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Derecho a ofender

Por fin lo hicieron. Pitaron al himno bien, con ganas, a pleno silbido y a pleno silbato. No es que no les importen los que no piensan como ellos o las consecuencias de sus actos, que tampoco, es que lo suyo es la libertad de expresión. Porque pitar al himno y al Rey es un derecho democrático. Porque ellos tienen derecho a expresar su malestar, un malestar por otra parte difuso y generalizado a la vez, pitando a los símbolos de los otros. Porque aunque parezca sorprendente también hay otros.

Sabían, porque se les había advertido por parte de suficientes actores políticos y sociales, que pitar al himno y al Jefe del Estado podía ofender a millones de conciudadanos. Lo sabían además porque me consta que se lo habían dicho directamente muchas personas. Pero a ellos les dio igual porque lo suyo es un derecho que va incluso más allá de la libertad de expresión: el derecho a ofender.

Y cuentan con muchos y muy importantes apoyos, activos y pasivos. De hecho ninguno de los responsables de los respectivos clubs ni de las instituciones de sus lugares de origen pusieron nada de su parte para ejercitar un mínimo de pedagogía democrática en torno a la necesidad de respetar los símbolos que por su propia naturaleza son susceptibles de suscitar emoción o simplemente respeto si no en ellos si en muchas otras personas. Sin duda en millones de personas. Pero a ellos esto les da lo mismo, porque a ellos solo les importa lo suyo y lo suyo en este caso es que están agraviados, permanentemente agraviados, seguramente no sabrían explicar por qué pero tienen claro que están agraviados, agraviados por España y por aquellos españoles para los que los actuales símbolos constitucionales son la expresión de los valores democráticos y de la convivencia en paz, progreso y libertad. Y por eso pitan al himno nacional y al Rey.

Como ciudadano vasco me siento indignado por el comportamiento de los representantes de instituciones básicas de mi país, sean el Athletic Club, el Gobierno vasco, la Diputación de Bizkaia o el Ayuntamiento de Bilbao. En el caso de la Presidencia y la Junta Directiva del Athletic el caso es más grave porque además no han dicho nada por la exhibición de una pancarta gigante en la grada en la que se asociaba al club con uno de los lemas más odiosos de la organización terrorista ETA (jo ta ke irabazi arte), que sirvió de aliento durante décadas al ejercicio de la actividad asesina de ETA (hasta sus granadas de fabricación casera llevaban impreso ese lema). Y no vale refugiarse en que es una expresión tradicional en lengua vasca para indicar esfuerzo y constancia en la consecución del objetivo. El simple hecho de haber sido uno de los lemas tras los cuales ETA perpetró sus crímenes y felonías lo convirtió en una expresión de muerte al diferente y debería por tanto proscribirse de los usos y costumbres de una sociedad democrática. Y si el presidente y la Directiva del Athletic Club carecen de la necesaria sensibilidad para darse cuenta de esto, significa que carecen de la necesaria legitimidad para dirigir esa venerable institución deportiva.

Estoy indignado, sí. Pero no tanto porque existan miles de seguidores de dos clubs que son capaces, amparados en el anonimato de la masa, de ofender a sus conciudadanos, de sumarse como borregos a la pitada rastrera o de permitir con su cobardía que eso ocurra sin decir esta boca es mía. Estoy indignado porque los dignatarios democráticos que nos deben representar a todos los ciudadanos vascos y catalanes no solo no hicieron nada para pararlo y para exigir respeto a todos, sino que o echaron más leña al fuego con declaraciones ambiguas cuando no directamente cínicas o avalaron con su silencio la ofensa que finalmente se llevó a cabo.

Y aquí, y en toda tierra de alubias y hasta de garbanzos, agredir sabe todo el mundo. En efecto, reproduzco a continuación el diálogo mantenido en WhatsApp días antes del partido por mi amigo Sabino, liberal y demócrata de viejo cuño, y su cuñado y su cuñada nacionalistas jeltzales. (Aunque parezca mentira, un Sabino también puede ser demócrata y liberal, y este lo es de antiguo, contra el régimen franquista y contra el actual régimen nacionalista). Ahí va:

Sabino: - Aquí lo que ocurre es que hay gente que cree que puede ofender impunemente, amparado en el anonimato que da la masa. Y puestos a ofender la gente puede llegar a ser muy imaginativa y.... muy contundente. Así empezaron en la exYugoslavia y mira como acabaron. Si no respetas a los demás prepárate a no ser respetado y no te quejes. Ofender es fácil. Respetar a los demás exige más cultura, más educación y más inteligencia. Que el día 30 las aficiones del Athletic y del Barça elijan.

Cuñado.- Efectivamente, habrá reprobación sonora, ostentosa y generalizada de un Rey y de un himno con el que no nos identificamos. No es para ofender, es para mostrar la disconformidad. Y efectivamente, Croatas, Bosnios y Montenegrinos no estaban conformes y “la Gran Serbia” hizo lo que hizo.

Sabino: - Ya, pero aquí la única que ha asesinado con el apoyo o la indiferencia de una parte importante de la población es “la Gran Euskadi”.

Cuñada.- Bueno, no todo es blanco o negro. Hubo más muertos. Y mejor pitar que usar la violencia ¿no?.

Sabino: - Por supuesto. Pero las armas no se cargan solas y tampoco las carga el diablo, las cargan las patrias exaltadas, las patrañas mal contadas, la historia inventada, los agravios reales o imaginarios, las ofensas gratuitas, los dioses excluyentes, las identidades asesinas y un largo etcétera que precede a la pólvora y al plomo. Y siempre ha sido así

Cuñada.- Supongo que todo eso es aplicable a todas las partes.

Sabino: - Así es, universal

Por fin lo hicieron. Pitaron al himno bien, con ganas, a pleno silbido y a pleno silbato. No es que no les importen los que no piensan como ellos o las consecuencias de sus actos, que tampoco, es que lo suyo es la libertad de expresión. Porque pitar al himno y al Rey es un derecho democrático. Porque ellos tienen derecho a expresar su malestar, un malestar por otra parte difuso y generalizado a la vez, pitando a los símbolos de los otros. Porque aunque parezca sorprendente también hay otros.

Sabían, porque se les había advertido por parte de suficientes actores políticos y sociales, que pitar al himno y al Jefe del Estado podía ofender a millones de conciudadanos. Lo sabían además porque me consta que se lo habían dicho directamente muchas personas. Pero a ellos les dio igual porque lo suyo es un derecho que va incluso más allá de la libertad de expresión: el derecho a ofender.