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Obsesión hipermusculada: alrededor de 700.000 personas sufren vigorexia en España

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8:00. Otro lunes más. Antes de ir a desayunar, Lander se sube a la báscula mientras se mira al espejo. Tiene un físico horrible. De hecho, está más delgado que el día anterior y sus músculos son incluso más pequeños que la semana pasada. Aunque lleve casi cinco años acudiendo al gimnasio sin apenas descanso y cumpliendo una estricta dieta, esta es la sensación que tiene a diario Lander Larrimbe cuando ve su reflejo. Ni las constantes felicitaciones por parte de sus familiares y amigos gracias a su increíble físico han conseguido que pueda dejar de pensar que sus músculos no son lo suficientemente grandes. 

Lander sufre lo que se conoce como vigorexia. Todavía no está catalogada como una enfermedad, pero sí como un trastorno mental no necesariamente alimentario. “Las personas que lo padecen tienen una gran preocupación por su estructura corporal al considerarla demasiado pequeña o poco musculosa”, explica Karmele Salaberria, doctora en Psicología Clínica por la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). Al igual que en todo tipo de preocupaciones similares, la diferencia para que pase de ser normal a patológica tiene que ver con la intensidad, duración y, sobre todo, interferencia de esa inquietud respecto a la vida cotidiana.

En España, según un informe del Colegio de Farmacéuticos de Barcelona, se calcula que hasta 700.000 personas podrían tener este trastorno también conocido como complejo de Adonis. Además, el propio estudio afirma que el perfil de vigoréxico más común tiende a ser de un hombre de entre 18 y 35 años. 

Los primeros indicios de esta patología suelen ser comunes en todos aquellos que la padecen. “El inicio es cuando se comienza a organizar el día priorizando el gimnasio, hasta el punto que predomina en la vida diaria de esa persona por seguir un plan muy meticuloso y concreto”, señala Maitane Nieto, profesora de Psicología de la Salud en la Universidad del País Vasco.

El inicio es cuando se comienza a organizar el día priorizando el gimnasio, hasta el punto que predomina en la vida diaria de esa persona

Distanciamiento social

Esta obsesión tiende a ir empeorando con el paso del tiempo debido a que cada vez se priorizan más las sesiones de gimnasio o la dieta, hasta el punto de evitar cualquier distracción que pueda poner en peligro el seguimiento de ese plan. “La típica situación que suele ocurrir es el distanciamiento social, ya sea no acudir a fiestas para no tomar alcohol o no aparecer en comidas con amigos para no saltarse la dieta”, sostiene Maitane Nieto. 

Esto suele conducir al efecto “bola de nieve”, que significa que el problema cada vez se va haciendo más grande con el paso del tiempo. Según la doctora Karmele Salaberria, la situación se agrava cuando se deja de ser consciente de que existe una obsesión con el cuerpo: “Hay personas que son incapaces de cuestionarse y de reconocer que están sufriendo vigorexia y continúan viviendo su vida tratando de hacer como que ese problema no está presente”. 

Suele manifestarse de manera gradual, aunque a cada persona le afecte de una manera diferente. En el caso de Álvaro López, estudiante de Administración y Dirección de Empresas en la UPV/EHU y exvigoréxico, este trastorno se apoderó de su vida sin que se diera cuenta. “Cuando llevaba menos de cinco meses yendo al gimnasio comencé a ponerme ropa muy ancha para que no se me vieran los brazos, porque sentía que eran muy delgados”, describe López. 

Además, la dieta también comenzó a cambiar su rutina habitual. Pasó de hacer tres comidas sencillas diarias a ingerir más de 4.000 calorías por día para ganar la mayor masa muscular posible. Según el Instituto Nacional de la Salud de Estados Unidos, un hombre de unos 75 kilogramos y 180 centímetros de altura debería consumir una media de 3.100 calorías al día, por lo que Álvaro López, que pesaba alrededor de 77 kilos en esa época, superaba con creces la cifra recomendada. 

