Con un solo dato se entiende el enorme reto para la transición energética que habrá que afrontar en los próximos años: de todas las fuentes de energía, el 80 % es combustible fósil hoy, un porcentaje que habrá que reducir drásticamente para alcanzar el objetivo de la neutralidad climática en 2050. “Conlleva una descarbonización profunda, de energía 100% renovable”, resume Fernando Espiga, responsable de transición de Tecnalia en una de las sesiones virtuales organizada por este centro tecnológico perteneciente a la alianza BRTA.
“En este contexto, la solución pasa por la innovación y la tecnología”, según Espiga, que considera que la transición es un proceso “complejo, porque es un cambio radical y estructural” que se está abordando desde la experimentación de soluciones diversas, hibridando tecnologías y con modelos de transición distintos en función de regiones e incluso ciudades. “Hay que tratar de alinear este proceso con los planes de desarrollo local e industrial de cada lugar”, añade.
Para las empresas, hay retos pero también oportunidades nuevas, como por ejemplo “los nuevos modelos de negocio basados en datos, que favorezcan un rol más activo del consumidor en el proceso”, indica el responsable de Tecnalia, que enumera otros como el desarrollo de nuevos materiales. Las energías renovables suponen la descentralización de la generación de energía, con nuevos sistemas de almacenamiento como, por ejemplo, la energía fotovoltaica instalada en los propios edificios. Todo esto conlleva nuevas necesidades que van a ser respondidas desde la digitalización, porque “va a facilitar el rol más activo del usuario final, que no solo va a consumir, sino que va a generar energía, va a dar servicios de almacenamiento, etc.”, enumera Espiga. Ese rol activo también irá acompañado de mayores necesidades de dispositivos con los elementos de seguridad y ciberseguridad precisos.
El responsable de Tecnalia indica como tendencias el desarrollo tecnológico de renovables “cada vez más competitivas, con un coste de producción menor” y la electrificación de la energía, con formas directas, como la fotovoltaica y la eólica, pero también con la electrificación no directa, como el hidrógeno verde y los combustibles sintéticos, la alternativa para la industria de procesos de alta temperatura o el transporte pesado.
Espiga señala el hidrógeno de alto valor como uno de los tres elementos básicos sobre los que trabajar. Los otros dos son hacer que las renovables sean más competitivas -con elementos de la industria 4.0 como la sensórica avanzada, la analítica de datos o el mantenimiento predictivo- e impulsar la electrificación inteligente –en la generación, el almacenamiento y el consumo, electrificando edificios con almacenamiento térmico, con el despliegue del vehículo eléctrico, con electrificación eficiente de la industria que incluya aprovechamientos de calores residuales de su actividad, etc.-. Los tres elementos están relacionados, insiste: “a más necesidad de hidrógeno verde, necesitaremos más energías renovables para crearlo, y a más demanda de energías renovables, necesitaremos una red más inteligente y eficiente”.
La transición energética post Covid-19
Tanto Espiga como el gerente de Petronor Innovación, Elías Unzueta, y Francisco Laverón, responsable de Política Energética en Iberdrola, coinciden en la conversación en que, en las semanas previas a la pandemia del nuevo coronavirus, la transición energética estaba cobrando un ritmo renovado gracias a hitos como la aprobación por parte de la Comisión Europea del Pacto Verde Europeo. ¿Frenarán la pandemia y sus efectos esa evolución?
El confinamiento “nos ha hecho conscientes de nuestra vulnerabilidad ante factores externos, por lo que es más urgente hacer la transición energética”, resalta desde Iberdrola Laverón. Unzueta añade: “la necesidad de descarbonización es necesidad imperiosa […], creo que con la enfermedad Covid-19 nos va a suceder algo en la línea de lo que ocurrió en Bilbao y en Bizkaia con las inundaciones de 1983: fue una situación que arrasó con buena parte del tejido comercial de la ciudad, pero se convirtió en una oportunidad para transformar el modelo de ciudad y encaminarla a lo que es hoy”.
Espiga pone como ejemplo que se están buscando soluciones a las carencias ante la enfermedad Covid-19 como la relocalización de cadenas productivas, que suponen reducir el consumo energético y que “aprovechan las oportunidades de la circularidad”.
En todo caso, Euskadi y España están en una buena posición de partida, con recursos renovables, buena preparación de la industria y la logística para la transición, coinciden en la conversación con Espiga tanto Unzueta como Laverón. Ambos inciden en que las buenas infraestructuras para la distribución de energía se tienen que reforzar con una mejor conectividad con Europa para impulsar las redes de intercambio de energías renovables. Laverón enfatiza que “tenemos una gran oportunidad por delante y tenemos que aprovecharla, cuanto antes mejor”.
¿Quién paga la transición energética?
La eterna pregunta que se hacen muchos sectores empresariales y muchos consumidores es quién afrontará los costes de este cambio. “Hace unos años las renovables eran caras, pero se está produciendo un cambio y son las más baratas del mix energético”, apunta Laverón, “el vehículo eléctrico es más caro hoy, pero antes de 2025 va a ser más barato que la movilidad con combustibles fósiles”.
“La descarbonización no se hace solo por una cuestión medioambiental, sino por el beneficio económico y social, va a generar industrialización y puestos de trabajo; sí va a haber gente afectada […] pero todos los beneficios de esta transición tienen que tener en cuenta que no haya nadie, ni consumidores ni regiones, que se queden atrás”. Ambos responsables de Iberdrola y Petronor coinciden en que el “beneficio para la sociedad va a ser muy positivo”. Unzueta cree que un sector potente de renovables será tractor a la hora de descarbonizar otros sectores y recuerda que el transporte pesado, como el marítimo o la aviación, y la industria intensiva en alta temperatura tienen grandes retos por delante.
“Los fondos de inversión han empezado a rotar sus carteras a favor de las inversiones verdes”, señala Espiga desde Tecnalia. Laverón destaca que todas las inversiones de Iberdrola son limpias y que este año superarán los 10.000 millones de euros invertidos para impulsar la economía sostenible.
El Grupo SPRI impulsa la I+D de las empresas vascas con herramientas, activos, ayudas, grupos de trabajo y alianzas con el fin de potenciar la investigación y generar nuevas tecnologías, con programas como Elkartek, Emaitek o Hazitek, cuya información puedes obtener aquí.