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La deslegitimación del terrorismo

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El terrorismo es una forma de violencia ilegítima ejercida contra personas, grupos o instituciones para intimidar y provocar miedo y terror. Su fin es condicionar decisiones y obtener unos determinados objetivos, habitualmente, de carácter político. Vulnera los derechos humanos de las personas, desarrolla una cultura de odio y ataca el funcionamiento democrático de las sociedades.

El terrorismo tiene un efecto directo y negativo sobre las personas. En especial, atenta contra el derecho a la vida, la libertad o la integridad física. Pero, además, desestabiliza las instituciones democráticas, las relaciones entre los países y el desarrollo social y económico. Es un problema de todos, actual y grave. El pasado domingo, 21 de agosto, celebramos el Día Internacional de Conmemoración y Homenaje a las Víctimas del Terrorismo, proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2017.

A lo largo de la historia de España han actuado diferentes grupos terroristas de corte nacionalista, yihadista, de extrema izquierda o extrema derecha. De todos ellos, ETA ha sido la organización más mortífera y más sangrienta porque también ha sido la que ha contado con un mayor apoyo social. Y si ha contado con ese apoyo, no es porque se lo mereciera, sino porque una parte de la sociedad creyó en las virtudes de la violencia para imponer sus ideas por encima de la vida y la libertad.

Como sociedad tenemos la obligación ética y moral de mantener y defender la memoria de las víctimas del terrorismo, una memoria que ha de ser activa para reforzar los principios y valores democráticos

La legitimación del terrorismo de ETA ha tenido mucho arraigo. Es verdad que las formas más explícitas de apoyo a ETA eran propias de una minoría radicalizada, y que la mayoría de la población estaba en contra de matar al que pensaba diferente. Pero también había una zona gris tan amplia como ambigua, integrada por aquellas personas que miraban para otro lado o que comprendían las supuestas causas del ejercicio de la violencia.

Por todo lo hasta ahora expuesto, es importante conocer qué es la deslegitimación del terrorismo y cómo se puede trabajar a favor de ella.

Deslegitimar es hacer perder la legitimidad de algo. Lo legítimo no es solo lo establecido de acuerdo con la ley y el derecho, sino lo que está de acuerdo con la razón o con lo que se considera justo y razonable.

Cuando hablamos de deslegitimar la violencia, realmente estamos hablando de una violencia que tiene una raíz injusta, una raíz ilegítima. En una democracia el monopolio de la violencia lo ejerce el Estado, siempre de acuerdo con las leyes. Cuando hablamos de una violencia ilegítima estamos hablando de una violencia que produce víctimas inocentes, que se ceba en personas y en ciudadanos inocentes. 

Sabemos mucho, tanto en España como en Europa, de lo que es esa violencia ilegítima causada por organizaciones terroristas. Las consecuencias terribles de esa violencia ilegitima se expresan especialmente en el sufrimiento de las víctimas. 

Por ello, es fundamental que el rechazo a la violencia terrorista se realice desde unas bases firmes que se sustenten en la defensa de los principios democráticos, la defensa de los derechos humanos y, de forma específica, en el respeto y la defensa de la pluralidad de la sociedad. Hablamos, por tanto, de una deslegitimación ética, social y política del terrorismo. 

Su fin es condicionar decisiones y obtener unos determinados objetivos, habitualmente, de carácter político. Vulnera los derechos humanos de las personas, desarrolla una cultura de odio y ataca el funcionamiento democrático de las sociedades

La deslegitimación del terrorismo no es sólo un concepto teórico, sino que implica una serie de actitudes que afectan al quehacer diario de las instituciones, los partidos políticos y la sociedad en su conjunto. Y también a las víctimas, ya que su presencia resulta imprescindible porque, sin su papel testimonial, algunas personas pudieran pensar que el terrorismo y todo lo que conlleva nunca hubiera existido.

Como sociedad tenemos la obligación ética y moral de mantener y defender la memoria de las víctimas del terrorismo, una memoria que ha de ser activa para reforzar los principios y valores democráticos. 

La trayectoria de Gesto por la Paz en los años más duros del terrorismo, la participación de las víctimas en programas de testimonios en los colegios, la labor que desde hace décadas realizan las asociaciones y fundaciones de víctimas o la creación del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, son ejemplos de ese necesario trabajo por la deslegitimación del terrorismo.

Toda la sociedad está, por tanto, llamada a jugar este papel en la deslegitimación del terrorismo: en la familia, en el ámbito educativo, en los medios de comunicación, en las instituciones públicas, en las redes sociales, en los colectivos ciudadanos... todos y todas somos parte de este camino que hay que recorrer juntos. Una apuesta decidida por la democracia y el Estado de derecho como bases de la convivencia nos asegurará, sin lugar a dudas, un futuro mejor en el que nunca más la violencia terrorista sea utilizada como medio para alcanzar ningún fin.

El terrorismo es una forma de violencia ilegítima ejercida contra personas, grupos o instituciones para intimidar y provocar miedo y terror. Su fin es condicionar decisiones y obtener unos determinados objetivos, habitualmente, de carácter político. Vulnera los derechos humanos de las personas, desarrolla una cultura de odio y ataca el funcionamiento democrático de las sociedades.

El terrorismo tiene un efecto directo y negativo sobre las personas. En especial, atenta contra el derecho a la vida, la libertad o la integridad física. Pero, además, desestabiliza las instituciones democráticas, las relaciones entre los países y el desarrollo social y económico. Es un problema de todos, actual y grave. El pasado domingo, 21 de agosto, celebramos el Día Internacional de Conmemoración y Homenaje a las Víctimas del Terrorismo, proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2017.