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Sobre este blog

'Ecos de dos guerras, 1936-1945' tiene por objetivo el de divulgar las historias de vascos y navarros en cuanto a su participación en dos de las contiendas bélicas que definieron el devenir de buena parte del Siglo XX. Con este blog, la intención de la Asociación Sancho de Beurko es rescatar del anonimato a los miles de personas que constituyen la columna vertebral de la memoria histórica de las comunidades de vascos y navarros, en ambos lados de los Pirineos, y de sus diásporas de emigrantes y descendientes, con principal énfasis en la de Estados Unidos, durante el periodo de 1936 a 1945.

Guillermo Tabernilla es investigador y fundador de la Asociación Sancho de Beurko, una organización sin ánimo de lucro que estudia la historia de los vascos y navarros de ambas vertientes de los Pirineos en la Guerra Civil Española y en la Segunda Guerra Mundial. En la actualidad es su secretario y community manager. Es a su vez editor de la revista digital Saibigain. Entre 2008 y 2016 dirigió el catálogo del “Cinturón de Hierro” para la Dirección de Patrimonio del Gobierno Vasco y es, junto con Pedro J. Oiarzabal, investigador principal del Fighting Basques Project , un proyecto de memoria sobre los vascos y navarros en la Segunda Guerra Mundial en colaboración con la federación de Organizaciones Vascas de Norte América.

Pedro J. Oiarzabal es Doctor en Ciencias Políticas-Estudios Vascos por la Universidad de Nevada, Reno (EEUU). Desde hace dos décadas su trabajo se ha centrado en la investigación y consultoría sobre políticas públicas (ciudadanía en el exterior y retorno), diásporas y nuevas tecnologías, y memoria social e histórica (historia oral, migración y exilio), con especial énfasis en el caso vasco. Es autor de más de una veintena de publicaciones. Ha sido autor del blog “Basque Identity 2.0” de EITB y “Diaspora Bizia” de EuskalKultura.eus. En Twitter @Oiarzabal.

Josu M. Aguirregabiria es investigador y fundador de la Asociación Sancho de Beurko. En la actualidad es su presidente. Especialista en la Guerra Civil en Álava, es autor de varias publicaciones relacionadas con esta temática entre las que destaca “La batalla de Villarreal de Álava” (2015) y “Seis días de guerra en el frente de Álava. Comienza la ofensiva de Mola” (2018).

Puedes leer aquí nuevos contenidos sobre cine y memoria histórica.

Felipe Del Río, biografía y testimonios inéditos sobre la muerte del 'As' de Euzkadi

Felipe Del Río en uniforme de aviador. Voló todo tipo de aviones en el norte y se convirtió en un piloto de caza extraordinario (Adela Del Río, vía David Gesalí)

Asociación Sancho de Beurko

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“A la memoria de Gregorio Arrien (1936-2019) por su incansable labor en rescatar del olvido el exilio infantil de Euskadi de 1937”

Entre 1936 y 1937 las Fuerzas Aéreas del Norte (FFAA) —el llamado popularmente “Circo Krone”-, escribieron, en palabras de quien fuera jefe de la aviación de la República durante la pasada Guerra Civil, Ignacio Hidalgo de Cisneros, “una de las epopeyas más extraordinarias de la historia de la aviación”, hazaña solo equiparable a la actuación de la 1ª Escuadrilla del Grupo 26 durante las operaciones de Cataluña de 1939, y el capitán Felipe Del Río Crespo es, sin duda, su figura más emblemática y el único que llegó a ostentar la categoría de “As” durante la desigual batalla que se libró en los cielos de la cornisa cantábrica (otros, como Miguel Zambudio, lo conseguirían más tarde, durante el transcurso de la guerra en otros frentes). En este artículo, además de hacer su biografía, hemos incluido los testimonios de tres vecinos del barrio del Juncal (Trapagaran) que fueron testigos de sus últimos instantes de vida, los cuales han sido aportados a los autores por Joseba Iribar, generoso historiador local y cronista de este municipio minero que nos honra con su amistad y ayuda. Partiendo de esta memoria local, responderemos a la pregunta de cómo falleció el bravo piloto cántabro.

Según la documentación consultada por uno de los autores de este blog, Guillermo Tabernilla, en el Archivo Histórico del Ejército del Aire (AHEA, sito en Villaviciosa de Odón), Del Río, de familia acomodada, nació en el barrio de Nueva Montaña (Peñacastillo, Cantabria) el 9 de septiembre de 1912 y su infancia, probablemente a causa del fallecimiento de su madre, transcurrió en casa de sus abuelos de Peñacastillo, donde, según dice Vicente Talón, debió aprender inglés a través de su abuela, que era británica. Joven despierto y hábil, alternaba sus estudios en la Escuela de Artes y Oficios de Santander con el trabajo en un taller metalúrgico y pronto destacó como tornero. Justo antes de cumplir el servicio militar se graduó como perito mecánico. Acompañó a su padre a Venezuela, país en el que vivió dos años, y a su regreso la familia se instaló en el número 6 de la calle General Eguía de Bilbao. Obtuvo el título de piloto civil hacia 1933, seguramente de la mano de los hijos del aviador santanderino Juan Pombo (Ignacio y Teodosio), que había abierto una escuela de vuelo (Aero Pombo) en los terrenos del campo de fútbol de Sondika (Bizkaia). También voló aquel tiempo desde Lamiako (Leioa, Bizkaia).

