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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

La fuga (Nuevas Generaciones)

Me pregunto si se fugó Imanol cuando dejo Euskadi para estudiar en Madrid porque creía que tendría más oportunidades. Si se fugo Ana, la hermana mayor de Jon, que ahora vive en Valencia en una casa de la que ya no pueden echarle. O si mi hermano estaba fugado cuando durante años se buscaba la vida por medio mundo.

Ellos no escapaban de nada. Se iban, y se jugaban mucho, algunos todo, por hacer su vida en una tierra donde había más oportunidades. No se “fugaban” de una España en crisis. Solo de la Euskadi con el metro cuadrado más caro del país. En la que el prestigio de nuestra educación no es tan grande como dicen quienes nos gobiernan. Y donde, ya entonces, que un joven se emancipase antes de los 30 era tan probable como lo contrario.

Y Ovaldina, mi tía abuela, que marchó- que diría ella- como muchos gallegos para buscar una vida mejor. Euskadi, Cataluña o Suecia, que es donde acabó ella, era el final de un largo viaje, y el comienzo de un proyecto sin fecha final. Emigrar era desaparecer y el Skype o el Whatssapp, ciencia ficción.

Eran otros tiempos, pero parece que todo se repite. El paro, especialmente sangrante en lo que respecta a los jóvenes, y la difícil perspectiva de futuro que hemos vivido durante estos años, ha provocado que muchos jóvenes se vayan en busca de las oportunidades que no encuentran aquí. Y eso es tan lógico como dramático. Lo es cada vez que alguien ve frustrada una expectativa más que razonable, la de desarrollar un proyecto de vida personal y profesional en su tierra.

Sin embargo, después de todo lo vivido en los últimos años, soy optimista, no porque lo sea habitualmente, lo soy porque creo que hay motivos para confiar. Tal vez porque la prima de riesgo se ha deshinchado. O quizá sea porque nos salvamos de aquel rescate que todos vimos inminente. O será consecuencia de esos datos comparables con años mejores. El caso es que yo también veo el final de este oscuro túnel. Aunque todos esos cambios, el optimismo con el que escribo, no se nota en mi entorno, desgastado por demasiados años de esta puñetera crisis.

Y hasta llegar aquí muchas reformas. Esfuerzos que hemos hecho todos y que no han gustado a nadie. Un camino largo, pero necesario para recuperar ese país en el que uno pueda irse, pero no tenga que fugarse. Si volverán dependerá de la situación económica, pero también de los proyectos personales de cada cual. Ovaldina sí, volvió a Galicia, lo hizo jubilada, dejando hijos y nietos en Suecia. Se lo pedía el cuerpo, supongo.

Meses después, cuando sus hermanos dejaron de ser unos desconocidos, murió.

Me pregunto si se fugó Imanol cuando dejo Euskadi para estudiar en Madrid porque creía que tendría más oportunidades. Si se fugo Ana, la hermana mayor de Jon, que ahora vive en Valencia en una casa de la que ya no pueden echarle. O si mi hermano estaba fugado cuando durante años se buscaba la vida por medio mundo.

Ellos no escapaban de nada. Se iban, y se jugaban mucho, algunos todo, por hacer su vida en una tierra donde había más oportunidades. No se “fugaban” de una España en crisis. Solo de la Euskadi con el metro cuadrado más caro del país. En la que el prestigio de nuestra educación no es tan grande como dicen quienes nos gobiernan. Y donde, ya entonces, que un joven se emancipase antes de los 30 era tan probable como lo contrario.