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Espíritu y pacto para el nuevo autogobierno
El 25 de octubre de 1979 se aprobó el Estatuto de Gernika. Supuso un salto cualitativo de la dictadura a la democracia, del centralismo al autogobierno. Manteniendo aquel mismo espíritu, tenemos ahora la oportunidad de alcanzar un nuevo pacto político para mejorar y ensanchar el autogobierno vasco.
El Estatuto permitió retomar la institucionalización de Euskadi, truncada con el golpe militar y la Guerra Civil, negada por la dictadura. Permitió abrir un nuevo tiempo político a pesar de quienes lo combatieron y quienes se opusieron a su génesis y desarrollo, y que, sin embargo, hoy se benefician de lo conseguido y participan activamente en sus instituciones
El logro del Estatuto fue resultado de un triple pacto político. En primer lugar, un pacto entre vascos y vascas de concepciones ideológicas y sentimientos identitarios diversos, que encontraron en el texto un punto de encuentro y decidieron constituirse en comunidad. En segundo lugar, un pacto entre los territorios históricos de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, por el que estos aceptaban la creación de unas instituciones comunes sin renuncia ni pérdida de su propia singularidad; un pacto también abierto al territorio histórico de Navarra, en el supuesto de que su ciudadanía así lo decidiera. En tercer lugar, un pacto con el Estado, previa reserva expresa de los derechos históricos, con el compromiso de respetar y cumplir el acuerdo alcanzado.
Han transcurrido 45 años. Con esta perspectiva, el salto cualitativo en la historia de Euskadi ha sido una realidad incontestable. El Estatuto de Gernika, la visión que propuso y supuso, se ha demostrado un instrumento útil para desarrollar políticas propias dirigidas a cuidar y cultivar nuestras señas de identidad, mejorar la calidad de vida y el bienestar de todas las personas. Con sus carencias y deficiencias nos ha permitido construir una sociedad más próspera, justa y equilibrada que la anterior a su nacimiento.
Esta Euskadi es mucho mejor que la de 1979. Autogobierno, identidad vasca y bienestar son los tres vértices de un triángulo que, necesariamente, deben estar unidos. Transcurridos 45 años se vislumbra un nuevo salto cualitativo para nuestro autogobierno. La sociedad vasca es hoy muy distinta a la que decidió seguir el camino estatutario; nos encontramos con nuevos desafíos y necesidades emergentes.
Euskadi está integrada en Europa, hemos dejado atrás la lacra y el lastre del terrorismo, vivimos más condicionados por los retos globales. Este nuevo salto cualitativo es necesario también por las dificultades inherentes al proceso anterior: el cumplimiento íntegro de las competencias pendientes avanza con serias dificultades y, además, a lo largo de este tiempo, se ha producido una erosión de las competencias pactadas.
El cauce para este nuevo salto cualitativo se anticipaba ya en el propio Estatuto de Gernika, en el espíritu y la letra de la disposición adicional: “La aceptación del régimen de autonomía que se establece en el presente Estatuto no implica renuncia del Pueblo Vasco a los derechos que como tal le hubieran podido corresponder en virtud de su historia, que podrán ser actualizados de acuerdo con lo que establezca el ordenamiento jurídico”.
Hoy resulta necesario actualizar el pacto político que acordamos hace 45 años, fortalecer nuestras instituciones y la propia democracia. Para ello contamos con un marco que nos permite avanzar en tres estadios. En primer lugar, culminar el proceso de transferencias que fue acordado en 1979. Difícilmente se puede avanzar hacia un nuevo pacto si previamente no se ha cumplido con lo acordado. Contamos con el compromiso asumido por el Gobierno vasco y el Gobierno español para negociar y efectuar los 29 traspasos pendientes, con materias relevantes como puertos, aeropuertos, la gestión del régimen económico de la Seguridad Social -con especial incidencia en las políticas pasivas de empleo- el salvamento marítimo, la gestión del litoral o la migración.
En segundo lugar, nos corresponde identificar y corregir las competencias que se han visto alteradas a través de mecanismos diversos que han afectado, cuando no mutado, su contenido. Nuestro compromiso compartido es utilizar los mecanismos políticos, jurídicos e institucionales para defender y blindar el autogobierno alcanzado.
En tercer lugar, acordar nuevas capacidades y competencias que nos permitan desarrollar políticas propias para mantener y cultivar la identidad de nuestro pueblo, avanzar en la proyección exterior de Euskadi, participar directamente en las instituciones de la Unión Europea y seguir mejorando el nivel de prosperidad, bienestar y cohesión social. En definitiva, contar con renovados instrumentos para seguir avanzando en la construcción de una sociedad más equilibrada y justa, garantizando un reparto equitativo de la riqueza, la sostenibilidad de los servicios públicos, las oportunidades para la juventud o la atención a las personas más necesitadas.
Hoy es un buen día para leer el Estatuto de Gernika en su integridad. Comenzando por el artículo primero que define el sujeto, el pueblo vasco, pasando por todo el articulado que recoge las competencias que nos corresponden y que el Gobierno español ha aceptado negociar y acordar antes de que finalice el próximo año.
Vamos a mantener nuestro compromiso con la democracia y con un nuevo futuro político para Euskadi, propiciando un salto cualitativo que sea reflejo pactado de nuestra voluntad democrática y ensanche el consenso de 1979. La disposición adicional del Estatuto de Gernika nos ofrece la vía del acuerdo para la actualización de los derechos históricos del pueblo vasco, avanzando hacia un nuevo pacto estatutario que actualice y mejore nuestro Autogobierno, consolide un marco de bilateralidad efectiva y un sistema de garantías imparcial.
Se lo debemos a quienes nos precedieron, lo tenemos que construir en beneficio de quienes hoy vivimos en Euskadi y, sobre todo, de quienes nos sucederán.
El 25 de octubre de 1979 se aprobó el Estatuto de Gernika. Supuso un salto cualitativo de la dictadura a la democracia, del centralismo al autogobierno. Manteniendo aquel mismo espíritu, tenemos ahora la oportunidad de alcanzar un nuevo pacto político para mejorar y ensanchar el autogobierno vasco.
El Estatuto permitió retomar la institucionalización de Euskadi, truncada con el golpe militar y la Guerra Civil, negada por la dictadura. Permitió abrir un nuevo tiempo político a pesar de quienes lo combatieron y quienes se opusieron a su génesis y desarrollo, y que, sin embargo, hoy se benefician de lo conseguido y participan activamente en sus instituciones