En noviembre de 1933, cuando fue llamado a filas por la caja de reclutas de Santander, (¿Su padre?) pidió al general José Fernández de Villa-Abrille que intercediese para que fuese destinado a los Servicios de Material e Instrucción de Aviación Militar, sitos en el aeródromo madrileño de Cuatro Vientos (Madrid). Villa-Abrille escribió al comandante Ángel Pastor, a la sazón jefe del Servicio de Aviación desde la proclamación de la Segunda República, para que facilitase el ingreso del joven en la incipiente arma aérea, a lo que accedió. Una vez en Cuatro Vientos, ocupó plaza en el curso de transformación a aviador militar, graduándose como cabo piloto tras volar en aviones De Havilland DH-60 “Moth” y DH-9. Rafael Permuy dice en Spanish Republican Aces que participó en la Vuelta Aérea a España y en un espectáculo aéreo en Barajas, siendo promovido a sargento de complemento en 1935. Durante su estancia en el aeródromo madrileño sufrió un grave accidente de vuelo, del que pudo recuperarse. Cuando estalló la sublevación militar del 18 de julio de 1936 se encontraba en casa de sus padres en Bilbao, ofreciéndose de inmediato en defensa de la legalidad republicana al Gobernador Civil de Vizcaya, José Echevarría Novoa, junto al también piloto Sebastián San Vicente, quien fuera concejal del Partido Republicano Radical Socialista (PRRS) en la capital alavesa. Ambos fueron enviados a Donostia-San Sebastián el 21 de julio, sobrevolando con una avioneta DH-60 “Moth” (posiblemente, del aeroclub de Vitoria) a las tropas sublevadas al mando de Vallespín en el cuartel de Loyola, lanzando proclamas y algunos artefactos caseros y proyectiles de artillería, pues no se disponía de bombas. Pronto comenzarían, partiendo desde Madrid, los vuelos de los aviones de las Líneas Aéreas Postales Españolas (LAPE) que, tras ser provistos de lanzabombas de fortuna, fueron los primeros vectores de bombardeo del Gobierno de la República en el frente norte. La llegada de Madrid a Lasarte de dos Breguet XIX (militares), una Leopard Moth y una Monospar ST-12 (civiles) cambió un tanto las cosas y Felipe Del Río participó en misiones de combate que partían desde la capital donostiarra a los frentes guipuzcoanos, hasta el 17 de agosto, día en que evacuó a Lamiako junto a los alféreces Cándido Carpio, José Rivera (pilotos) y Ángel Viudez (radio) y el sargento Pedro Fuentes (bombardero), siendo inmediatamente trasladados al campo de Sondika (1).

En aquel momento, el aeródromo de Sondika aún no estaba del todo operativo y se encontraba en medio de una frenética actividad para acondicionar la pista de despegue y demás servicios a su nueva actividad militar. El testimonio de Luis Rodrigo (2) hace referencia a una época en la que este pertenecía a la jefatura administrativa de aquellas obras, a cuyo frente estaba el presidente de las Juventudes Socialistas de Ugao-Miraballes Sr. Caballero, mientras que de la dirección de los trabajos —unos 2.000 obreros en tres turnos de 8 horas-, se encargaba el sobrestante de Obras públicas de la Diputación de Vizcaya, José Garay Allende. Rodrigo recordaba a Del Río vivamente, pues acabaría ingresando en la escuadrilla de caza por petición del bravo piloto montañés, pero no adelantemos acontecimientos.

Felipe Del Río permaneció como sargento piloto junto a los alféreces Carpio y Rivera en la plantilla del aeródromo de Sondika (mientras en la del campo de Lamiako, bajo la dirección de Luis Cerro, pasaban revista José María Yanguas y Julio Alegría, dos pilotos civiles militarizados que acabarían pasándose a los rebeldes) hasta la llegada de los aviadores soviéticos y sus nuevos aviones, pero antes tomó parte en la ofensiva de Oviedo de primeros de octubre de 1936, pasando a operar desde el aeródromo de Carreño bajo las órdenes del capitán Manuel Cascón, nombrado jefe de las Fuerzas Aéreas del Norte en sustitución de Eloy Fernández Navamuel. La biografía del AHEA también le incluye en una operación de bombardeo sobre el aeródromo de Burgos. En esta época pilotó normalmente los sexquiplanos Breguet XIX, que se vieron reforzados por otros tres llegados de Sariñena el 16 de septiembre, hasta totalizar cinco.

