En este espacio se cuentan 27 historias de personas que han sido o siguen siendo usuarias de los servicios públicos forales encargados de favorecer la inclusión social de la Diputación de Bizkaia. Los testimonios figuran en un libro editado por el Departamento Foral de Empleo, Inclusión Social e Igualdad de la Diputación. Conviene asomarse a estas historias de vida de tanta gente que se queda en las orillas de una sociedad que va demasiado deprisa y mira pocas veces hacia quienes deja a sus costados. Los testimonios han sido transcritos con austeridad narrativa, tratando de respetar su tono. Se han respetado también algunas expresiones de jerga que utilizaron mientras se animaban, hacían chistes de su vida, miraban al techo o se emocionaban al borde de la lágrima. El objetivo de la obra es ofrecer ejemplos del destino que se da al dinero público y los efectos beneficiosos que esta inversión tiene en las personas de nuestro territorio, personas que se encuentran en alto grado de vulnerabilidad social.
“A mí quien me ha rehabilitado es la psicóloga de aquí”
Éramos cuatro hermanos, dos chicas y dos chicos. Una familia normal, con el padre trabajador, mi madre era ama de casa. Yo desde los 12 empiezo a ser un poco rebelde, hacía piras al cole y me metía en problemas. Íbamos a El Corte Inglés a robar bolígrafos y cosas así. Tuve algunas detenciones de los vigilantes y luego, para pagar lo que te habían pillado robando y que no se enteraran los padres, pues robabas de nuevo.
Perros callejeros
Más tarde empecé a robar cervezas en los camiones y desde muy joven empecé a consumir alcohol, alguna borrachera ya cogíamos. Con trece años también pasé por el Tribunal Tutelar de Menores del Campo Volantín porque les robábamos a los chavales del barrio, por aquello me asignaron a un centro en la Calle del Cristo donde me llevaba mi madre todos los días.
Era la época del Torete y las pelis de perros callejeros, las veíamos y era lo que hacíamos. Me dedicaba a robar 124’s y 1430’s, los coches de la época. Y motos también, muchas motos. Tuve una detención de la Guardia Civil en Galdakao y fue mi padre y me sacó a mí y a dos amigos míos, porque éramos menores.
Trabajando
Estudié calderería en Elorrieta pero también allí hacía piras. Mi padre habló con un amigo de una empresa de las que nutrían a Altos Hornos, donde trabajaba él, y así fue como entré en un taller de calderería con 14 años. Aprendí. Me empezó a gustar la soldadura, la calderería y me llevaron a una academia en Bilbao para que aprendiera interpretación de planos. Lo pagaba la empresa.
Allí estuve bien pero, bueno, aunque era el pinche y tal, me quería hacer como mis compañeros mayores y tomaba café, copa y puro, luego los fines de semana ya cogía mis borracheras. Estuve trabajando 15 años en aquella empresa. Pero finalmente cerró con la reconversión.
Consumiendo
Con 15 años probé los porros compartidos. Ahí anduve, alternando alcohol y porros, hasta que hacia los 17 empecé a pincharme. Era como ahora lo del botellón pero con la heroína. Compartiendo la droga y las jeringuillas. No teníamos ningún tipo de información. Encima yo, como trabajaba, tenía un poco más de dinero que los demás. Consumía más que nada los fines de semana, y aunque yo tenía fortaleza porque era joven, me veía los lunes que iba mal porque el trabajo de calderería es duro, así que a los 18 vi que tenía que dejarlo y dejé la heroína por mi cuenta. Sin ayuda. También cambié de cuadrilla. Mis amigos de la cuadrilla que dejé andaban en “Sarajevo” como llamábamos a San Francisco. Todos están ahora criando malvas, tanto chicos como chicas.
Los chicos de la cuadrilla nueva trabajaban. De chapista, mecánico, en recambios y con esos empecé el chiquiteo y cubalibres, todos los fines de semana sin ir a comer a casa y tal. Entonces empecé a mezclar el alcohol con cocaína los fines de semana y también algunos otros días.
Luego se me fue la cabeza de nuevo y empecé a pincharme. Ya no tenía ingresos y seguía enganchado, así que me puse a delinquir. He atracado supermercados, farmacias, robos con violencia... luego, cuando me veía muy enganchado aquí solía buscar algún trabajo en empresas de montajes para desaparecer de Bilbao, pero lo que hacía era trasladar el problema a otro sitio porque, en cuanto estaba una semana en el sitio ese, ya me lo pedía el cuerpo y empezaba a buscar droga por ahí y lo que hacía era consumir también allí. No había solución.
