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¡Y España sin romperse!

Dice el PP, por boca de Aznar, que Sánchez está a punto de acabar con la Constitución y la unidad nacional. Que estamos como país en una agonía tal, que hay que sacar a la calle a la gente para lanzar un “Basta ya” que pare a quien está haciendo todo lo posible por dividirnos y, aún peor, disolvernos como nación. Ignoro si este aviso del mandamás de FAES hay que tomarlo como una verdad tan incuestionable como la que atribuyó a ETA los atentados del 11-M de 2004. No deja de sorprenderme, además, que, por malos que hayan sido los compañeros de viaje del actual presidente -todos antiespañoles- , España se halle muy lejos de la extinción pronosticada por los grandes oráculos de la derecha.

En la pasada legislatura, pese a los indultos y a las reformas penales que Sánchez impulsó para relajar la tensión en Cataluña, no fue España, sino el frente independentista catalán el que se rompió, al tiempo que un partido constitucionalista, el PSC, se ha llegado a convertir en el primer partido de Cataluña. Y es llamativo, además, que, con apoyo de fuerzas tan disgregadoras como las que dieron su apoyo al Gobierno de coalición, se alcanzaran objetivos tan esenciales para el fortalecimiento de un país, como la aprobación de tres Presupuestos Generales, que, es de suponer, son plenamente españoles.

De modo que, como destructor de España, Pedro Sánchez ha resultado ser una verdadera calamidad. Si ése era su objetivo, no sé a qué está esperando para acabar la faena que le ha venido asignando su ambición sin límites y su ansia de conservar el poder a toda costa. A lo mejor el hombre no ha dejado de ser un Pepe Gotera de la política, y teniendo un proyecto en la cabeza, le ha salido otro distinto. Va a ser eso lo que ha pasado, con toda seguridad.

Dicho lo cual, vamos ahora a hablar en serio. ¿Dónde está Feijóo? ¿Existe como tal o adopta el disfraz de todo aquél que se empeña en llevarle la contraria en su propio partido? ¿Tiene ideas propias o se ha convertido en el Makario servil del ventrílocuo de FAES? ¿Cuáles son sus planes? ¿A qué está dedicando el tiempo libre? ¿Con quién habla en serio para convencerle de la bondad de su candidatura a la presidencia del Gobierno? ¿Qué piensa defender en la sesión de investidura para hacer avanzar a este país?

Y, mirando a su futuro como previsible jefe de oposición, ¿qué liderazgo quiere ejercer en su partido, convertido en un gallinero donde todas las gallinas se quitan la palabra, disputándose la última ocurrencia y dejando afónico al que tendría que ser el gallo principal? ¿De quién se tiene que defender Núñez Feijóo en el momento actual, si quiere ser alguien con mando en plaza? ¿Del presidente Sánchez o del expresidente Aznar? ¿O del presidente del PP de Cataluña, Alejandro Fernández, rabiosamente opuesto a que su líder máximo hable con Junts, aunque sólo sea para decir que no?

Me gustaría saber cuánto de la movida organizada por los poderes fácticos del PP frente a los contactos del PSOE con Junts, (con una eventual amnistía aún sin concretar como señuelo) está dirigido contra los planes de Sánchez, y cuánto con la intención de evitarle a su máximo dirigente (al menos, nominal) algunos malos pensamientos que se le pasan por la cabeza de manera recurrente. Unos pensamientos que vienen y van, como las 'ondiñas' de la canción, al calor de ciertos coqueteos con el independentismo catalán, al que hay que buscarle algún acomodo, al decir de algunos dirigentes destacados del PP.

Porque, a estas alturas de la película, parece quedar bastante claro que el Gran Timonel de la derecha le empieza a ver alguna ventaja a ese Gobierno Frankenstein que antes vituperaba. Máxime teniendo en cuenta que: primero, Sánchez lo tiene ya a medio armar y le lleva por tanto una ventaja considerable; y segundo, que Vox es un aliado tóxico para gobernar y necesita como contrapeso el apoyo de los herederos políticos de Pujol, de derechas de todo la vida y muy cercanos por tanto ideológicamente, aunque de un tiempo a esta parte se hayan ido al monte. Lugar de donde no tienen intención de bajarse, al menos para dar el poder al “enemigo nacional” de toda la vida.

En cualquier caso, parece fuera de toda duda que Núñez Feijóo sigue, políticamente hablando, sin encontrarse a sí mismo. Y puede, por tanto, estar en vísperas de acabar siendo, tras Casado, un nuevo presidente fallido del PP.

Dice el PP, por boca de Aznar, que Sánchez está a punto de acabar con la Constitución y la unidad nacional. Que estamos como país en una agonía tal, que hay que sacar a la calle a la gente para lanzar un “Basta ya” que pare a quien está haciendo todo lo posible por dividirnos y, aún peor, disolvernos como nación. Ignoro si este aviso del mandamás de FAES hay que tomarlo como una verdad tan incuestionable como la que atribuyó a ETA los atentados del 11-M de 2004. No deja de sorprenderme, además, que, por malos que hayan sido los compañeros de viaje del actual presidente -todos antiespañoles- , España se halle muy lejos de la extinción pronosticada por los grandes oráculos de la derecha.

En la pasada legislatura, pese a los indultos y a las reformas penales que Sánchez impulsó para relajar la tensión en Cataluña, no fue España, sino el frente independentista catalán el que se rompió, al tiempo que un partido constitucionalista, el PSC, se ha llegado a convertir en el primer partido de Cataluña. Y es llamativo, además, que, con apoyo de fuerzas tan disgregadoras como las que dieron su apoyo al Gobierno de coalición, se alcanzaran objetivos tan esenciales para el fortalecimiento de un país, como la aprobación de tres Presupuestos Generales, que, es de suponer, son plenamente españoles.