El 2 de noviembre de 1936, formando parte de la Operación X (el envío de armas de la URSS al Gobierno de la República), llegó al puerto de Bilbao el vapor Andréiev, un moderno mercante botado apenas seis meses antes que traía cañones, ametralladoras, fusiles, vehículos blindados y 15 cazas Polikarpov I-15 “Chato”. También viajaban un total de 39 especialistas, incluyendo a pilotos y personal de vuelo bajo el mando del comandante de brigada (konbrig) Borís Turzhanski. Tras montar los aviones en La Albericia (Santander), base de referencia de las FFAA del Norte, comenzaron las misiones de combate y, como los aviadores soviéticos no tenían intención de quedarse más que el tiempo necesario (un total de 6 meses), seleccionaron a los dos pilotos que consideraron más adecuados para hacer la transición al ágil biplano de caza, que desequilibraría la balanza durante un breve período de tiempo como aparato de superioridad aérea en detrimento de los Heinkel He 51 (más tarde llegaría al norte el monoplano Messerschmitt Bf 109, superior al “Chato” en todos los aspectos). Se trataba de Felipe Del Río y Juan Roldán Maldonado, que tuvieron que adaptarse sobre la marcha en virtud de sus extraordinarias capacidades. A finales de noviembre la escuadrilla llegó al campo de Lamiako para tomar parte en las operaciones de Villarreal, en el frente alavés.

Durante el mes de diciembre de 1936, en que la actividad de las FFAA del Norte se trasladó en apoyo de la ofensiva sobre Vitoria, Del Río pilotó el Breguet XIX n.º 107 (el único de los que voló en el norte del que se ha conservado su libro) en un vuelo de traslado de Asturias a Sondika y de seguido bombardeó el frente el día 7, y también lo voló el 8 (bombardeo sobre Villarreal), el 10 (entrenamiento), el 13 (pruebas), el 17 (bombardeo) y finalmente el 20 (pruebas), siendo muy posible que también alternase con los cazas —Roldán hacía lo mismo-, comenzando una carrera meteórica que le llevaría a hacerse cargo del mando de la propia escuadrilla tras la marcha de los aviadores soviéticos, con los que volaría aún cuatro meses más. El 28 de diciembre, cuando ya había sido ascendido a brigada y se encontraba a los mandos de un “Chato”, se le acreditó el derribo de un bimotor DH-89 Dragon Rapide (que, sin embargo, pudo aterrizar en el campo de Lasarte, Gipuzkoa, a pesar de haber sido totalmente acribillado a balazos) y el 4 de enero de 1937 el de un Junkers Ju 52 tras una incursión de la Legión Cóndor sobre Bilbao (3). Ese día, la tragedia se cernió sobre la población reclusa derechista que se encontraba en las cárceles que jalonaban la cuesta de Zabalbide (Larrínaga, Ángeles Custodios, Casa Galera y El Carmelo) cuando una turba incontrolada con la ayuda de milicianos vascos las asaltó con el resultado de 225 personas asesinadas. Todo comenzó con el derribo del Ju 52 por parte de Del Río. Dos de sus tripulantes saltaron en paracaídas antes de que el avión se estrellase en el monte Arraiz, Bilbao. Uno de ellos, llamado Adolf Hermann, cayó en la zona de Jaro Arana y fue víctima de la indignación de la gente, que se ensañó con su cadáver y arrastró sus despojos hasta derivar en una manifestación espontánea que fue creciendo a su paso por San Francisco y se encaminó por la calle Bailén hacia Gran Vía y el Hotel Carlton, sede eventual de la presidencia del Gobierno de Euzkadi, para pedir la cabeza del segundo aviador, llamado Karl Gustav Schmidt, y al no conseguir su propósito se dirigió a por los presos en busca de venganza.

Tras el fallecimiento del cordobés Roldán, que fue derribado ese mismo día sobre Zeberio, Bizkaia, Del Río quedó como único español en la escuadrilla de caza. Todos los demás eran soviéticos. Además de esta, las FFAA del Norte también tenían una escuadrilla mixta formada por los Breguet y algunos aparatos más, principalmente civiles militarizados y poco efectivos (una estampa tan grotesca como heroica que daba verdadero sentido al apelativo de “Circo Krone”), con los que bombardear a las tropas rebeldes siguiendo el eje principal de las operaciones, como sucedió con motivo de la ofensiva sobre Oviedo de febrero de 1937, que supuso de nuevo el desplazamiento a Asturias de toda la aviación republicana. Obviamente, eso incluía a los cazas, pues aquellos aviones superados no podían volar sin escolta, dejando a Bilbao sin protección, lo que motivó la protesta del Lehendakari José Antonio Aguirre. El comienzo de la ofensiva del general Mola del 31 de marzo de 1937 llevó aparejada tal concentración de medios aéreos por parte de las aviaciones alemana e italiana que se estableció una superioridad absoluta en este frente de la que los valientes pilotos de la República ya nunca se recuperarían. El capitán Manuel Cascón fue relevado en el mando de las FFAA del Norte por el capitán José María Valle.

Felipe Del Río era un joven de cabello oscuro, delgado, bien parecido y baja estatura (fue tallado en la caja de reclutas de Santander con 1,66 m). De carácter afable y simpático, dejó un bonito recuerdo entre los niños de Lamiako, para los que era toda una celebridad. Rodrigo recordaba el momento en que se quedó al mando de la escuadrilla tras la marcha de los aviadores soviéticos al comienzo del mes de abril de 1937:

Una vez que todos los pilotos que volaban con los cazas eran españoles, se organizó la escuadrilla de caza que se denominó I-15, por ser este el modelo de avión que componía la escuadrilla. En esta organización figuraba como Piloto Jefe Del Río, un joven muy agradable y valiente. Como jefe de tierra se encontraba Luis Otaño, que siguió hasta la extinción de todas las operaciones. Del Río me preguntó si quería pertenecer a la escuadrilla y habiéndole contestado afirmativamente, seguí con la misma al servicio de Luis Otaño hasta el final. Me consultó si aceptaba porque me advirtió que habría que estar fuera de Bilbao continuamente y podía no interesarme ese puesto […] A partir de ese momento, la escuadrilla tuvo que realizar todas las misiones que le ordenaban de la jefatura de aviación, saliendo también a los frentes o a la defensa de Bilbao.

