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Paulita Pappel, productora porno: “Si quiero tener sexo por dinero, es mi decisión”

Maddi Beguiristain Garaikoetxea

25 de diciembre de 2020 21:56 h

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A Pulita Pappel siempre le había interesado la pornografía. Sus padres son feministas de lo que se llama “segunda generación”, por lo que la educaron en la idea de que todo lo relacionado con el trabajo sexual eran herramientas del patriarcado para explotar a las mujeres. Esto le generaba un conflicto interior que se disipó cuando dejó España para irse a Berlín. Se fue del país “escapando de la idiosincrasia católico-fascista” y en la capital alemana conoció a mujeres que trabajaban en el mundo de la pornografía como herramienta de activismo político. Empezó como actriz, pero en un contexto en el que hacía prácticamente todo de manera autónoma. Por lo tanto, también tocaba otros ámbitos como el de la dirección o la producción. Fue poco después cuando se lanzó a presentarse a castings y a trabajar con otras personas del mundo de la pornografía, como por ejemplo, Erika Lust. Actualmente, sigue apareciendo delante de la cámara en los proyectos que le interesan, pero se ha centrado más en su labor como productora. Así, dispone de su propia plataforma, Lustery, y también está a punto de sacar su propia serie. Además, es organizadora del Porn Film Festival de Berlín, un festival de cine alternativo que se centra en la sexualidad, la política, el feminismo y el género.

¿Qué diferencias encuentra entre el porno feminista y el porno mainstream?

Me parece un poco peligroso o problemático hacer esta distinción. Los medios de comunicación utilizan mucho el concepto porno mainstream para hablar sobre todo en negativo, para criticar las influencias malas en los niños, en la juventud… Sin embargo, creo que el concepto del porno mainstream es un una falacia. ¿Qué es el porno mainstream? La industria del porno es muy grande y diversa. Si hace referencia a compañías comerciales, ahí también entraría por ejemplo Erika Lust e incluso yo misma. Creo que estamos tratando de aglutinar el porno mainstream como un producto homogéneo y canónico, y no es cierto que sea así. Dentro del porno mainstream hay más diversidad de cuerpos y sexualidades que en las películas de Hollywood. Al hacer hincapié en esta distinción estamos reproduciendo la idea de “porno alternativo bueno”/“porno convencional malo”. Es decir, estamos reproduciendo el estigma de las trabajadoras sexuales y en general de la pornografía. Esto es tirarnos piedras en nuestro propio tejado.

Entonces, ¿por qué etiqueta sus producciones como feministas?

Es una decisión personal llamar a mi producto “feminista”, porque en mi caso, por ejemplo, me considero a mi misma feminista. Para mi el feminismo es una manera de analizar la sociedad y las estructuras dominantes de poder, de discriminación y violencia que hay. Desde el porno intento plantear alternativas a esas estructuras. Esa es mi definición, y creo que cada persona que trabaja en el porno y se considere feminista (Erika Lust, Petra Joy…) dará una diferente. Lo que tenemos en común puede ser que por lo menos hemos hecho una reflexión sobre los roles de género normativos y que intentamos subvertirlos.

Para muchos adolescentes la pornografía es su única fuente de educación sexual. ¿Qué opina de que en los vídeos porno se simulen situaciones de violación u otro tipo de escenas agresivas? ¿Cree que los consumidores pueden llegar a normalizar estas actuaciones?

Se trata de ficción. Me parece muy importante tener representaciones de violencia precisamente porque puede ser una manera de vivir nuestras fantasías de forma segura. Creo que la consecuencia puede ser la contraria, no normalizar la agresividad en la vida real, sino canalizar esa violencia y tentaciones, lo cual es muy importante para nuestra salud mental y sexual. Eso sí, evidentemente tiene que estar hecho de manera ética – sino no es porno, es violación-.

Lo importante es que se haga igual que en el cine, donde las películas de miedo están categorizadas para ciertas edades y se tiene cuidado en que un niño o una persona adolescente entienda que es ficción y que no es una realidad. Igual que ven Superman y saben que no pueden saltar por la ventana y volar… Un adolescente es perfectamente capaz de diferenciar lo que es real de lo que no. Si de verdad estamos preocupados por la educación sexual de las personas, lo importante es romper el tabú que hay entorno al porno y hablar abiertamente de ello con los adolescentes. Cuanto más secretismo haya sobre la pornografía y sobre el sexo en general, peor equipados van a estar los adolescentes para tener una relación sana con la sexualidad. El problema no es el porno, es la falta de educación.

¿Se puede vivir exclusivamente de la pornografía?

Como actriz, si pretendes actuar solamente en películas o producciones que se autodenominen feministas, no es fácil ganarte la vida solo con eso, no es sostenible. El mercado todavía no es lo suficientemente grande. Lo que pasa es que muchas actrices hacen porno feminista y también hacen porno mainstream. Es verdad que cada vez hay más puertas abiertas para un porno diverso y que está encontrando su espacio en el mercado. No obstante, aunque cada vez haya más gente interesada en un porno alternativo, existe a la vez otro movimiento en contra de la pornografía y del trabajo sexual que está cada vez más rabioso. Es decir, por un lado se abre el mercado, y por el otro hay gente intentando bloquearlo.

¿Opina que es liberador para la mujer mercantilizar el sexo?

