Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Elecciones en Podemos Euskadi
La dirección de este diario me ha pedido una valoración del proceso que afronta Podemos de renovación de su dirección vasca. Intentaré ser lo más objetivo posible, aunque es conocida mi distancia respecto de la gestión de la dirección saliente. Nunca he sido favorable a las estrategias netamente populistas, como las que dicha dirección ha defendido y practicado. Del pensamiento populista creo que se pueden adoptar elementos correctivos, pero una estrategia estrictamente populista es incapaz de construir algo sólido y a largo plazo y menos aún en sociedades desarrolladas. Y siempre he defendido que en Euskadi no se dan las condiciones objetivas para una estrategia de ese tipo, ya que ni hay unas instituciones muy deslegitimadas, ni una cultura política débil, ni una sociedad civil poco organizada. Por eso creo que la dirección saliente de Podemos ha desarrollado una estrategia que no es la más acertada para una sociedad tan desarrollada y politizada como la vasca. Hacer política en Euskadi intentando agradar a todos y eludiendo tomar partido y posicionarse en cuestiones que pueden resultar impopulares puede hacer que no te salgan enemigos, pero te condena a la subalternidad.
Ese no es el único problema. Todos los teóricos del pensamiento populista, desde Laclau a Errejón o Mouffe, tienen claro que una estrategia populista exige un liderazgo fuerte, ya que se atribuye a la confianza en el líder la función de compensar la falta de concreción del programa político. La dirección saliente de Podemos ha intentado la cuadratura del círculo: una estrategia populista con un liderazgo débil y oscilante.
Visto el resultado electoral en las autonómicas y visto que en la asamblea Vistalegre II los partidarios de mantener estas estrategias no consiguieron imponerse, la dirección saliente abandonó su anterior beligerancia y asumió aparentemente la situación. Esto debería haber llevado a un proceso de revisión de lo andado y al diseño de una nueva estrategia para los próximos años. Por desgracia, no ha sido así.
Weber, y de forma más radical su discípulo Michels, teorizaron sobre la tendencia innata de las organizaciones a la burocratización y a ir sustituyendo los fines para los que nacieron por las necesidades propias de su supervivencia. Las organizaciones políticas pronto dejan de ser un medio para alcanzar determinados objetivos socioeconómicos y se transforman en un fin en sí mismas. No se me ocurre ejemplo más gráfico que el del actual PSE, desconectado del proyecto social que inspiró el surgimiento de la socialdemocracia y volcado casi en exclusiva en garantizar su supervivencia, fiada a gestionar parcelas de poder institucional, por marginales que sean.
Si Podemos Euskadi pierde la capacidad de autocrítica creo que corre el peligro de perder la conexión privilegiada que tenía con la sociedad civil y de caer en este tipo de dinámicas. No faltan datos preocupantes. No está siendo capaz de alterar la agenda y la hegemonía discursiva del PNV, ni de descolocar a los partidos tradicionales con iniciativas propias. Se mueve a rebufo de los demás, y especialmente, a rebufo de las necesidades de su grupo parlamentario de posicionarse sobre prioridades ajenas.
Mientras tanto, el PNV profundiza cada día con menos complejos en su agenda neoliberal y en el reforzamiento de sus pactos con el PP, consciente como es de las debilidades de las fuerzas de la oposición. Esta misma semana ha pactado con el PP una importante contrarreforma fiscal para Euskadi, con un tipo para las empresas que baja del 28% al 24%, lo que nos aleja de la que pagan los empresarios vascos de Iparralde (33%) y nos pone incluso por detrás de la española y la portuguesa (25%). La conversión reciente de ELA en una especie de oposición de facto al PNV me parece una prueba inequívoca de la debilidad que muestran tanto Unidos Podemos como EHBildu en la labor de limitar la agenda cada vez menos solapadamente neoliberal del nacionalismo conservador.
¿Será Podemos capaz de rectificar el rumbo y recuperar la confianza de la mayoría social vasca de progreso para liderar una alternativa a esas políticas neoliberales? El proceso electoral abierto supone una oportunidad. Creo que un cambio en el liderazgo es condición necesaria, pero no suficiente. Creo que es necesario también que la dirección que salga elegida haga un ejercicio profundo de autocrítica del camino andado y unas rectificaciones importantes tanto en la estrategia como en las prácticas políticas desarrolladas.
En el lado positivo de la balanza habría que poner el hecho de que Podemos Euskadi carece de mochilas históricas que hipotequen su futuro y que en su corta andadura, no ha cometido ningún error político irreversible. De forma que un liderazgo con mayor respeto y credibilidad y una estrategia más a pie de calle, menos acomplejada y seguidista, más decidida y ambiciosa, le podría permitir empezar a recuperar el espacio perdido.
La dirección de este diario me ha pedido una valoración del proceso que afronta Podemos de renovación de su dirección vasca. Intentaré ser lo más objetivo posible, aunque es conocida mi distancia respecto de la gestión de la dirección saliente. Nunca he sido favorable a las estrategias netamente populistas, como las que dicha dirección ha defendido y practicado. Del pensamiento populista creo que se pueden adoptar elementos correctivos, pero una estrategia estrictamente populista es incapaz de construir algo sólido y a largo plazo y menos aún en sociedades desarrolladas. Y siempre he defendido que en Euskadi no se dan las condiciones objetivas para una estrategia de ese tipo, ya que ni hay unas instituciones muy deslegitimadas, ni una cultura política débil, ni una sociedad civil poco organizada. Por eso creo que la dirección saliente de Podemos ha desarrollado una estrategia que no es la más acertada para una sociedad tan desarrollada y politizada como la vasca. Hacer política en Euskadi intentando agradar a todos y eludiendo tomar partido y posicionarse en cuestiones que pueden resultar impopulares puede hacer que no te salgan enemigos, pero te condena a la subalternidad.
Ese no es el único problema. Todos los teóricos del pensamiento populista, desde Laclau a Errejón o Mouffe, tienen claro que una estrategia populista exige un liderazgo fuerte, ya que se atribuye a la confianza en el líder la función de compensar la falta de concreción del programa político. La dirección saliente de Podemos ha intentado la cuadratura del círculo: una estrategia populista con un liderazgo débil y oscilante.