El tipo de dietas que suelen seguir las personas que padecen el complejo de Adonis tienden a ser dietas hiperprotéicas que, como su nombre indica, consisten en consumir una gran cantidad de proteínas por comida. Una gran ingesta de este nutriente significa la exclusión de alimentos ricos en hidratos de carbono, que es la sustancia que nos otorga energía. Álvaro López notó con el paso del tiempo que no tenía la misma energía que cuando comenzó a ir al gimnasio: “Yo abusé de las proteínas durante meses, lo que hacía que no tuviera la energía suficiente para afrontar el día al no meter hidratos de carbono por casi ningún lado”.

Yo abusé de las proteínas durante meses, lo que hacía que no tuviera la energía suficiente para afrontar el día al no meter hidratos de carbono por casi ningún lado

Cánones de belleza

La obsesión con la musculatura es una consecuencia directa de los cánones de belleza establecidos por la sociedad actual que afectan tanto a mujeres como a hombres. De acuerdo con una encuesta realizada en España por Birchbox, una empresa estadounidense de productos de maquillaje, el 93% de las usuarias afirmó que la sociedad impone un canon de belleza para la mujer. 

En la propia encuesta se afirma que esta influencia viene establecida por los medios de comunicación, por la publicidad y por las redes sociales. Los anuncios de ropa interior, por ejemplo, donde aparecen hombres musculosos y mujeres esbeltas con cuerpos que rozan la perfección hacen que aquellas personas que consumen estos contenidos se sientan obligadas a tener cuerpos similares para ser aceptadas por la sociedad. 

Respecto a las redes sociales, hay cientos de perfiles de personas que generan contenido relacionado con el gimnasio. Estos usuarios, al igual que ocurre en la publicidad, tienden a ser hombres y mujeres con unos músculos muy desarrollados. Además, suben fotos y vídeos que, aunque no estén manipulados, acentúan notablemente su físico gracias a las luces que utilizan o al 'pump'. El 'pump' ocurre cuando la sangre inunda los músculos y produce un aumento temporal de su tamaño después de un intenso esfuerzo. 

Según la profesora Maitane Nieto, los cánones de belleza son la razón principal para generar el complejo de Adonis: “Lo que hace que nos veamos peor de lo que somos es la constante comparación que nos hacemos con los demás, lo que nos hace pensar que nunca es suficiente”. Karmele Salaberria, a diferencia de Maitane Nieto, no considera que esa sea la causa principal para desarrollar vigorexia: “Es cierto que a lo largo de la historia la sociedad ha influido en lo que se considera un cuerpo bello o atractivo, pero sólo las razones sociales no explican la patología”.

A lo largo de la historia la sociedad ha influido en lo que se considera un cuerpo bello o atractivo, pero sólo las razones sociales no explican la patología

Uso de esteroides anabólicos

En los casos más extremos de aquellos que sufren este trastorno mental se produce el consumo de esteroides anabólicos. Son compuestos químicos que otorgan un extra de testosterona, la hormona sexual principal de los hombres. Gracias a esta sustancia se desarrolla de manera más rápida el vello facial, una voz profunda y, lo que más interesa a los vigoréxicos, el crecimiento muscular. En definitiva, se utilizan para potenciar una hormona ya existente en el cuerpo humano con objetivos meramente estéticos. 

Sin embargo, el consumo de esta sustancia de manera abusiva e incontrolada puede acarrear efectos secundarios muy graves. De acuerdo con el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de Estados Unidos, las consecuencias del exceso de esteroides anabólicos pueden ir desde el desarrollo de acné hasta ataques cardíacos, pasando por cáncer de hígado. Se puede observar que los posibles efectos son más graves que los beneficios que se obtienen por consumirlos, que no dejan de ser un aumento de los músculos. 

Más perjuicios que beneficios

“Por suerte estuve tomándolos menos de seis meses, pero sí que noté un pequeño cambio en la voz y en algunos músculos”, sostiene Pablo Bueno, estudiante de Ingeniería Biomédica en la Universidad de Navarra y antiguo consumidor de esteroides. Dejó de usarlos porque leyó que acarreaban más perjuicios que beneficios: “En cuanto vi que podías sufrir ataques al corazón o impotencia sexual dejé de tomarlos al momento”. A raíz de esos efectos secundarios el uso de estos productos químicos está completamente ilegalizado a menos que sea por prescripción médica. 