Ante la falta de profundidad de los aeródromos, demasiado cercanos al frente, y la noticia del comienzo inminente de la ofensiva rebelde, el mando decidió que todos los aviones de las FFAA del Norte estuviesen alejados de los campos de Lamiako y Sondika, ya que se encontraban más protegidos en La Albericia. Así pues, cuando comenzaron las operaciones el 31 de marzo, no quedaba ni un solo avión republicano en la zona vasca, pero regresaron inmediatamente y para las 12.45 h de ese mismo día los “Chatos” de Felipe Del Río (ya ascendido a teniente de aviación) atacaron al DH 89 Dragon Rapide “Capitán Pouso”, entablándose un breve combate que terminó con el avión rebelde huyendo hacia Vitoria con el bombardero muerto o herido. Para entonces, la escuadrilla de caza dispuso de varios pilotos recientemente llegados al teatro de operaciones para pilotar los nuevos cazas Letov S-231, cuyo concurso se demoraría algunos días por problemas con las cintas de munición de las ametralladoras, pasando a relevar paulatinamente a los aviadores soviéticos en los “Chatos”, aunque no en todos los casos, pues alguno como Olmos sería derribado volando el Letov. Según aparecen en la lista de revista del día 1 de abril de 1937, se trataba de los tenientes Julián Barbero, Hilario Márquez y Vicente Valls y los sargentos Antonio García Borrajo, Miguel Zambudio, Andrés Rodríguez Panadero, Juan Olmos, Vicente Ferrer, Antonio Grau, José Martínez Sáez y Antonio Torroella. Poco después llegarían Rodríguez de la Cueva, Tomás Baquedano, Leopoldo Morquillas y José González Feo. El día 2 de abril los “Chatos” tuvieron un nuevo encontronazo con los aviadores rebeldes en el frente alavés y, tras un combate sin consecuencias, regresaron a Lamiako. La aviación rebelde pronto se cebaría con este aeródromo y, tras el bombardeo del 8 de abril, solo le quedaban a la escuadrilla cuatro aviones en estado de vuelo (dos habían sido destruidos en tierra y tres estaban averiados), mientras que la escuadrilla de Letov apenas tenía tres operativos y dejó de ser apta para el combate. Sin embargo, tras un ímprobo esfuerzo del personal de tierra, que repararon los aviones averiados en un tiempo récord, pronto se pudo disponer de siete “Chatos”.

En un mes de abril de pésimas condiciones climatológicas y continuos contraataques de las tropas vascas en el Saibigain y puerto de Urkiola (Bizkaia), los pocos cazas disponibles vieron reducida su participación en los frentes a la mínima expresión, ofreciendo protección a los aviones del Krone en la única ocasión en que estos bombardearon las posiciones franquistas, lo que tuvo lugar el día 12 con motivo de la Orden General del Cuerpo de Ejército de Euzkadi, pero sobre todo se dedicaron intensamente a proteger Bilbao y los pueblos de su entorno, trabando combate con la aviación rebelde los días 13 y 18. En esta última jornada se atribuyó a Del Río el derribo de un Dornier Do 17 de la Legión Cóndor alemana y el día 20 un Breguet XIX. En aquella lucha desesperada y en total inferioridad, a la par que se perdían aviones, también se perdían las vidas de los jóvenes pilotos de la República. El 15 de abril fue derribado sobre Otxandio (Bizkaia) por los Fiat C.R.32 italianos el “Chato” del sargento Rodríguez de la Cueva y el 22 el del propio jefe de la escuadrilla, el ya capitán Felipe Del Río. Un derribo que aún hoy está sujeto a cierta controversia, si bien es claramente atribuible a los extraordinarios monoplanos Messerschmitt Bf 109.

