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La encrucijada de Equo en Euskadi
La entrada en el Parlamento Vasco de José Ramón Becerra, el primer representante de un partido adscrito a los Verdes Europeos que llega a la cámara vasca, ha supuesto un hito para el movimiento ecologista en Euskadi. Becerra se une así a muchas personas que ocupan cargos institucionales en ayuntamientos de los tres Territorios Históricos desde las municipales de 2015 y que trabajan desde lo local por transformar las propuestas de la ecología política en realidades tangibles en el día a día de nuestros pueblos y ciudades.
Después de décadas en las que el debate identitario era el eje sobre el que pivotaba la política vasca, el fin de la violencia terrorista y la llegada de una crisis que se ha cebado especialmente con una parte significativa de la ciudadanía, han ido modificando la agenda hacia una cuestión que muchos consideramos mucho más urgente y sobre la que tenemos que tomar medidas necesarias para garantizar un futuro digno para las generaciones que llegan ya empujando. El aumento de la población a nivel mundial en un entorno de recursos menguantes hace inviable a medio plazo el sistema depredador y consumista imperante hoy en día. La ecología política es la que intenta dar soluciones realistas a este problema, profundamente relacionado con la conservación del medio natural del que, como especie que somos, dependemos totalmente.
A diferencia de las propuestas meramente ambientalistas de otros partidos (prácticamente todos), Equo define la ecología como aspecto transversal y se presenta como alternativa para impulsar una sociedad más justa, igualitaria y sostenible a futuro. A diferencia de lo que sucedió en otros países con la irrupción de los partidos verdes en las instituciones, Equo lo hace en un contexto muy diferente, en medio de una crisis múltiple que agudiza las desigualdades que siempre han existido en el capitalismo y que se traduce en una exclusión progresiva de cada vez más gente, en la degradación de los ecosistemas de los que dependemos para garantizar agua y comida y en hipotecar el futuro de los más jóvenes dilapidando de forma absurda los recursos cada vez más escasos de nuestro planeta.
Por esta razón, Equo es también fruto del desencanto que llevó al 15M, pero sin que olvidemos el legado de Berdeak, que fue quien trajo la ecología política a Euskadi, aunque no lograse entrar en las instituciones, sin duda debido a que el debate identitario era el que impregnaba todos los aspectos de la política vasca de aquellos años. La confluencia con otros partidos como Podemos, también fruto del desencanto social, o Ezker Anitza, han permitido a Equo entrar con fuerza en las instituciones, si bien no se haya cumplido el objetivo principal de tales confluencias: desalojar del gobierno al Partido Popular en Madrid o al PNV en Euskadi.
Equo se halla por tanto en una encrucijada como representante de la ecología política en Euskadi (y en todo el estado español, claro). Equo ha crecido y necesita adaptarse a los cambios, pero sin perder su esencia. Hay que seguir ofreciendo esta estructura a la ciudadanía como vehículo para que su voz sea escuchada. No puede convertirse en un partido más, algo difícil una vez que se entra en la dinámica del trabajo diario en las instituciones modeladas para las estructuras de partido tradicional. Por eso es imprescindible el contacto con la calle, con colectivos sociales te todo tipo. Para lograr la transformación de los modelos productivos, energéticos y económico, Equo necesita tener voz propia, ya sea dentro o fuera de las confluencias en las que participa. Y no solamente en temas ambientales, ya que la ecología política es transversal. Por eso Equo debe mojarse en todos los temas, como lo ha hecho en Euskadi planteando un nuevo modelo político y de convivencia con el que se pueda sentir integrada toda la ciudadanía vasca, una apuesta valiente que, por desgracia, no ha tenido el eco que merece en los medios de comunicación ni en la calle. En noviembre se celebra la tercera Asamblea Federal de Equo a nivel estatal, en la que deben ponerse esas bases de futuro que necesita como partido referente de la ecología política en este país. De ahí que estemos en una encrucijada en la que tomar el camino correcto puede resultar crucial para el futuro de un espacio político cada vez más necesario en nuestra sociedad.
La entrada en el Parlamento Vasco de José Ramón Becerra, el primer representante de un partido adscrito a los Verdes Europeos que llega a la cámara vasca, ha supuesto un hito para el movimiento ecologista en Euskadi. Becerra se une así a muchas personas que ocupan cargos institucionales en ayuntamientos de los tres Territorios Históricos desde las municipales de 2015 y que trabajan desde lo local por transformar las propuestas de la ecología política en realidades tangibles en el día a día de nuestros pueblos y ciudades.
Después de décadas en las que el debate identitario era el eje sobre el que pivotaba la política vasca, el fin de la violencia terrorista y la llegada de una crisis que se ha cebado especialmente con una parte significativa de la ciudadanía, han ido modificando la agenda hacia una cuestión que muchos consideramos mucho más urgente y sobre la que tenemos que tomar medidas necesarias para garantizar un futuro digno para las generaciones que llegan ya empujando. El aumento de la población a nivel mundial en un entorno de recursos menguantes hace inviable a medio plazo el sistema depredador y consumista imperante hoy en día. La ecología política es la que intenta dar soluciones realistas a este problema, profundamente relacionado con la conservación del medio natural del que, como especie que somos, dependemos totalmente.