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Arnaldo Otegi va camino de ser lehendakari
Arnaldo Otegi es ya un héroe y el día que abandone la prisión donde lleva encerrado cuatro años y siete meses será recibido con vítores y flores. En la bienvenida no estarán solo los suyos sino parte de una sociedad vasca que contempla con hartazgo el ensañamiento con el líder abertzale de una Justicia altamente politizada. No se requieren dotes de visionario para sostener sin miedo al riesgo que Otegi tiene todas las papeletas para ser lehendakari.
La última decisión del Tribunal Constitucional de mantener en prisión a Otegi y a otros cuatro condenados por el caso Bateragune no ha sorprendido, pero sí llenado los sacos de indignación. Ni a los criminales más peligrosos –desde luego a ninguno de los sentenciados en relación con los crímenes de Estado de los GAL, siempre hay que recordarlo- se les ha aplicado la ley con tanta severidad. Más bien, tan al contrario que roza el escándalo. Nunca debieron ser encarcelados pero es que han cumplido tres cuartas partes de la condena.
Estos días, alguien que no conozco me respondía en twitter que una justicia rigurosa significa que el general Enrique Galindo (condenado a 75 años por los asesinatos de Lasa y Zabala) y Arnaldo Otegi pasen su vida en prisión. Creo que esta aseveración proviene de la ignorancia más que de la mala fe. No es lo mismo asesinato que pertenencia a ETA (por ajustarme a los motivos de las condenas). Otegi no tiene delitos de sangre. El primero solo pasó 4 años en prisión.
El dirigente abertzale está en la cárcel por una decisión de la Audiencia Nacional que le consideró dirigente de ETA y le castigó a 10 años de cárcel. Por simplificar: ¿Otegi dirigía ETA y al mismo tiempo se enfrentaba por defender el abandono de la lucha armada a la dirección y a los militantes de Batasuna que secundaban la violencia?
El Tribunal Supremo revisó el fallo y por tres votos a favor y dos en contra, le mantuvo en la cárcel, rebajando la pena a seis años y medio. Ya no era dirigente, solo miembro y ejecutor de las órdenes terroristas en la coalición abertzale. ¡Menudo avance!
Uno de los votos disidentes alegaba falta de pruebas y pedía la absolución; el otro abogaba por trasladar de nuevo la causa a la Audiencia Nacional y celebrar el juicio con otro tribunal porque la juez Ángela Murillo -¿recuerdan su actuación?- no fue imparcial.
Así han ido pasando los años y ahora pendientes de la resolución definitiva tras presentar los presos un recurso de amparo que les permita salir de prisión. Mientras, Otegi sigue incumpliendo su sueño de ir al mar con su familia. Seguro que los otros encarcelados poseen sus propios anhelos.
Hace unos días se recordaba en Belfast la muerte de Bobby Sands el 5 de mayo de 1981 durante su segunda huelga de hambre en los Bloques H de Long Kesh. Era un militante voluntario del IRA, elegido parlamentario durante la protesta, y convertido en leyenda.
Aquel 5 de mayo, otro preso, Nelson Mandela, cumplía condena perpetua en la prisión de Roben Islands. En su diario de notas, ahora expuesto al público, anotó como acontecimiento de ese día el fallecimiento de quien llamó “mártir”. Mandela nunca se dejó abrumar por el peso de la justicia destrozada y solía acompañar sus palabras de paz con una sonrisa.
Entre los murales de Falls Roads, al oeste de Belfast, sobresale una pintura con un Bobby Sands muy sonriente. Allí están escritas sus palabras: “Nuestra venganza será las risas de nuestros hijos”.
El origen de la violencia que asoló Euskadi tiene poco que ver con las respectivas colonizaciones de Irlanda del Norte y Sudáfrica. Sin embargo, los dirigentes de la izquierda abertzale siempre han mirado hacia allí. Si ello sirve para aprender el camino de la paz y no volver repetir errores, bienvenido sea. Por cierto, los militantes del IRA pidieron perdón a sus víctimas; Mandela fue él quien perdonó a su verdugos y rogó a la población negra que también lo hiciera. Y, eso sí que parecía imposible porque fueron literalmente aplastados y asesinados durante largos años.