Y es que la biografía que hemos hallado en el AHEA hace referencia a que Evaristo López, capitán del destructor “José Luis Díez” (más conocido como “Pepe el del puerto” por su querencia a no salir de su amarre en Portugalete) mantuvo que el “Chato” de Del Río fue derribado por el cañón antiaéreo del buque al confundirlo con un avión enemigo, versión que también defendía Vicente Talón. Sin embargo, Jesús Salas Larrazábal dedicó un extenso y documentado artículo en el número de agosto de 1982 de la Revista de Aeronáutica y Astronáutica titulado “La verdad sobre la muerte del capitán Felipe Del Río” apoyándose no solo en documentos oficiales, sino en las declaraciones de aquellos con los que volaba cuando sucedieron los hechos. Tanto las autoridades vascas como las del gobierno de Valencia coincidieron en afirmar que el valiente aviador cántabro había fallecido en combate. El parte del Ministerio de Marina y Aire decía que “ayer la aviación enemiga realizó seis bombardeos sobre Bilbao y pueblos de la zona fabril. Nuestros compañeros de caza combatieron con el enemigo durante esas seis incursiones […] En uno de los combates resultó muerto el heroico capitán Felipe del Río, recientemente ascendido por haber derribado seis aparatos facciosos”. El parte de las FFAA del Norte del día 22 de abril publicado en la prensa reflejaba una actividad frenética con un total de seis vuelos de combate de la escuadrilla de caza. A las 10.10 h despegó en alerta una patrulla ante la llegada de tres bimotores a Bilbao, a los que hicieron huir; a las 11.24 h de nuevo por otra incursión sobre Bilbao, pero sin ver ningún aparato enemigo; a las 13.00 h despegaron las dos patrullas en vuelo de protección sobre Bilbao ante la presencia de tres bimotores que arrojaron sus bombas ante la acometida de los “Chatos”; a las 14.20 h una patrulla que se elevaba en vuelo de vigilancia de los frentes se encontró en la vertical de Bilbao a siete bimotores en la vertical de Bilbao, haciendo sobre ellos “más de cuatro mil disparos, viendo como las balas se incrustaban en el fuselaje de uno de ellos”; a las 15.45, durante un nuevo vuelo sobre los frentes, trabaron combate con 20 aparatos enemigos en el sector Elorrio-Elgueta a los que pusieron en fuga hacia Donostia-San Sebastián, no sin asegurar haber derribado un “bombardero de marca extraña”; finalmente, a las 16 h una patrulla despegó de Lamiako para interceptar una formación de nueve bombarderos con escolta de cazas, con la que trabó combate, declarando haber derribado dos aparatos por la pérdida de uno propio, que sería el de Felipe Del Río (4). No pudo evitarse que se bombardeasen las localidades de Bilbao, Zorroza, Barakaldo y Erandio, causando siete muertos y unos 36 heridos ingresados en el Hospital de Basurto y otros 19 atendidos en el cuarto de socorro del centro de la villa.

Tras entrevistar a varios pilotos de la escuadrilla de “Chatos” a finales de los años 70 del pasado siglo, Salas señala que los rusos abandonaron la unidad a mediados de abril y que Del Río quedó al mando de esta, designando a los tenientes Baquedano y González Feo al mando de sendas patrullas, pues no había más aviones disponibles. El día 22 despegaron de Lamiako Del Río, González Feo, Barbero y Morquillas para atacar a los bombarderos alemanes, intentando repetir la hazaña del día 18 (cuando derribaron a un Do 17), pero en esta ocasión venían escoltados por los recién llegados Bf 109. A continuación, los cuatro aviadores sufrieron serios contratiempos durante el combate y posterior aterrizaje (resultando heridos Barbero y Morquillas al tomar tierra bruscamente en Sondika), pero fue el propio jefe de la escuadrilla quien resultó peor parado, ya que fue abatido en la primera pasada de los cazas alemanes, cayendo sobre las marismas del río Galindo en los límites de las localidades de Barakaldo, Sestao y Trapagaran, muy cerca del caserío Gandarias y del barrio del Juncal, como explicaremos a continuación tras una exhaustiva búsqueda de fuentes orales de nuestro amigo Joseba Iribar. Los datos que aporta son extraordinarios y revelan en primicia, según testigos, los últimos momentos de Felipe Del Río. Lamentablemente, Joseba no pudo encontrar el acta de defunción en ninguno de los juzgados de paz de los ayuntamientos citados, documento que revelaría las heridas que causaron la muerte al valiente aviador cántabro, pero mucho nos tememos que serían de bala, ya que parece que fue ametrallado después de saltar en paracaídas. El combate fue visto por numerosas personas desde Sestao, Beurko, San Vicente y el Juncal, pero fueron los vecinos de este último barrio, especialmente los niños, quienes primero acudieron al lugar del impacto, acostumbrados a moverse con rapidez por los límites de la marisma del río Galindo (llamados Porranchas), corriendo por el vallado, como llamaban al dique o muna que impedía que las subidas de la marea les inundaran las huertas. Los siguientes testimonios corresponden a tres individuos de las familias Basarrate, Ortuondo y Zarraonaindia, todos ellos vecinos del Juncal. Algunos son incluso de la misma persona, tomados en diferentes días, y los incluimos todos por el interés que tienen como documento, intentando preservar, dentro de lo razonable, la identidad del informante:

Testimonio 1. Se dio un combate encima de San Vicente, sobre Sestao y terrenos de El Juncal. Los vecinos del barrio desde aquí lo llegaron a contemplar desde la campa. Este día también estaban los niños de 12 años Isatxu y Rafa. Vieron como el avión fue abatido, saltando en paracaídas Felipe del Río. El avión no llegó entero al suelo. Mientras el piloto descendía, los aviones franquistas le siguieron ametrallando.

Los primeros en llegar al lugar de las marismas donde cayó, concretamente en frente de la tejera de la Rivera, delante del caserío Gandarias, fueron Isatxu y Rafa. Felipe Del Río estaba envuelto en el paracaídas y aún vivía; cuando se acercaron los dos muchachos omitía sonidos con la voz, murió muy rápido.

El motor del avión estaba medio hundido a escasos siete metros del piloto, del resto del avión estaba todo esparcido. Este motor se sacó de las marismas con las vacas de la familia Ortuondo.