En cuanto vi que por consumir esteroides podías sufrir ataques al corazón o impotencia sexual dejé de tomarlos al momento

La vigorexia también afecta a las superestrellas

La dismorfia muscular es un trastorno que puede afectar a cualquier persona, incluidas las mayores celebridades del mundo. Uno de los últimos famosos en sumarse a la lista de aquellos que padecen el complejo de Adonis fue Miguel Herrán, actor que representa a Río en 'La Casa de Papel'. En una imagen que subió a Instagram junto a un texto, el intérprete español afirmó que tiene prohibido mirarse en algunos espejos de su casa para no obsesionarse, puesto que en el pasado ya había tenido épocas donde no era capaz de controlar la preocupación por su físico. 

Robert Pattinson, un hombre de actualidad por su reciente papel como protagonista en 'The Batman', fue premiado en 2020 como el hombre más bello del mundo por el Centro para la Cirugía Cosmética y Facial Avanzada de Londres. A pesar de este galardón, el actor británico aseveró que en 2013 sufrió trastorno dismórfico corporal, ya que odiaba quitarse la camiseta o ir al gimnasio por no tener ningún músculo marcado.

Lady Gaga, cantante y actriz ganadora del Oscar a mejor canción original, también admitió en la campaña 'Body Revolution' de 2012 haber sido víctima de diferentes trastornos mentales alimentarios que hicieron que se obsesionara con su estética y salud. La artista afirmó haber tenido bulimia y anorexia desde que tenía 15 años, hasta que consiguió superarlas con el paso del tiempo tras aceptar su cuerpo tal y como era.

El hecho de que figuras públicas tan populares sufran y humanicen este tipo de trastornos contribuye a que el resto de víctimas también se animen a contarlo a sus seres queridos con el fin de poder ser ayudados. “Lo más importante, sin duda, es que en el momento en el que sentimos que la preocupación por nuestro físico se nos va de las manos debemos contarlo inmediatamente”, subraya la doctora Karmele Salaberria.

“Lo que más me ayuda para poder intentar superar la vigorexia es ver a otras personas que la han vencido, sean famosas o no”, manifiesta Lander Larrimbe. Según Pablo Bueno, la clave para poder dejar a un lado la dismorfia muscular está en disfrutar del deporte como “hábito saludable” para sentirse bien y no como una “exigencia” para transformar nuestro cuerpo. Álvaro López resume el que, para él, es el camino idóneo para poder superar este trastorno mental: “La mejor decisión que tomé fue comenzar a entrenar para sentirme mejor conmigo mismo y no para agrandar mis músculos. Me di cuenta que debía practicar deporte para mejorar la mente y no solo el cuerpo”.

8:00. Otro lunes más. Antes de ir a desayunar, Lander se sube a la báscula mientras se mira al espejo. Tiene un físico horrible. De hecho, está más delgado que el día anterior y sus músculos son incluso más pequeños que la semana pasada. Aunque lleve casi cinco años acudiendo al gimnasio sin apenas descanso y cumpliendo una estricta dieta, esta es la sensación que tiene a diario Lander Larrimbe cuando ve su reflejo. Ni las constantes felicitaciones por parte de sus familiares y amigos gracias a su increíble físico han conseguido que pueda dejar de pensar que sus músculos no son lo suficientemente grandes. 

Lander sufre lo que se conoce como vigorexia. Todavía no está catalogada como una enfermedad, pero sí como un trastorno mental no necesariamente alimentario. “Las personas que lo padecen tienen una gran preocupación por su estructura corporal al considerarla demasiado pequeña o poco musculosa”, explica Karmele Salaberria, doctora en Psicología Clínica por la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). Al igual que en todo tipo de preocupaciones similares, la diferencia para que pase de ser normal a patológica tiene que ver con la intensidad, duración y, sobre todo, interferencia de esa inquietud respecto a la vida cotidiana.