Pero, volviendo a Otegi. Al dirigente vasco esos dos personajes no le son en absoluto ajenos. Más bien todo lo contrario. Quizá por eso él también sonríe. Porque, sabe que su revancha llegará más pronto que tarde. Es muy probable que esa victoria le lleve hasta la presidencia del Gobierno vasco. Otegi ha sido decisivo en el sinuoso y largo (sí, demasiado largo) camino que propició el despegue de ETA. Otegi es considerado por los suyos y, lo que encierra más valor, por quienes no son afines a su ideología, uno de los grandes hacedores del fin de la violencia en Euskadi. Convencer a los tuyos siempre es lo más difícil.
Por ello, su encarcelamiento no se entiende. ¿A quién favorece su ingreso y permanencia en prisión? La respuesta no está en el viento sino encima de la mesa. El miedo empuja a adoptar decisiones erróneas y la libertad de Otegi levantaría las iras de la AVT y sectores del PP. Con las elecciones europeas a la vuelta de la esquina, el partido en el Gobierno de España puede pensar que no es lo que más le conviene si elige no perder votos.
Pero, ¿cuándo será el momento políticamente adecuado? Aun cumpliendo la totalidad de la condena, ¡parecería excesivo! Otegi saldrá de prisión en un plazo máximo de dos años convertido en héroe. Con una Euskadi trabajando por la reconciliación y el sonido de las armas como algo cada vez más lejano, será difícil que otros partidos puedan poner muros de contención a la figura del Otegi. Un periodista guipuzcoano avisaba estos días en un comentario de twitt a los dirigentes vascos: cuidado que no estáis a la altura, venía a decir.
Decisiones políticamente judiciales como las que han encerrado a Otegi a la cárcel están allanando su senda de héroe. Diría que él lo sabe, por mucho que añore la libertad y el mar.
Por eso sonríe y sostiene frases dirigidas a quienes parecen estar interesados en romper el camino hacia la paz iniciado en Euskadi. “No podréis evitar el desarme de ETA” frente a quienes argumentan a todas horas que se desarme para justificar su inmovilismo.
Y, sobre todo, lanza mensajes directos al corazón porque conoce las vidas de Nelson Mandela y Bobby Sands de memoria. Como éste, twitteado unos minutos antes de conocerse la decisión del Constitucional. (…) “Podréis alargar nuestro encarcelamiento pero no podréis evitar la libertad de nuestro pueblo porque la primera está en vuestras manos, pero la segunda está en las nuestras”. A ver quién habla así.
Ya lo predijo hace muchos años un compañero periodista próximo al PSOE. Teníamos la tele puesta en el periódico. Había sesión parlamentaria en la Cámara vasca e intervenía Otegi.
-Este tío es el amo, les da mil vueltas a todos.
Esas fueron más o menos sus palabras. Él no estaba de acuerdo con lo que Otegi decía. Mi criterio no lo recuerdo. Pero, supo reconocer lo evidente. La etnia africana Mongo tiene un dicho “El camino de la selva no es largo cuando amas a la persona que vas a visitar”. Otegi sonríe porque sabe que las decisiones judiciales como la última del TC dejan en ridículo a España y él se va acercando al final de la salvaje senda.
Arnaldo Otegi es ya un héroe y el día que abandone la prisión donde lleva encerrado cuatro años y siete meses será recibido con vítores y flores. En la bienvenida no estarán solo los suyos sino parte de una sociedad vasca que contempla con hartazgo el ensañamiento con el líder abertzale de una Justicia altamente politizada. No se requieren dotes de visionario para sostener sin miedo al riesgo que Otegi tiene todas las papeletas para ser lehendakari.
La última decisión del Tribunal Constitucional de mantener en prisión a Otegi y a otros cuatro condenados por el caso Bateragune no ha sorprendido, pero sí llenado los sacos de indignación. Ni a los criminales más peligrosos –desde luego a ninguno de los sentenciados en relación con los crímenes de Estado de los GAL, siempre hay que recordarlo- se les ha aplicado la ley con tanta severidad. Más bien, tan al contrario que roza el escándalo. Nunca debieron ser encarcelados pero es que han cumplido tres cuartas partes de la condena.