Testimonio 2. El avión explotó en el aire y Del Río salió despedido en paracaídas. Según caía el mismo caza que le sacudió, dando vueltas en torno a Del Río, le ametrallaba según descendía. Cayó en las Porranchas. Al acercarse Isatxu y Rafa con una tercera persona le quitaron de la boca el paracaídas, que era una tela muy fina. Al rato llegó gente y la policía de la zona de Barakaldo, que les decían a los chavales del Juncal: “¡Fuera de aquí!”, pero los chavales les respondían: “¿Por qué nos vamos a ir de aquí si hemos llegado primero?”. Al final, se quedaron para ver qué pasaba.

Felipe Del Río, cuando llegó Isatxu, aún abría los ojos y miraba abriendo la boca como si quisiera hablar. El motor cayó frente a la casa de Gandarias (Sestao); del impacto se introdujo en el suelo.

La zona de Porranchas donde cayó Del Río, del lado del Valle (Del lado derecho de la carretera nueva según se va a Barakaldo).

Un tal Dobaran y su esposa; el matrimonio estaba escondido en la casa cerca de donde cayó el motor, en esos momentos. Esta casa era doble, la de Gandarias, eran dos vecinos, los Dobaran y los Bidaurrazaga (La familia de estos Bidaurrazaga vivía en El Juncal). Esta casa estaba a la izquierda donde ahora está la gasolinera.

Testimonio 3. Este combate se dio del medio día al comienzo de la tarde, era un día claro y de mucho sol. En el cielo se podían ver los aviones bombarderos de Franco, que sobrevolaban más bajo, quizás, por el peso de las bombas que los cazas nacionales o la escolta que les protegían desde mayor altura “Y como brillaban los jodidos”.

Este día el objetivo era bombardear la central eléctrica de la Babcock Wilcox para paralizarla cortándola el suministro eléctrico. Objetivo que no lograron.

Los vecinos del Juncal desde la calle Sol lo fueron contemplando. Isatxu vio todo el combate desde la tejavana de los Besga.

Lo que se veía desde el barrio era que los chatos salían de la zona de Lamiako para impedir el bombardeo a la BW, mientras iban cogiendo altura sobre Barakaldo. Los nacionales surcaban el cielo y a veces se metían por la zona del Regato-Barakaldo.

Los cazas o escoltas de los bombarderos de los nacionales son los que le dieron a Del Río. Estos cazas bajaban en picado ametrallando y volvían a subir para realizar la misma maniobra, la de bajar en picado y ametrallar a su objetivo.

Del Río, al ser afectado, se tiró en paracaídas y los cazas, haciendo unos grandes círculos alrededor de él, lo iban ametrallando a medida que descendía. Al llegar Isatxu con Rafa, le retiraron el paracaídas de la cabeza; a penas se le veía la cara por el gorro o lo que llevaba puesto, solo se le veía parte de la cara los labios y los ojos claramente. Del Río ya no podía hablar, pero sus ojos se quedaron marcados en nosotros.

Testimonio 4. Los chatos salieron del aeropuerto de Lamiako; para coger vuelo y altura hicieron el círculo sobrevolando San Vicente-Barakaldo. Aquel día estaba Isatxu con Rafa viendo el combate desde la tejavana de los Besga. Cuando llegamos, Felipe aún alentaba. Los Dobaran, los del caserío Gandarias, habían estado trabajando la huerta y casi les cae el motor encima. Rafa Ortuondo, del Juncal, con los bueyes fue el que sacó el motor que quedó casi enterrado.

Los aviones republicanos salían o tomaban vuelo hacía la playa y de aquí levantaban vuelo hacía El Juncal. Los cazas bajaban en picado disparando contra los chatos, los chatos eran ese día varios aviones republicanos. Dos cazas en particular ametrallaron a Del Río.

Testimonio 5. Estaba yo en la huerta limpiando remolachas para el ganado, y Del Río se tiró en paracaídas. El paracaídas era blanco y quedó encima tapándole una vez que cayó al suelo. El lugar donde cayó del Río fue en la zona del Valle, entre el vallado y la marisma.

En seguida llegaron los de Barakaldo, o sea policías, y ya no nos dejaron estar allí, así que la gente empezó a marcharse para casa. Este día, al ver el paracaídas, algunos trabajadores de la B.W. dejaron el trabajo y se acercaron allí, entre ellos el que por entonces era mi novio, y me dijo al verme: “¿Qué haces aquí?”, y le dije: “¿Y tú qué haces aquí en vez de estar en la fábrica? Pues lo mismo que tú”.

Las fábricas sonaban las sirenas, tres pitadas para esconderse todo el mundo y un pito más largo para poder salir de donde te habías metido o refugiado.

Este día salí de casa después de comer, quizás también de echar la siesta sobre las cuatro de la tarde. Fui al terreno que teníamos al otro lado de la carretera. Allí estaba sacando nabos y remolachas a la vez que las iba metiendo en una cesta grande, cuando sonaron las sirenas de las fábricas. Yo en ese momento no tenía donde ir y me quedé en la huerta. Allí llegaron los aviones y pasé mucho miedo porque no tenía donde esconderme. Ese día estaba en la huerta cortando los nabos para las vacas con unas botas de goma puestas.

El capitán cayó en terreno del Valle, muy cerca del caserío Gandarias en Sestao, entre el dique y la ría, o sea en el pedazo de marisma. Todo ello cerca del otro lado del cementerio de Barakaldo, pero en terreno del Valle.

