Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
EAJ-PNV, el estanque sin olas
Le preguntaron al jardinero de un batzoki por el sistema que utilizaba para tener el césped y las flores tan cuidadas y hermosas. Y él, flemático, contestó: “El sistema es muy sencillo. Basta con regar y cortar y cortar y así durante 125 años…”. El que un partido cumpla 125 años como ha cumplido el PNV el 31 de julio pasado no es cuestión menor.
Ni es un partido racista a tenor de las críticas a Sabino Arana, ni es un partido de derechas, a tenor de las críticas de la izquierda abertzale, ni es un partido de caciques a tenor de las cuatro divisiones que ha tenido y ni es un partido homologable con ninguno de los que funcionan en el Congreso. Es otra cosa, aunque paulatinamente se ha ido reconvirtiendo en el transcurso de estos años de partido asambleario en partido de cuadros. Lo digo con un cierto conocimiento de causa. Soy el único afiliado con asiento en la Asamblea Nacional desde marzo de 1977. No hay otro. Puedo comparar y lo hago.
El posibilismo en política está mal visto por los puros y los dogmáticos y el PNV es un partido posibilista que, sin olvidar su ideario, hace política con los pies en el suelo. Herrero de Miñón nos decía: “Os tildan de ambiguos y cuanto más ambiguos seáis, mejor para vosotros y para Euzkadi”. El todo o la nada, el 'cuanto peor, mejor' no va con un partido que ha pasado por una guerra terrible, exilio, persecución y vuelta a empezar. Como digo, es otra cosa, sin olvidar su sazón que independientemente de su ideología social cristiana, incluso socialdemócrata, que le permite pactar con partidos de izquierda o ir a la guerra con el Frente Popular tiene su carga de emoción identitaria, que es el gran cemento que une un sentimiento nacional irredento. Decía Einstein que comienza a manifestarse la madurez cuando sentimos que nuestra preocupación es mayor por los demás que por nosotros mismos. Y el PNV en eso es un partido maduro.
En todo partido su época electoral interna es un tiempo de zozobra, mucho más cuando hay candidaturas enfrentadas. Si en los batzokis te preguntan '¿tú de quién eres?' mal asunto. Se produce una división emocional que es fundamental no crearla porque se refleja inmediatamente ante la sociedad que se pretende dirigir. “Si no son capaces de entenderse entre ellos, ¿cómo nos van a decir lo que tenemos que hacer?”. Y eso tiene su lógica pero también seca a los partidos de debate interno, y la división del PNV en 1986 produjo tal nivel de enfrentamiento que aquellas heridas siguen supurando en algunos casos y ha reconvertido al PNV en un partido con poca discusión interna. Es así.
La situación actual del PNV es una situación privilegiada. Proyecta solidez y un buen liderazgo con un presidente de partido que no mueve la silla al Lehendakari sino que ambos complementan su mensaje. Y si a esto se le añade esa vieja consigna de que no hay que mostrar en público la menor apetencia porque eso desde siempre está mal visto, todo el trabajo se le deja como en los Cónclaves al Espíritu Santo.
La desaparición de ETA, una izquierda dogmática incapaz de aceptar las reglas normales de la democracia, Gobiernos centrales de sainete, la COVID-19, el espacio bisagra que sabe utilizar el PNV para desarrollar el Estatuto de Gernika, un EHPodemos como el violinista en el tejado, y un PSE que comienza a remontar junto a la seriedad de Urkullu y la mano de buen cocinero de bacalao de Ortuzar en su movimiento de muñeca, hacen que la situación política del PNV estratégica y políticamente sea única. Y hasta en los mentideros se alaba el buen sentido de una organización nacionalista que sabe subir y bajar del monte, dormir en tienda de campaña y en palacio y que además tiene bien puesto el radar de la modernidad.
Sobre el procedimiento interno es sencillo y a dos vueltas. Solo tiene el fallo de que externamente no se puede hacer campaña. Los perdedores se quedan sin espacio en la Asamblea o en la carbonera como en Gipuzkoa y que los candidatos que son burukides pueden seguir ostentando dicha representación, con lo que hay una ligera ventaja de salida. El resto sería patentable y exportable a otros partidos.
Funciona así. En esto consiste el proceso, proceso que será sin sobresaltos y con resultados cantados. Pero es el mismo proceso para el caso de que hubiera una o más candidaturas. Y la fórmula funciona.
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