En general hay un concepto respecto a la sexualidad de las mujeres que está muy anticuado y es muy sexista, que es considerar que el sexo es algo especial que hay que tratar de manera diferente. Todo esto viene de las religiones, sobre todo de las monoteístas, las cuales consideran en sexo como “otra cosa”. Lo cierto es que tiene que ver con el control que hay sobre la sexualidad de las mujeres, que está ligada a conceptos como la virginidad.

Podemos compararlo con la comida, por ejemplo. Puede que a ti te guste cocinar para tu pareja y que te parezca algo muy íntimo, y no por eso el hecho de ir a un restaurante significa amancillar la comida. El sexo hay que entenderlo igual, simplemente como cualquier otra parte de la vida de los seres humanos. Hay muchas cosas que las personas podemos disfrutar en nuestra vida privada de una manera no comercial, pero al mismo tiempo puede haber un mercado sobre ello. Lo importante es regular que ese mercado tenga condiciones de trabajo justas y seguras.

Se espera que las mujeres siempre tengamos sexo por amor, por matrimonio, por tener hijos… Pero nunca por sexo. Eso es lo problemático, ya que estamos quitándole la agencia sexual a las mujeres. Igual que el movimiento pro-aborto, en el cual se defiende que las mujeres deciden si quieren estar embarazadas o no, dentro del trabajo sexual también está el movimiento político que defiende que las mujeres elijan por qué tienen sexo. Si quiero tener sexo por dinero, es mi decisión.

¿Cómo se establecen las prácticas sexuales que se ejecutarán en el rodaje? ¿Quién pone los límites?

Hay diferentes tipos de rodajes. En algunos el sexo no está para nada coreografiado ni escrito, es completamente libre lo que hagan los performers. Eso sería lo más amateur, o como me gusta llamarlo a mí, lo más documental, ya que no estás escenificando a unos personajes, sino que estás cogiendo a personas y dejándoles hacer lo que quieren mientras tu lo documentas. El otro extremo es tener ciertas posiciones o dinámicas que quieres reproducir. Por ejemplo, un guion en el que quieres que la mujer al principio esté de X manera, que luego se vuelva dominante y que el hombre esté atado… en esos casos tienes que buscar a actrices y actores que quieran hacer eso y tu casting será diferente. El día del rodaje se suele sentar a los actores y hablar más específicamente de la escena, de lo que le gusta a cada actor etc.

Y después ya se rueda. Y si después de acordar la escena un performer se echa para atrás, ¿qué pasa?

En cualquier película, sea pornografía o no, si hay algún perfomer que de repente no se siente preparado para hacer su trabajo hay que saber adaptarse a las cosas. En una película larga sería un gran problema porque lo grabado anteriormente no valdría para nada y acarrearía unas pérdidas económicas muy serias, pero en la pornografía normalmente las producciones suelen ser más cortas. Lo que se haría en esa situación sería hablar con la persona sobre qué quiere hacer y qué no, para negociar si desea hacer la escena de otra manera o quiere directamente parar y no hacer nada. En ese caso no se le paga porque no ha hecho la escena, pero se cancela y punto. Se trataría de una pérdida que el productor debe asumir, pero de ninguna manera se le obliga a seguir. 

¿Cree que habría que pagar para ver porno o está a favor de las plataformas que lo ofrecen de manera gratuita?

Creo que igual que con cualquier otro producto audiovisual o creativo, hay que pagar por la pornografía. Si la gente no paga, las productoras se hunden. Esto dificulta sobre todo la labor de las productoras pequeñas, más alternativas, de producir contenido que sea diverso en cuanto a cuerpos, narrativas, sexualidades etc. Estas grandes plataformas antes simplemente robaban contenido y lo ofrecían de manera gratuita, y así es como se hicieron tan grandes. Ahora está todo más regulado y no pueden hacerlo. Cuando nuestro material está pirateado y se encuentra en otras plataformas, podemos decirles “oye, es nuestro material, bórralo”, y es un poco rollo pero sí que lo acaban quitando. Es un tema muy complejo y deberíamos analizarlo en su complejidad, desde como ha cambiado la industria y a donde puede ir. Tal vez así se encontraría la manera de que, si estas plataformas grandes quisieran apoyar a plataformas pequeñas dándoles visibilidad, lo hicieran. Así resultarían positivas. Todavía no estamos ahí pero vamos a ver qué pasa. 

A Pulita Pappel siempre le había interesado la pornografía. Sus padres son feministas de lo que se llama “segunda generación”, por lo que la educaron en la idea de que todo lo relacionado con el trabajo sexual eran herramientas del patriarcado para explotar a las mujeres. Esto le generaba un conflicto interior que se disipó cuando dejó España para irse a Berlín. Se fue del país “escapando de la idiosincrasia católico-fascista” y en la capital alemana conoció a mujeres que trabajaban en el mundo de la pornografía como herramienta de activismo político. Empezó como actriz, pero en un contexto en el que hacía prácticamente todo de manera autónoma. Por lo tanto, también tocaba otros ámbitos como el de la dirección o la producción. Fue poco después cuando se lanzó a presentarse a castings y a trabajar con otras personas del mundo de la pornografía, como por ejemplo, Erika Lust. Actualmente, sigue apareciendo delante de la cámara en los proyectos que le interesan, pero se ha centrado más en su labor como productora. Así, dispone de su propia plataforma, Lustery, y también está a punto de sacar su propia serie. Además, es organizadora del Porn Film Festival de Berlín, un festival de cine alternativo que se centra en la sexualidad, la política, el feminismo y el género.

¿Qué diferencias encuentra entre el porno feminista y el porno mainstream?