Cuando llegué, ya habían llegado algunos de Barakaldo y entre ellos la policía. Vi el paracaídas blanco donde estaba el capitán. Pronto nos mandaron que nos retiráramos

¿Era lícito disparar a un piloto abatido que, al caer sobre su terreno en paracaídas, podía volver a subir a un avión y combatir? Cada piloto perdido, y más si se trataba de un líder como Felipe Del Río, era un verdadero drama para las FFAA del Norte porque apenas podía reponerlos. Quizás, por ello, pudiera decirse que una acción como esta era un acto de guerra más, e incluso pudiera llegar a justificarse, pero no todos los aviadores eran capaces de matar a un enemigo indefenso a sangre fría, violando un código ético no escrito. Ese día, el llamado “As de la aviación de Euzkadi” tuvo la peor de las suertes. No sería el único. Exactamente un mes después, el 22 de mayo, le pasó lo mismo a otro piloto de la escuadrilla de caza del norte, el sargento Diéguez, que fue derribado y posteriormente ametrallado cuando descendía en paracaídas durante una misión de protección al “Circo Krone” en los frentes vascos, y seis días después sobre Santander a Baquedano. El derribo de Felipe Del Río y otro que se apuntaron los alemanes ese día —y que no fue tal como hemos visto-, fueron asignados al teniente Radusch y al sargento Heilmayer, según el libro de Karl Ries y Hans Ring The Legion Condor. A history of the Luftwaffe in the Spanish Civil War. 1936-1939. Los informantes de Joseba Iribar dicen que al principio se rumoreó por toda la zona que el avión había sido alcanzado por un proyectil (de artillería), pero de la noche a la mañana se extendió la especie de que en realidad había sido derribado por los aviones rebeldes. ¿Disparó el “José Luis Díez” sobre el avión de Felipe Del Río? Si fue así, desde luego no les interesaba a las autoridades airear semejante noticia, que podía acrecentar el descrédito de la marina de guerra republicana en un momento crítico de la lucha, y ya sabemos cómo se extienden los rumores. Pero, sabiendo que los primeros Bf 109 estaban armados solo con ametralladoras, no es normal que el avión se desintegrase y el motor se desprendiese de la estructura, pasando a estrellarse en las inmediaciones del caserío Gandarias. Es bastante posible que fuese alcanzado por un cañonazo, quizás después de que lo hiciesen los cazas alemanes.

Como no podía ser de otro modo, la prensa de Bilbao se hizo eco de la pérdida sensible del carismático aviador, si bien de modo desigual; Euzkadi Roja, Tierra Vasca y La Tarde incluyeron la noticia en primera plana el 23 de abril, mientras que Lan-Deya hizo lo propio el día 24. Euzkadi Roja publicaba un obituario totalmente laudatorio (en el que se le tildó de “patricio del heroísmo y mártir de la patria”) y enfatizaba la defensa que el aviador hacía de Bilbao y sus gentes, incluyendo a “las madres bilbaínas, los gaztechus […] a toda la población civil a la que amenazaban desde las alturas de su impune cobardía los pajarracos negros del fascismo”. Tierra Vasca, por su parte, hacía hincapié en la tremenda popularidad que despertaba entre sus vecinos de Bilbao el aviador cántabro: “Ya los niños de La Casilla, de Indauchu, de todas esas calles que, camino de su casa, recorría modestamente, como avergonzado de su popularidad, el joven piloto Del Río, no tendrán que esperar la hora acostumbrada para, juntamente con él, marchar alegres y bulliciosos buscando la palabra cariñosa que, orgullosamente, les mostrara como amigos del ídolo popular”, destacando, además de su heroísmo, su faceta de hombre modesto. La tarde seguía el mismo tono laudatorio de Euzkadi Roja con el titular “Lleno de gloria. El capitán Felipe del Río” y anunciaba el lugar y la fecha del sepelio. Lan-Deya dedicó un sentido homenaje al héroe: “¡Cuánto te debe Euzkadi! ¡Cuánta es nuestra deuda para contigo que luchaste como el héroe de leyenda por nuestro pueblo!”. La lucha de clases incluía la noticia en la página 4, señalando que “había conmovido profundamente a todo el pueblo vasco, que guardaba una admiración especial para el hombre que cada día, a cada instante, se jugaba la vida por defender las de los demás”. También confinaban la noticia a las páginas interiores Euzkadi y Unión; este último le dedicaba una columna en la página 3 titulada “Un héroe. Felipe del Río”.

