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Buscando un nuevo traje para el PSOE

El resultado de las primarias socialistas confirma que Susana Díaz tenía razón al menos en una cosa: en que el PSOE sigue siendo “mucho PSOE”; con mayor fortaleza interna y bastante más ánimo del que podía dar a entender la “foto de familia” del ya mítico debate entre los tres candidatos a la secretaría general. Llamó la atención, al menos la mía, que fuera su moderadora, Carmen del Riego, quien lo viera con menor dramatismo que el que se transmitió a través de los medios de comunicación. Y quien lo pusiera más en valor, cuando habló (más bien escribió) de un debate público “de verdad”, de esos que, como también reconoció, sólo el PSOE es capaz de hacer; distanciándose, por otra parte, notablemente de quienes venían augurando una escisión prácticamente inmediata en el primer partido de la oposición.

Cosa distinta es negar su fractura interna. ¿Tan irremediable como se ha venido asegurando en algunos medios? Parece difícil sostenerlo cuando se gana el liderazgo de la formación socialista con la contundencia con que lo ha ganado Pedro Sánchez. Y, en cualquier caso, no dejo de hacerme algunas preguntas. La primera: hasta qué punto no existe en ese pronóstico una secreta aspiración de que esa fractura se vaya ahondando. Porque ya hubo otra esperanza mediática, que hasta llegó a convertirse en certeza: la del “sorpasso” electoral de Podemos al PSOE que dirigía Pedro Sánchez. Una esperanza desmentida por la realidad y  que alimentaba el mismo objetivo que el que estos días se ha venido persiguiendo: neutralizar políticamente al Partido Socialista y conducirlo a la irrelevancia.

Lo cual me lleva a mi segunda pregunta: y es en qué medida por debajo de este réquiem anticipado al PSOE no venía circulando la operación de irle buscando un traje nuevo, que se acomodara mejor a los intereses de la derecha y el “mercado”. Por poner un ejemplo relevante: el mismo periódico que el 14 de mayo alertaba en portada sobre el “abismo” al que se asomaba el PSOE se descolgaba, ese mismo día, con un editorial que erigía a Emmanuel Macron como referencia para los socialistas de toda Europa, si aspiraban a recuperar Gobiernos. Con un Macron al frente, añadía, sería posible demostrar que “tanto la globalización como los mercados pueden ser puestos al servicio de los ideales socialdemócratas”.

Claro que, para ello, según el mismo editorial, sería necesario saltar “por encima de los clichés ideológicos” y de las “rigideces organizativas de los partidos”, perfeccionando así la operación culminada con la voladura del Partido Socialista Francés. Dicho de otro modo: a la socialdemocracia en general (y a la española en particular) le estorban las ideas e incluso podrían estorbarle sus propios partidos, si caen en manos de “irresponsables”, como sería el caso de Pedro Sánchez. Y es lógico que sea así, al menos desde la opinión de quienes afirman que el debate entre izquierda y derecha tiene cada vez menos sentido ante el verdadero debate político del futuro: el que enfrenta a “los demócratas” de izquierda y derecha con los “populistas” de derecha e izquierda.

Visto lo visto, parece que, hoy por hoy, el PSOE que ha surgido de las primarias no está por la labor de comprarse ese traje. O esa camisa de fuerza, según se mire. Pero, a juzgar por algunas reacciones vitriólicas desatadas por la victoria de Sánchez, parece que hay quien sigue buscando el sastre más adecuado para irla desactivando.

El resultado de las primarias socialistas confirma que Susana Díaz tenía razón al menos en una cosa: en que el PSOE sigue siendo “mucho PSOE”; con mayor fortaleza interna y bastante más ánimo del que podía dar a entender la “foto de familia” del ya mítico debate entre los tres candidatos a la secretaría general. Llamó la atención, al menos la mía, que fuera su moderadora, Carmen del Riego, quien lo viera con menor dramatismo que el que se transmitió a través de los medios de comunicación. Y quien lo pusiera más en valor, cuando habló (más bien escribió) de un debate público “de verdad”, de esos que, como también reconoció, sólo el PSOE es capaz de hacer; distanciándose, por otra parte, notablemente de quienes venían augurando una escisión prácticamente inmediata en el primer partido de la oposición.

Cosa distinta es negar su fractura interna. ¿Tan irremediable como se ha venido asegurando en algunos medios? Parece difícil sostenerlo cuando se gana el liderazgo de la formación socialista con la contundencia con que lo ha ganado Pedro Sánchez. Y, en cualquier caso, no dejo de hacerme algunas preguntas. La primera: hasta qué punto no existe en ese pronóstico una secreta aspiración de que esa fractura se vaya ahondando. Porque ya hubo otra esperanza mediática, que hasta llegó a convertirse en certeza: la del “sorpasso” electoral de Podemos al PSOE que dirigía Pedro Sánchez. Una esperanza desmentida por la realidad y  que alimentaba el mismo objetivo que el que estos días se ha venido persiguiendo: neutralizar políticamente al Partido Socialista y conducirlo a la irrelevancia.