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OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

¿Medidas extraordinarias ante una situación extraordinaria? ¿Hablamos en serio?

Julen Bollain y Daniel Raventós

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La pandemia del coronavirus está en un momento álgido en la Unión Europea. Y el Reino de España es de los focos principales. Muchos países han decretado medidas extraordinarias. Incluso cierre de fronteras. Pocos precedentes pueden encontrarse si algunos. Quizás lo que más se asemeje es el caso de la llamada “gripe española” que en realidad se inició en Fort Riley (Arkansas) durante la I Guerra Mundial y afectó a un tercio de la población mundial con índices de mortalidad, según las zonas, del 10 y del 20%. A finales de 1920, cuando ya se acabó la pandemia, habían muerto más de 40 millones de personas. El coronavirus puede estar activo hasta principios de verano, es decir más de tres meses aún. 

Según la fuente, se auguran caídas de 2 y hasta 3% del PIB mundial a causa de la situación económica previa a la pandemia y el agravamiento que la misma está suponiendo. De momento. Cuando la mayor parte de la población no rica aún no ha conseguido niveles de existencia material de antes de la crisis de 2008, una nueva crisis golpeará a esta población. 

Por supuesto que los muy ricos perderán, están perdiendo ya, mucho dinero por la caída en picado de las bolsas. Por supuesto que también tendrán pérdidas por la caída del valor de muchas de sus acciones y del cierre de fábricas. Por supuesto. Pero los millones de personas que se han quedado o van a quedarse sin trabajo, sea de forma provisional o a más largo plazo, no solamente tendrán “pérdidas”, sufrirán también una degradación muy grande de sus condiciones materiales de existencia. Muchas patronales del mundo no han dejado de aprovechar la ocasión para reivindicar que los impuestos sean recortados y que se facilite el despido. No es de extrañar que se haya comparado su actitud con los buitres que sobrevuelan los animales heridos esperando que caigan para que les sirvan de alimento. En la crisis desatada en el 2008 en la Unión Europea se impusieron políticas de austeridad criminal que golpearon a estados enteros, como Grecia, y a toda la población no rica. Ahora, distintas medidas económicas y sociales se han propuesto con el inicio de la pandemia que se ha desencadenado justo en unos momentos en los que ya la situación económica mostraba extremas debilidades y anunciaba una recesión. Como no podía ser de otra forma, el Gobierno del Reino de España puso en marcha unas medidas para hacer frente a esta crisis social, económica y sanitaria. 

“Un Consejo de Ministros histórico”, así se calificó la sesión del 17 de marzo del Gobierno español. “Inyección de 117.000 millones de dinero público” decía la portada de un diario de gran tirada al día siguiente, y casi todos abrían con palabras parecidas. Palabras más o menos rimbombantes para una situación excepcional. Sánchez anunció que se va a llevar a cabo la “mayor movilización de recursos públicos de la historia” en el Estado español. De momento, una exageración. Para el rescate bancario, se destinó más dinero público. Aunque la cantidad exacta sea diferente según las fuentes, en todo caso representó mucho más de 117.000 millones. 

El presidente del gobierno español declaró que “el gobierno hará lo que haga falta para frenar la crisis del coronavirus”. Las declaraciones grandilocuentes hay que tomarlas con precaución, como las grasas y el azúcar.

Más del 90% del total de los recursos son avales e inversión privada. Solo alrededor del 7% de los recursos representa gasto directo hacia la ciudadanía. Si observamos lo que están haciendo otros países, vemos cómo el gasto directo está siendo mayor. Ayer mismo, Donald Trump declaró que el Gobierno de Estados Unidos destinará 2,5 billones de dólares en transferencias en efectivo (cash-transfer). Pero no solo es Estado Unidos, otros países avanzan ya en la línea de las transferencias en efectivo para hacer frente a esta crisis: Australia, China, Hong-Kong, Irlanda, Italia, Japón, Portugal o Singapur, entre otros. En Hong-Kong, por ejemplo, se ofrece un pago único a todos sus ciudadanos de 10.000 dólares locales per cápita, algo más de 1.100 euros. Como recientemente escribía el teórico del precariado, Guy Standing, “sería mucho más apropiado aprovechar la situación para introducir un sistema de renta básica, para empezar, al menos, mientras se prolongue la pandemia, que dé a cada residente del país una modesta retribución mensual sin condiciones, como derecho.”