El sepelio por el alma de Felipe Del Río se celebró a las 9 de la mañana del sábado 24 de abril de 1937 en la iglesia del Carmen de Indautxu y después el cadáver fue trasladado a Getxo. Entre las autoridades que acompañaron a la familia en la comitiva se encontraba el teniente coronel de Aviación Ismael Warleta —jefe de armamento de las FARE, recién llegado de Madrid en vuelo directo para asistir al entierro-, militar que, dado lo arraigado de sus convicciones religiosas, tuvo que verse muy conmovido de poder asistir a un funeral católico en zona republicana. El Lehendakari Aguirre, que seguía de cerca las evoluciones de quien llegó a ser conocido como “As de Euzkadi”, se sintió profundamente conmovido por la pérdida del piloto cántabro, pues dejaba a Bilbao sin aviones, como refleja en el siguiente telegrama: “Nuestros cazas derribaron dos aparatos enemigos muriendo lucha heroica capitán del Río, dejando sin dirección escuadrilla cazas. Bombardeado aeródromo Lamiaco obligado cazas aterrizar Sondica capotando varios de ellos actualmente reparación. Para mañana queda un solo caza”. Situación que fue aprovechada por la aviación rebelde para bombardear impunemente, registrándose el día 24 de abril ataques sobre Erandio, Leioa, Getxo, Berango y Galdakao y el 26 el raid que arrasó Gernika. El personal de tierra de las FFAA del Norte trabajó denodadamente para poner en estado de vuelo cuatro “Chatos” a primeros de mayo. Una guerra se libraba en el gobierno de Valencia para acabar con el primer ministro Francisco Largo Caballero, a quien los hombres de Stalin odiaban, e Indalecio Prieto, el más bilbaíno de todo el gabinete de ministros, se las vio y se las deseó para burlar el boicot soviético y enviar al norte los aviones que tanta falta hacían, pero dos expediciones se vieron frustradas en Francia y los primeros “Chatos” de refuerzo tuvieron que partir en vuelo directo desde Algete (Madrid) atravesando todo el territorio rebelde. Era el 22 de mayo de 1937. Había pasado un mes desde que fuese derribado Felipe Del Río, perdiéndose un tiempo precioso que ya no se recuperaría.

(1) Guillermo Tabernilla: “El Circo Krone. La epopeya de los pilotos de la República en el Norte” en El informe de la República por la pérdida del Frente Norte. Ediciones Beta, Bilbao, 2013 El Circo Krone. La epopeya de los pilotos de la República en el Norte“ en El informe de la República por la pérdida del Frente Norte. Ediciones Beta, Bilbao, 2013

(2) El testimonio de Rodrigo está recogido en AAVV. (2002). Crónica de la Guerra Civil de 1937-1937 en la Euskadi peninsular. Tomos I, III y V. Sendoa: Oiartzun. Dirigida por José Antonio Urgoitia.

(3) La biografía que se encuentra en su expediente en el AHEA llega a atribuirle el derribo de dos Heinkel He 51 durante la batalla de Villarreal y un Fokker XII “pilotado por Montesinos”, pero es bastante dudoso. De hecho, ni siquiera se puede saber a quién corresponde el único He 51 derribado, pudiendo ser atribuible también a un piloto soviético. Tampoco coincide con la documentación consultada por los autores (listados de revista de las FFAA del Norte) la cronología de los ascensos, ya que fue brigada hasta el mes de abril, cuando asciende de golpe a teniente y capitán por la marcha de los soviéticos. Fue ascendido a mayor a título póstumo.

(4) Euzkadi Roja del 23-4-1937 (Hemeroteca Diputación Foral de Bizkaia).

Sobre este blog

'Ecos de dos guerras, 1936-1945' tiene por objetivo el de divulgar las historias de vascos y navarros en cuanto a su participación en dos de las contiendas bélicas que definieron el devenir de buena parte del Siglo XX. Con este blog, la intención de la Asociación Sancho de Beurko es rescatar del anonimato a los miles de personas que constituyen la columna vertebral de la memoria histórica de las comunidades de vascos y navarros, en ambos lados de los Pirineos, y de sus diásporas de emigrantes y descendientes, con principal énfasis en la de Estados Unidos, durante el periodo de 1936 a 1945.

Guillermo Tabernilla es investigador y fundador de la Asociación Sancho de Beurko, una organización sin ánimo de lucro que estudia la historia de los vascos y navarros de ambas vertientes de los Pirineos en la Guerra Civil Española y en la Segunda Guerra Mundial. En la actualidad es su secretario y community manager. Es a su vez editor de la revista digital Saibigain. Entre 2008 y 2016 dirigió el catálogo del “Cinturón de Hierro” para la Dirección de Patrimonio del Gobierno Vasco y es, junto con Pedro J. Oiarzabal, investigador principal del Fighting Basques Project , un proyecto de memoria sobre los vascos y navarros en la Segunda Guerra Mundial en colaboración con la federación de Organizaciones Vascas de Norte América.

Pedro J. Oiarzabal es Doctor en Ciencias Políticas-Estudios Vascos por la Universidad de Nevada, Reno (EEUU). Desde hace dos décadas su trabajo se ha centrado en la investigación y consultoría sobre políticas públicas (ciudadanía en el exterior y retorno), diásporas y nuevas tecnologías, y memoria social e histórica (historia oral, migración y exilio), con especial énfasis en el caso vasco. Es autor de más de una veintena de publicaciones. Ha sido autor del blog “Basque Identity 2.0” de EITB y “Diaspora Bizia” de EuskalKultura.eus. En Twitter @Oiarzabal.

Josu M. Aguirregabiria es investigador y fundador de la Asociación Sancho de Beurko. En la actualidad es su presidente. Especialista en la Guerra Civil en Álava, es autor de varias publicaciones relacionadas con esta temática entre las que destaca “La batalla de Villarreal de Álava” (2015) y “Seis días de guerra en el frente de Álava. Comienza la ofensiva de Mola” (2018).

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