Fumarse chinos
Hubo un momento en que ya empezaron a darme sobredosis, una tras otra. Cada vez que me pinchaba me despertaba en la ambulancia. Me asusté y dejé de pincharme pero empecé a fumar la heroína en chinos —quemada y esnifada desde un papel de aluminio—. Le cogí menos miedo que a la aguja, ¿sabes? Creo que aquel fue el enganche más gordo que he pillado en heroína. Con la plata consumía casi cinco gramos de heroína al día.
La pasta la sacaba haciendo trapicheo de droga, robos, vendiendo metadona, atracos con navaja y capucha... también hacíamos robos con fuerza, reventando persianas. Luego vendíamos el producto. También robábamos perfumes, que nos encargaban las putas. Tuve un accidente grave de coche. Estuve tres meses en el hospital, con tres vértebras fracturadas. Iba bebido a pillar cocaína, pero tuve suerte y no hubo atestado así que el seguro, que tenía a todo riesgo, me pagó y con aquel dinero me enganché más todavía.
Por fin, la cárcel
Cuando entre en la cárcel iba tranquilo, porque de mis amigos casi todos han empezado a chupar cárcel desde los 16 años o antes. Yo empecé tarde, supongo que porque, como tenía trabajo, eran un poco más blandos conmigo. Aunque en realidad ya había cumplido una condena de tres meses en una cárcel militar en Canarias por una pelea entre reclutas, que le corté la cara a uno con una botella.
Al entrar finalmente en prisión estaba superenganchado, tuve que tomar metadona y todo. Siempre estaba en módulos conflictivos y allí siempre había heroína y porros. Me las arreglaba para consumir, pedía a la familia dinero o incluso ingresos en cuentas de los que me suministraban.
La familia siempre me ha apoyado. Siempre he tenido el vínculo, se preocupaban por mí, aunque yo engañaba a mi madre y le mentía para que me mandara dinero así que en la celda empecé a ver que aquello no podía ser, que no podía tener siempre empeñada tarjeta con el dinero que me mandaba la familia.
La decisión de salir
Me di cuenta de que tenía que salir del módulo conflictivo. Hablé con uno de los sicólogos de la cárcel y con una trabajadora social. “Quiero cambiar de vida”, les dije. Empecé a pedir actividades. Primero de limpieza, sin remunerar, pero así conseguía un módulo de semirespeto para salir del conflictivo donde había estado. Desde luego había mucho que limpiar porque allí la gente está sin civilizar, te tiraban las bandejas de comida en el suelo del comedor. Y encima te hacías enemigos.
Pero conseguí que me pasaran a un módulo en el que había una gente más sociable. Ahí lo fui dejando poquito a poco. El siguiente paso fue hacerme interno de apoyo. Pasábamos una o dos noches con los presos que venían a juicios desde otras cárceles. Para eso nos dieron una formación, para que aprendiésemos a relacionarnos y evitar que se metieran en problemas o se suicidaran. Salí en febrero de 2014. Todavía yendo a firmar o llevando la pulsera. Este año me han dado ya la total de suspensión de condenas.
La rehabilitación
También soy alcohólico. Cuando bebo me transformo, no soy Juantxu. Ahora he dejado ya de beber, estoy aquí con una psicóloga en proceso de rehabilitación y lo llevo muy bien. De hecho ahora sé que el alcohol es lo que me lleva a otros consumos. Cuando tomo alcohol no tengo voluntad y enseguida busco heroína, coca o anfetaminas. Si no llega a ser por esta gente, cuando hubiese salido de la cárcel hubiera vuelto a la vida de antes. Veo a algunos amigos de entonces que están consumidos.
Llevo mucho tiempo sin beber. A mí quien me ha rehabilitado es la psicóloga de aquí. He salido del alcoholismo, de la droga y estoy muy agradecido. Sigo viniendo aunque he terminado. Duermo mejor, me encuentro poco a poco mejor, vas viendo que con casi cualquier cosa eres feliz. Ahora me voy al monte, voy con la bici, doy paseos, me he hecho el carnet del IMD, ayer mismo me fui al centro Azkuna a nadar.
