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Una experiencia llamada Dimetal Fest

El final del verano (en el calendario, porque el meteorológico hace tiempo que se fue, si es que alguna vez vino a Euskadi) está marcado por un festival distinto. Y esto, que sea distinto, ya le hace tener sentido. En un mercado festivalero saturado y repetitivo, la aparición, hace tres años, del Dimetal Fest supuso una bocanada de aire fresco, que ayuda a entrar en el otoño con energías renovadas. Enclavada en plena comarca de Arratia, la localidad cambia su aspecto un día año para acoger a un número creciente de seguidores de música extrema, sorprendido a sus escasos 1.500 habitantes que, a estas alturas, en la tercera edición, ya están más que implicados en un proyecto popular y variado.

Lejos de las propuestas masivas, alineadas con el circuito habitual, en Dima uno encuentra estampas familiares. De momento, ya veremos hasta dónde llega en el futuro, es una excelente oportunidad para reunirse con amigos y conocidos de otras localidades y pasar un día entero entre música, charlas y otros entretenimientos. La imaginación de los asistentes se dispara, y uno puede encontrarse a una cuadrilla con una discoteca móvil a bordo de un contenedor de basura con Manowar a tope, o un tractor tuneado en el que suena Kreator. Las tabernas del pueblo reciben a los visitantes con los brazos abiertos y los barriles cargados, y es posible cruzarse con la alcaldesa, que ese día viste, por supuesto, de camiseta negra.

En todo caso, no hay festival apetecible sin buenos grupos, y este año la apuesta del Dimetal sube un escalón al fichar a Su ta gar, la apuesta más ambiciosa desde que nacieron. Los de Eibar suelen medir mucho sus apariciones, y el hecho de que hayan bendecido a Dima supondrá un buen empujón de cara al futuro. Quien más o quien menos ha visto una vez, o más, a Gorosabel y compañía, pero es innegable que se encuentran en un momento clave de su carrera. Después de haber terminado su singular y única gira por teatros, el regreso al formato habitual es toda una incógnita. Están en plena madurez pero no parece que eso les haya quitado el hambre, y su repertorio es una incógnita. ¿Habrán bajado pulsaciones después de haber pisado teatros, o tendrán ganas de meter más decibelios? ¿Qué planes tienen para el futuro ahora que están ampliando horizontes? Sin duda, en Dima tendremos algunas pistas.

Aunque Su ta gar es el principal reclamo, en Dima habrá más grupos y alternativas de ocio. De hecho, la salsa empieza a cocinarse por la mañana, con una charla que se ha convertido en fija en el gaztetxe del pueblo: una tertulia sobre música, el universo metalero y otros temas de interés. Es un momento único para intimar con músicos y asistentes. Ese rato suele abrir las gargantas para el poteo de mediodía y la posterior (¿Hay alguna celebración vasca sin herri bazkaria?) comida popular.

Además, este año, la organización ha previsto actividades para niños y niñas, de tal manera que se hace amable y acogedor para toda la familia. Hablando claro, aparcas a los críos y te vas de concierto. Y, si andas sobrado, montarán también unas “olimpiadas metaleras”. Evil seeds, bilbaínos que el año pasado fueron seleccionados dentro de la muestra de Aste Nagusia, serán los encargados de empezar la tarde con su poderoso Heavy Metal clásico; y les seguirán los asturianos Last days of eden, marcados por un ambiente sinfónico próximo a Nightwish.

Otro de los atractivos es el de los bermeanos Ost, incombustibles e inasequibles al desaliento. Tal es así, que a algunos de sus integrantes no es raro verles tocar en dos y hasta tres formaciones al tiempo. Tras 20 años repartiendo cera, Ost aseguran tener más energía que nunca, y la del sábado es una buena ocasión para que lo demuestren. Otros que atraviesan un buen momento son los vitorianos The Faithless, en una tendencia ascendente desde su formación en 2015. Tras los citados Su ta gar, los powermetaleros Raven’s gate de Valencia tratarán de mantener encendida la antorcha, que deberán consumir los barceloneses Drakum.

 No hay mejor manera de abandonar el verano, o lo que sea que tenemos, y recibir al otoño que compartiendo un día entero de música cañera en un entorno abierto y plácido. Si no has estado nunca en el Dimetal Fest, este puede ser tu año. No encontrarás demasiadas propuestas similares por aquí cerca. De hacer lo mismo de siempre, estarás a tiempo cualquier fin de semana.

 

El final del verano (en el calendario, porque el meteorológico hace tiempo que se fue, si es que alguna vez vino a Euskadi) está marcado por un festival distinto. Y esto, que sea distinto, ya le hace tener sentido. En un mercado festivalero saturado y repetitivo, la aparición, hace tres años, del Dimetal Fest supuso una bocanada de aire fresco, que ayuda a entrar en el otoño con energías renovadas. Enclavada en plena comarca de Arratia, la localidad cambia su aspecto un día año para acoger a un número creciente de seguidores de música extrema, sorprendido a sus escasos 1.500 habitantes que, a estas alturas, en la tercera edición, ya están más que implicados en un proyecto popular y variado.

Lejos de las propuestas masivas, alineadas con el circuito habitual, en Dima uno encuentra estampas familiares. De momento, ya veremos hasta dónde llega en el futuro, es una excelente oportunidad para reunirse con amigos y conocidos de otras localidades y pasar un día entero entre música, charlas y otros entretenimientos. La imaginación de los asistentes se dispara, y uno puede encontrarse a una cuadrilla con una discoteca móvil a bordo de un contenedor de basura con Manowar a tope, o un tractor tuneado en el que suena Kreator. Las tabernas del pueblo reciben a los visitantes con los brazos abiertos y los barriles cargados, y es posible cruzarse con la alcaldesa, que ese día viste, por supuesto, de camiseta negra.