Efectivamente, esta propuesta de Standing no está aislada. Son multitud las voces, los artículos, las redes sociales, los activistas sociales o los académicos que demandan una asignación monetaria incondicional a toda la población. Si un Gobierno tiene el objetivo de “rescatar a las personas” tiene más sentido que nunca que las personas cuenten con recursos, tengan o no empleo, para poder hacer frente a la difícil situación actual y la peor que se avecina.

“Rescatar a las personas”, sí. Pero en serio. Que toda la población tuviera modestamente la existencia material garantizada… ¿hasta fin de año? ¿Es mucho pedir? ¿Se trata de una propuesta escandalosa? Una renta básica de 1.000 euros mensuales para toda la población hasta final de año, por ejemplo. ¡Hasta final de año! ¿Es pedir mucho? Esto es menos dinero que lo que sirvió para rescatar a la banca española. Y que no se haga, para no castigar demasiado a la inteligencia, el cálculo de “economista de servilleta”, como Guy Standing ha calificado esta burda operación, de multiplicar los 1.000 euros por los meses que faltan para acabar el año y por los habitantes, para acabar concluyendo que este total es el “coste de la renta básica”. Esto sería el coste bruto, no el coste neto. Se han hecho proyectos de financiación de una renta básica desde hace tiempo para tener que repetir una vez más lo obvio. Por supuesto que la renta básica, que algunos la han rebautizado ante la situación actual como “renta de cuarentena”, debería ir acompañada de más medidas, esto se da por supuesto. Y algunas de las proyectadas por el Gobierno del Reino de España son aceptables. Pero aquí sólo queremos apuntar la necesidad urgente de una renta básica. Se repite insistentemente que ante una situación extraordinaria se trata de ofrecer medidas extraordinarias. Propósito encomiable que desgraciadamente no se condice demasiado con los hechos. La renta básica sí sería una medida extraordinaria ante una situación extraordinaria. Pero garantizar la existencia material de toda la población quizás parezca demasiado extraordinario a muchos gobernantes. Y cuando recordamos lo rápido, fácil y contundente que resultó salvar a la banca, nadie puede acusarnos de hacer la comparación. Y sacar conclusiones.

*Julen Bollain es economista e investigador en Renta Básica y ex-Portavoz económico de Elkarrekin Podemos en el Parlamento Vasco*Julen Bollain

*Daniel Raventós es profesor titular de la Universidad de Barcelona y presidente de la Red Renta Básica*Daniel Raventós

La pandemia del coronavirus está en un momento álgido en la Unión Europea. Y el Reino de España es de los focos principales. Muchos países han decretado medidas extraordinarias. Incluso cierre de fronteras. Pocos precedentes pueden encontrarse si algunos. Quizás lo que más se asemeje es el caso de la llamada “gripe española” que en realidad se inició en Fort Riley (Arkansas) durante la I Guerra Mundial y afectó a un tercio de la población mundial con índices de mortalidad, según las zonas, del 10 y del 20%. A finales de 1920, cuando ya se acabó la pandemia, habían muerto más de 40 millones de personas. El coronavirus puede estar activo hasta principios de verano, es decir más de tres meses aún. 

Según la fuente, se auguran caídas de 2 y hasta 3% del PIB mundial a causa de la situación económica previa a la pandemia y el agravamiento que la misma está suponiendo. De momento. Cuando la mayor parte de la población no rica aún no ha conseguido niveles de existencia material de antes de la crisis de 2008, una nueva crisis golpeará a esta población.