Tengo una minusvalía del 45% a raíz del accidente y he estado trabajando, pero una operación que tuve que hacerme interrumpió el contrato. Me he reciclado en un curso para actualizar los conocimientos que ya tenía de calderería pero me dijeron nada más verme trabajar: “Se nota que tú ya has estado en eso”. Así que me dieron el certificado de aptitud sin necesidad de prácticas. Ahora lo que quiero es volver a trabajar, en cuanto me vuelvan a operar definitivamente, porque ahora ando pendiente de que me llamen en cualquier momento.
Voy a más
El alcoholismo y la droga no los puedes matar pero lo puedes maniatar. Estoy haciendo amistades en el polideportivo. Gente que no son tóxicos, como las relaciones que tenía antes. Todos en el barrio me dicen que estoy fenomenal, me entran las señoras de la vecindad que antes me rehuían y a mí eso me motiva mucho. Ahora hablas normal, no agresivo. Poco a poquito voy a más. Vivo con los padres. Mi madre está muy contenta. Tengo un sobrino trabajando que suele dejarle su crío a mi madre y yo ando con ellos, controlando al pequeño, que tiene dos años y medio, para no se escape, que se echa a correr el chavalito. Me he encariñado con el niño y él conmigo.
“Hemengo psikologoak errehabilitatu nau ni”
Juantxu, 55 urte. Bilbo.
Lau neba-arreba ginen: bi neska eta bi mutil. Familia normal bat: aita behargina eta ama etxeko andrea. Ni, 12 urte neuzkanetik, errebelde samar izaten hasi nintzen; eskolan piper egin, arazoetan sartu… El Corte Inglésera joaten ginen boligrafoak eta lapurtzera. Zenbaitetan atxilotu ninduten zaintzaileek; gero, lapurtzen harrapatu zintuztena gurasoek enteratu barik ordaintzeko, ba, berriro lapurretan.
Perros callejeros
Geroago, kamioietatik garagardoak lapurtzen hasi, eta gazte-gaztetatik alkohola kontsumitzen hasi; mozkorren bat harrapatu ere bai. Hamahiru urte nituela, Campo Volantineko Adin- gabeen Babeserako Auzitegitik pasatu nintzen, auzoko neska-mutilei lapurtzen genielako; horregatik Kristo kaleko zentro batera bidali ninduten, eta amak hara eramaten ninduen egunero.
Toreteren garaia zen, Perros callejeros-en pelikulak eta; haiek ikusi, eta huraxe egiten genuen. 124ak eta 1430ak lapurtzen nituen, garai hartako autoak. Eta motorrak ere bai; mo- tor asko. Behin, Guardia Zibilak atxilotu ninduen Galdakaon, eta aita hara joan eta atera gintuen, bi lagun eta hirurok, adingabeak ginen eta.
Lanean
Galdaragintza ikasi nuen Elorrietan, baina han ere piper egiten nuen. Aitak Labe Garaiak —han egiten zuen lan— hornitzen zituzten enpresetako bateko lagun batekin berba egin, eta hala hasi nintzen galdaragintza-tailer batean; 14 urte neuzkan. Ikasi egin nuen. Gustatzen hasi zitzaizkidan soldadura eta galdaragintza, eta Bilboko akade- mia batera eroan ninduten planoak interpretatzen ikasteko. Enpresak ordaintzen zuen.
Han ondo egon nintzen, baina, laguntzailea nintzen arren, lankide helduen moduan egin nahi nuen, eta kafea, kopa eta purua hartzen nituen, eta gero asteburuetan mozkortzen nintzen. 15 urtez lan egin nuen enpresa hartan. Baina, azkenean, itxi egin zuen, birmoldaketa zela eta.
Kontsumitzen
15 urterekin probatu nituen porroan, partekatzen. Hala ibili nintzen, alkohola eta porroak tartekatzen, eta 17 urterekin injektatzen hasi. Oraingo botiloiareren antzekoa zen, baina heroinarekin. Droga eta orratzak partekatzen genituen. Ez geneukan inongo informaziorik. Nik, gainera, lan egiten nuenez, besteek baino diru pixka bat gehiago neukan. Asteburuetan baino ez nuen kontsumitzen, eta gaztea izanik indartsu banenbilen ere, astele- henetan txarto ibiltzen nintzen, galdaragintza gogorra baita; horregatik, 18 urterekin ikusi nuen gelditu beharra nuela, eta nire kasa laga nuen heroina. Laguntza barik. Koadrilaz ere aldatu nuen. Laga nuen koadrilako lagunak, Sarajevon ibiltzen ziren; hala deitzen genion San Frantziskori. Denak daude lurpean orain, mutilak zein neskak.
