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Esta Copa se queda en casa

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Recuerdo con cariño y nostalgia los títulos conseguidos por la Real y el Athletic durante los primeros años de la década de los 80. La victoria de la Real en el Molinón con gol de Zamora, las imágenes de televisión con el autobús txuriurdin recorriendo todos los pueblos de Gipuzkoa, celebrar la goleada del Athletic en Las Palmas, la tensión viendo la final de Copa Athletic-Barca, … Y la gabarra surcando la ría. ¡Ahí estuve yo!

Entonces, nuestra sociedad también vivía un momento complicado, inmersa en una severa crisis económica. Aquellos triunfos fueron una alegría en medio de la preocupación, un alivio, una excusa para levantar el ánimo, y una lección para saber que el trabajo es la clave del éxito. Son recuerdos que hemos transmitido a las siguientes generaciones que no han tenido oportunidad de vivir aquellas alegrías. Y, asimismo, les hemos inculcado los valores diferenciados de nuestros clubes: esfuerzo y compromiso diario, trabajo en equipo y compañerismo para conseguir resultados.

De esta forma afronto la final del sábado entre el Athletic y la Real. En la actualidad también vivimos un momento difícil. De hecho, la pandemia ya obligó a retrasar esta final y, ahora, el conjunto de aficionados de ambos equipos no podemos viajar a Sevilla. A todas y todos nos hubiera gustado que esta gran final se hubiese producido en otras circunstancias. No me cabe duda que la movilización de aficionados vascos de ambos equipos y la posterior celebración de la victoria habría sido espectacular. Pero vivimos la realidad que vivimos y tenemos que ser conscientes del partido que jugamos: estamos inmersos en una pandemia.

Este partido sólo lo ganaremos con esfuerzo y tesón. El equipo de profesionales de Osakidetza está realizando un increíble trabajo, pero requiere de la ayuda, el apoyo y el ánimo de todos y todas. Somos un gran equipo: todos contra el mismo rival y juntos vamos a ganar el partido.

Y es que esta copa se va a quedar en casa. Es, sin duda, una excusa para la alegría en un momento difícil. Sin embargo, me gustaría recordar que la final la tenemos que compartir sólo con nuestro círculo de convivientes, en nuestros hogares. El partido hay que vivirlo con el corazón, pero jugarlo siempre con mucha cabeza. Y después, la afición del Athletic o de la Real vamos a celebrar el triunfo, claro que sí, pero en nuestra propia casa, en los balcones. Tenemos que evitar otros encuentros.

Llevamos más de un año jugando este partido y, a veces, estamos cansadas, desanimadas y nos flaquean las fuerzas. Pero no podemos dejar de luchar. Todos y todas sabemos las medidas imprescindibles para parar al virus: mantener las distancias, usar la mascarilla y evitar los espacios cerrados con las personas con las que no convivimos. Me gustaría que esta final también la hubieran podido vivir todos aquellos que no están junto a nosotros. Me acuerdo de todos ellos y no quiero que nadie más pierda este partido.

¡Ánimo! ¡Aupa Athletic! Goazen Erreala! ¡Esta final se queda en casa!

Recuerdo con cariño y nostalgia los títulos conseguidos por la Real y el Athletic durante los primeros años de la década de los 80. La victoria de la Real en el Molinón con gol de Zamora, las imágenes de televisión con el autobús txuriurdin recorriendo todos los pueblos de Gipuzkoa, celebrar la goleada del Athletic en Las Palmas, la tensión viendo la final de Copa Athletic-Barca, … Y la gabarra surcando la ría. ¡Ahí estuve yo!

Entonces, nuestra sociedad también vivía un momento complicado, inmersa en una severa crisis económica. Aquellos triunfos fueron una alegría en medio de la preocupación, un alivio, una excusa para levantar el ánimo, y una lección para saber que el trabajo es la clave del éxito. Son recuerdos que hemos transmitido a las siguientes generaciones que no han tenido oportunidad de vivir aquellas alegrías. Y, asimismo, les hemos inculcado los valores diferenciados de nuestros clubes: esfuerzo y compromiso diario, trabajo en equipo y compañerismo para conseguir resultados.