Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Con la comida no se juega
¿Cuántas veces nos han dicho que con la comida no se juega? Visto lo visto los últimos días, alguien no se ha enterado. Debo reconocer que escuchar la noticia de que el Gobierno Vasco prohibía los mercados agrarios en los pueblos no me pilló de sorpresa. Al contrario, algo me decía que iba a pasar. Nada más decretarse el estado de alarma se afanaron en asegurar que el abastecimiento estaría asegurado y que los supermercados eran una actividad esencial. Poco o nada se dijo entonces del pequeño comercio o de los mercados agrarios.
Lo que sí me sorprendió al comienzo del confinamiento fueron las grandes colas en los supermercados con el objetivo de llenar los carros. Poco importaba de qué, ni cómo, ni a cuánto, ni de dónde. Debo reconocer que incluso me daba la risa al ver carros llenos de papel higiénico. ¿Acaso podríamos sobrevivir con eso? El desabastecimiento al que tanto temíamos, no llegó, no ha llegado. Pero, ante esta pelea de David contra Goliat, de grandes contra pequeños, de intereses económicos globalizados frente a economía local, como poco, esperaba del Gobierno Vasco una defensa férrea del primer sector, como ya hiciera con la industria. Sin embargo, eso no fue así.
Desde los despachos de Lakua se decidía prohibir los mercados por falta de seguridad, poniendo en duda el trabajo y buen hacer, no solo de quienes allí venden, sino también de Ayuntamientos con plena competencia sobre estos y que habían tomado medidas muy estrictas de seguridad.
Esta decisión unilateral de cierre de mercados pudiera parecer fruto de la improvisación, Pero no, discrepo. Era una decisión política, meditada, premeditada incluso, para acabar con un modelo de producción diverso e incómodo para las grandes empresas agroalimentarias que dirigen, ganan y desde luego condicionan la agenda de todos los Gobiernos. Poco les importa que decisiones así debiliten a un tejido que elabora, que comercializa y que lo hace además de forma autónoma.
Ese ataque lo sufría no solo el sector sino también la sociedad en general que veía esquilmado su derecho a consumir productos de proximidad con nombres y apellidos y de forma consciente. Ante esta decisión, la denuncia pública y la presión social se hace viral y consigue llenar las redes sociales digitales de puerros, quesos, vino… En definitiva, de dignidad.
En pocas horas se articuló una respuesta inesperada e ilusionante que llevó a algunos Ayuntamientos a desobedecer la orden y permitir el desarrollo de los mercados pese a la prohibición. El Gobierno, sobrepasado por la respuesta, retrocede, rectifica, pero sin reconocer que así no se pueden hacer las cosas.
Una gran noticia que no hace sino confirmar que la sociedad vasca es una sociedad orgullosa de sus raíces, de sus tradiciones y que, incluso en una situación excepcional como ésta, sigue defendiendo el derecho de las personas productoras a vender directamente, a mantener vivos los pueblos, y como no a comer alimentos sanos, locales y de calidad.
Pero el intento de cierre de mercados ha sido efectivo, ha demostrado cómo este estado de alarma puede condicionar, puede justificar, incluso puede poner en duda el modelo de sociedad que hemos creado hasta ahora.
Tras estos movimientos, lo que realmente queda claro es que el modelo agrario y de consumo también está en crisis. En estos momentos en los que acceder a materias primas fuera de las fronteras es tan difícil, nos damos un baño de realidad. Este modelo de producción y consumo deslocalizado, desbocado y cargado de incertidumbre lleva a las personas, por inercia, a llenar sus carros de la compra de papel higiénico sin saber qué van a comer al día siguiente.
Si algo bueno podemos sacar de esta crisis es que cuando una puerta se cierra se abre una ventana, y en este caso desde la ventana vemos una oportunidad para repensar el modelo agrario. Una oportunidad para reflexionar sobre el origen de lo que comemos, sobre el destino de lo que producimos; en definitiva, una apuesta por la Soberanía Alimentaria como garantía para mantener vivos los pueblos, reactivar y poner en valor al Primer Sector y una sociedad crítica, digna y bien alimentada.
Dicen que nada será igual “cuando pase esto”. Pues esperamos que el estado de alarma sirva para impulsar otro modelo de producción y de consumo más consciente y más responsable. Un modelo unido a las personas y al territorio. Conseguirlo, depende de cada uno y una de nosotras, de cambiar hábitos y de impulsar una estrategia alimentaria y agraria a nivel local, territorial y de país.
En adelante, confiamos que las decisiones políticas protejan a quienes trabajan y a quienes consumen, porque, con nuestra vida y con la comida, no se juega.
*Eva López de Arroyabe es parlamentaria de EH Bildu*Eva López de Arroyabe
¿Cuántas veces nos han dicho que con la comida no se juega? Visto lo visto los últimos días, alguien no se ha enterado. Debo reconocer que escuchar la noticia de que el Gobierno Vasco prohibía los mercados agrarios en los pueblos no me pilló de sorpresa. Al contrario, algo me decía que iba a pasar. Nada más decretarse el estado de alarma se afanaron en asegurar que el abastecimiento estaría asegurado y que los supermercados eran una actividad esencial. Poco o nada se dijo entonces del pequeño comercio o de los mercados agrarios.
Lo que sí me sorprendió al comienzo del confinamiento fueron las grandes colas en los supermercados con el objetivo de llenar los carros. Poco importaba de qué, ni cómo, ni a cuánto, ni de dónde. Debo reconocer que incluso me daba la risa al ver carros llenos de papel higiénico. ¿Acaso podríamos sobrevivir con eso? El desabastecimiento al que tanto temíamos, no llegó, no ha llegado. Pero, ante esta pelea de David contra Goliat, de grandes contra pequeños, de intereses económicos globalizados frente a economía local, como poco, esperaba del Gobierno Vasco una defensa férrea del primer sector, como ya hiciera con la industria. Sin embargo, eso no fue así.