Koadrila berrikoek lan egiten dute. Txapa-konpontzaile, mekanikari, ordezko piezekin eta abar, eta haiekin hasi nintzen txikiteoan eta kubataka, astebururo, etxera bazkaltzera joan barik… Orduan hasi nintzen nahasten alkohola kokainarekin asteburuetan, eta baita beste egun batzuetan ere.
Gero, burua joan zitzaidan berriro, eta injektatzen hasi nintzen. Jada ez nuen diru-sarrerarik, eta engantxatuta segitzen nuenez, delituetan hasi nintzen. Supermerkatu eta farmazietan indarrez lapurtu dut; gero, oso engantxatuta aurkitzen nintzenean, lanen bat bilatzen nuen muntaia-enpresetan, Bilbotik tarte batez alde egiteko; baina, arazoa beste toki batera eroan baino ez nuen egiten, ze beste leku ho- rretan astebete eman, eta gorputzak berriz eskatzen zidan; han droga bilatzen hasi, eta azkenean, han ere kontsumitzen nuen. Ez zegoen irtenbiderik.
Txinoak erretzea
Heldu zen unea gaindosiak izaten hasi nintzela bata bestearen atzean. Injektatzen nuen bakoitzean, anbulantzian esnatzen nintzen. Izutu nintzen, eta injektatzeari laga, baina txinoetan hasi nintzen erretzen heroina —erre, eta aluminio-paper batetik esnifatu—.
Orratzari baino beldur txikiagoa nion, badakizu? Uste dut hura izan zela heroinarekin hartu dudan engantxerik handiena. Txinoekin, ia bost gramo heroina kontsumitzen nituen egunean. Sosak ateratzeko, droga-trapitxeoak, lapurretak, metadona saldu, labanaz eta txanoaz lapurtu… pertsianak lehertu ere egiten genituen lapurtzeko. Gero, lortutakoa saltzen genuen. Lurrinak ere lapurtzen genituen; putek enkargatzen zizkiguten.
Istripu bat izan nuen autoarekin. Hiru hilabete eman nituen ospitalean, hiru orno apurtuta. Kokaina bila nindoan mozkortuta, baina zortea izan, eta ez zen atestaturik izan; beraz, aseguruak ordaindu zidan, arrisku orotakoa bainuen; eta diru harekin gehiago engan- txatu nintzen.
Azkenean, kartzelara
Kartxelara sartzean, lasai nindoan, nire lagun gehienak kartzelatik pasatzen hasiak ziren 16 urteetatik, edo lehenagotik. Ni beranduago hasi nintzen; uste dut bigunxeagoak zirelako nirekin, lana neukan eta. Egia esan, hiru hilabeteko espetxe-zigorra betea nuen Kanarietan, espetxe militar batean, errekruten arteko borroka batean bati aurpegia ebaki nion eta.
Azkenean, espetxean sartu nintzean, oso-oso engantxatuta nengoen; metadona eta guzti hartu behar izan nuen eta. Beti egoten nintzen modulu gatazkatsuetan, eta han beti egoten ziren heroina eta porroak. Kontsumitzeko moduak aurkitzen nituen; familiari dirua eskatzen nion, baita droga pasatzen zidatenen kontuetan dirua sartzeko.
Beti izan dut familiaren laguntza. Beti izan dut lotura hori, nitaz arduratzen ziren, nahiz eta ni ama engainatu, eta gezurra esaten nion dirua bidaltzeko; azkenean, ziegan hasi nintzen ikusten ezin nuela horrela segitu, ezin nuela beti zorpetuta eduki familiak dirua bidaltzen zidaneko txartela.
