de puros, las adjudicaciones a dedo de las ITV, los sobresueldos,… Todo ello forma un mapa repugnante de mal uso de los recursos públicos en el que ese 27% de parados y todos sus conocidos o las personas que temen por su empleo no pueden sentirse cómodos. Ni siquiera si han sido simpatizantes y votantes fieles.
Podríamos decir que uno es fiel hasta que deja de serlo porque de forma súbita se rompe el encanto y todo se acaba. El problema es saber qué hay después de la ruptura. ¿De veras cree, por ejemplo, el PSOE que unas primarias y una nueva cara es suficiente? ¿De veras cree el PP que la solución es que el aparato decida sin consultar a nadie quién va a suceder a Antonio Basagoiti al frente del PP vasco? ¿De veras cree el PNV que lo importante es estar en el Gobierno aunque no puedas gobernar porque no tienes apoyos parlamentarios para hacerlo? ¿De veras cree CiU que todo pasa por huir hacia adelante y apostar por que el culpable siempre es el otro? ¿De veras creen todos (incluidos UPyD e Izquierda Unidad) que mirar al rival político como al enemigo con el que nada se va a acordar, porque pactar es ceder y alguien lo puede ver como una debilidad, es lo que quieren los ciudadanos? Pues creo que se equivocan. Hace poco escribía que los gobiernos eran cobardes, pero los partidos que los sustentan aún lo son más. Se alejan y se alejan llevando al sistema a la sima de los populismos.
¿Es lógico que los partidos critiquen los movimientos sociales y les desafíen, como ha hecho el PP, a que se presenten a las elecciones? La respuesta es no. En democracia caben partidos y movimientos y la crítica es la esencia del sistema. El propio Parlamento tiene entre sus funciones la de control, es decir, la de vigilar al Gobierno. Y esta no es una función menor.
Un partido, cualquier partido, debería dejar de actuar como si fuera una religión donde prima el dogma de fe. Y esto me lleva al tercer grupo, el de los afiliados. Sé que generalizar es peligroso pero los afiliados tienen que convencerse de que un partido es un instrumento al servicio de los ciudadanos. La realidad es que los partidos se han convertido en clubes donde el aparato controla y los militantes se preocupan más por el bien del partido que por el bien de la sociedad. Me produce terror la frase “el partido dice” o esa otra de “qué va a decir el partido”. Por no completar el dibujo con el “qué hay de lo mío”. En otras palabras, con la militancia a cambio de algo y la necesidad de los partidos y sus dirigentes de satisfacer a sus afiliados no hay futuro.
Ya sé que el camino no es fácil, pero creo que con inspirarse en ese estupendo artículo 6 de la Constitución nos iría bastante bien.
Es tan simple y tan complejo que prefieren obviarlo. No hay encuesta ni taberna en la que la gente no ponga a parir a los partidos. Cuando todo el mundo era rico y miraba a otra parte los partidos vivían cómodos y estaban como parte del paisaje. Nadie se cuestionaba su funcionamiento. Sin embargo, cuando todo son desgracias todas las miradas están puestas en ellos y parece que no se enteran. Me da igual derechas que izquierdas. Los partidos y sus líderes han optado por la coraza y por ese horrible término, “el aparato”.
Miremos lo básico en España y veamos luego el desatino nacional. Los partidos están constitucionalizados en el artículo 6 de forma impecable aunque parece que nadie lo sabe o nadie se lo cree. “Los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política. Su creación y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y a la ley. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos”.