Irteteko erabakia
Konturatu nintzen modulu gatazkatsutik irten beharra neukala. Kartzelako psikologoetako batekin berba egin nuen, eta gizarte-langile batekin. “Bi- zimoduz aldatu nahi dut”, esan nien. Jarduerak eskatzen hasi nintzen. Hasieran garbiketakoa, kobratu gabe, baina horrela lortu nuen erdi-errespetuko modulu batera pasatzea, eta gatazkatsutik irtetea. Noski, garbitzeko asko zegoen, han jendea zibilizatu barik dago eta, janari-erretiluak lurrera botatzen zituzten jantokian. Eta, gainera, etsaiak egiten zenituen.
Baina lortu nuen jende lagunkoiago zegoen modulu batera pasatzea. Han, pixkanaka uzten hasi nintzen. Hurrengo urratsa izan zen preso laguntzailea egitea. Gau bat edo bi ematen genituen beste kartzela batzuetatik epaiketetara zetozen presoekin. Horretarako prestakuntza eman ziguten, harremana egiten ikasteko, eta saihesteko haiek arazoetan sartzea edo beren buruaz beste egitea. 2014ko otsailean irten nintzen. Oraindik joan behar izaten nuen sinatzera, edo esku- muturrekoa eroan. Aurten erabateko kondena etendura eman didate.
Errehabilitazioa
Alkoholikoa ere banaiz. Edaten dudanean eraldatzen naiz; ez naiz Juantxu. Orain edateari laga diot; hemengo psikologo batekin nabil errehabilita- zioprozesuan, eta oso ondo daramat. Izan ere, orain badakit alkohola dela beste kontsumoetara bultzatzen nauena. Alkohola kontsumitzean, ez dut borondaterik, eta berehala bilatzen ditut heroina, koka edo anfetaminak. Hemengo jendeagatik izan ez balitz, kartzelatik irtendakoan berriro itzuliko nintzatekeen aurreko bizimodura. Garai hartako lagun batzuk ikusten ditut; zimelduta daude.
Denbora luzea daramat edan barik. Hemengo psikologoak errehabilitatu nau ni. Alkoholismotik eta drogatik irten naiz, eta oso eskertuta nago. Bukatu dudan arren, hona etortzen jarraitzen dut. Hobeto egiten dut lo; pixkanaka hobeto sentitzen naiz; hasi naiz ikus- ten ia edozein gauzarekin izan naite- keela zoriontsu. Orain, mendira joaten naiz, bizikletaz ibili, paseoak eman; Bilbao Kirolak-en txartela atera dut, eta atzo bertan joan nintzen Azkuna zentrora. % 45eko minusbaliotasuna daukat istripuaren ondorioz, eta lanean ibili naiz, baina ebakuntza bat egin behar izan nuen, eta kontratua eten zen. Birziklatu naiz galdaragintzaz nekiena eguneratzeko ikastaro batean, baina ni lanean ikusi laster esan zidaten: “Igartzen da ibilia zarela honetan”. Eta, hala, gaitasun-ziurtagiria eman zidaten praktikak egin behar izan barik. Orain, lanean hasi nahi dut berriro, behin betiko ebakuntza egin ostean; orain, zain nago noiz deituko ebakuntza egiteko, edozein unetan.
Aurrera noa
Alkoholismoa eta drogarena, ezin dituzu desagerrarazi, baina bai lotuta eduki. Lagunak egiten ari naiz kiroldegian. Toxikoa ez den jendea, lehen neuzkan lagunak ez bezala. Auzoan denek esaten didate oso ondo nagoe- la; lehen iskin egiten zidaten auzoko andreak hurbiltzen zaizkit, eta horrek oso motibatzen nau. Orain, normal egiten dut berba, ez era erasokor batez. Pixkanaka, aurrera noa.
Gurasoekin bizi naiz. Ama oso pozik dago. Loba bat lanean ari da, eta se- mea uzten dio gure amari, eta ni haiekin ibiltzen naiz, txikitxoa kontrolatzen ihes ez egiteko —bi urte eta erdi ditu—, korrika irteten da eta. Maitasun handia hartu diot umeari, eta berak niri.
Éramos cuatro hermanos, dos chicas y dos chicos. Una familia normal, con el padre trabajador, mi madre era ama de casa. Yo desde los 12 empiezo a ser un poco rebelde, hacía piras al cole y me metía en problemas. Íbamos a El Corte Inglés a robar bolígrafos y cosas así. Tuve algunas detenciones de los vigilantes y luego, para pagar lo que te habían pillado robando y que no se enteraran los padres, pues robabas de nuevo.