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Podemos Euskadi, entre la renovación y la irrelevancia
La militancia y la gente simpatizante de Podemos Euskadi ha sido convocada a las urnas digitales para sustituir a la dirección saliente, que marcha sin rendir cuentas del fracaso de su gestión en la errática campaña de las elecciones al Parlamento Vasco. Está por ver si quienes aspiran a dirigir el partido se presentan a las primarias con el cordón umbilical del continuismo. Sin distanciamiento no habrá recuperación y proseguirá la agonía. Es un proceso de primarias marcado por el dilema Podemos-Sumar y el caso Errejón. Si este artículo resulta estricto será porque, al fallar la autocrítica, resulta imprescindible la crítica.
Un fracaso previsible
Podemos apoyó el proyecto Sumar para reforzar la unidad de la izquierda alternativa, a fin de impedir que las derechas llegasen a gobernar. Logrado ese objetivo, al formarse el nuevo gobierno de coalición, el tándem Yolanda Díaz-Iñigo Errejón tomó el control de Sumar, rodeándose de gente incondicional, proveniente en parte de Podemos. Es el caso de Lander Martínez en Euskadi, aupado en su trayectoria política por las corrientes que competían con el pablismo: anticapis, errejonistas y por fin yolandistas.
Consumada la ruptura entre Podemos y Sumar, llegan las elecciones al Parlamento Vasco sin condiciones para acordar una lista conjunta. Bastaba una reunión para constatar que las distancias eran insalvables, mas las conversaciones duraron semanas, hasta que Sumar encontró a su candidata en la sede de Podemos. Lo más grave es que, si Lander Martínez no hubiese zanjado las negociaciones, la dirección de Podemos Euskadi, Pilar Garrido y David Soto, habrían aceptado ir a las elecciones con el nombre de Sumar, la candidata de Sumar y el compromiso de dimitir si las bases de Podemos rechazaban su claudicación.
Tras un intento de mediación imposible, Podemos Euskadi acudió a las urnas cargando con una humillación y manteniendo en la papeleta el nombre Elkarrekin, que hasta la prensa advirtió inducía a confusión. Con tales antecedentes las opciones de lograr representación eran nulas. Pilar Garrido y David Soto no se responsabilizaron del fracaso dimitiendo de inmediato, ni rinden cuentas ante la militancia, y ocultan el motivo de su distanciamiento personal durante las negociaciones con Sumar. Manteniendo un clamoroso silencio, abandonan sus compromisos, dejando al partido desamparado. Falta saber si entretanto se han dedicado a preparar su relevo promoviendo candidaturas afines.
Las claves de la renovación
En una reunión de militantes celebrada a finales de octubre, desde el Circulo de Bilbao se reclamó la convocatoria de una asamblea ciudadana con antelación a la celebración de primarias. La razón parece obvia: era necesario un debate en profundidad para establecer la línea a seguir en la fase de reconstrucción. Sin esa premisa la nueva dirección será continuista o actuará por su cuenta, sin consultar. Se ha dado a las primarias carácter de asamblea ciudadana, sin ser un auténtico congreso. Hacen propuestas las candidaturas, no la militancia que desee participar sin aspirar a ocupar cargos. El reglamento electoral lo deja claro: “No podrá haber candidatura sin documentos ni documentos sin candidatura”.
Aspiran a dirigir Podemos Euskadi, Miren Echeveste juntera de Gipuzkoa y Richar Vaquero juntero en Bizkaia. Las normas de Podemos permiten acumular cargos, sin establecer siquiera incompatibilidades entre cargos públicos y orgánicos. Esa normativa, contraria al reglamento que en 2015 quiso implantar en Euskadi el equipo de Roberto Uriarte, es cuestionada desde las bases. Como cualquier otro partido, Podemos creó a nivel estatal la casta endogámica y elitista que pretendía erradicar. El afán de acumular poder provoca luchas internas sobradamente conocidas. La arrogancia y la soberbia que se deriva de esos comportamientos afecta a Sumar en la persona de Iñigo Errejón, pudiendo haber ocurrido también en Podemos.
Quienes encabecen las listas para asumir la dirección de Podemos Euskadi prometerán reforzar los círculos y la participación de la militancia. Más allá de declaraciones retóricas, deberían distanciarse públicamente de la ejecutiva anterior, enjuiciando su gestión de forma crítica. Advirtiendo que falló la dirección, no la militancia. Admitir, o no, la gravedad de esos errores, influirá en el resultado de las primarias, en la legitimidad y en el liderazgo de ¡a nueva dirección, en la recuperación de la confianza y del apoyo social perdido.
Causa asombro que Miren Echeveste y Richar Vaquero opten al cargo de coordinación, es decir, a liderar el partido, pero no a integrarse en el Consejo Ciudadano, que formalmente tiene la responsabilidad de dirigirlo. De modo que Vaquero o Echeveste quedarán fuera del primer nivel de la estructura orgánica por voluntad propia. Por otro lado, sorprende ver en la “lista blanca”, integrada por personas no adscritas a ninguna candidatura, el nombre de Ana Viñals, concejala en el ayuntamiento de Bilbao. Se presenta únicamente al Consejo Ciudadano porque está en desacuerdo con acumular cargos de máxima responsabilidad y no apoya a ninguna de las dos listas competidoras.
Podemos ha privilegiado la imagen mediática institucional, desatendiendo las labores orgánicas. Frente a esa deriva, el Círculo de Podemos Bilbao ha elaborado y difundido entre los demás círculos un documento de debate valorando la salida de la cámara vasca como un grave retroceso. El Círculo de Bilbao advierte además que, para volver a ser referente de la izquierda transformadora, es necesario fortalecer la estructura del partido, recuperando la limitación de retribuciones y mandatos, aplicando la rotatividad, exigiendo que todos los cargos se integren en los círculos, estableciendo la dedicación exclusiva en las secretarias de organización. En definitiva, se intenta que la actividad orgánica sea más participativa, evitando el centralismo y la profesionalización de la política.
Todavía es posible la remontada
La situación de Podemos es crítica, sin que sirva de consuelo saber que la de Sumar no es mejor. La dimisión-destitución de Iñigo Errejón, ideólogo y portavoz de Sumar, resulta paradigmática. Era conocido su talante autoritario desde que en noviembre del 2015, siendo Errejón secretario político de Podemos, conminó a Roberto Uriarte, primer secretario general de Podemos Euskadi, a dimitir o ser destituido, con el beneplácito de Pablo Iglesias. El funesto desenlace de la trayectoria política y personal de Errejón no debería sorprender. Plasma la obsesión por dominar cualquier situación, tan habitual en estructuras jerarquizadas, sean partidos, empresas, sindicatos, iglesias o ONG.
Yolanda Díaz repudió a Podemos intentando, junto con Errejón, convertir Sumar en una izquierda complaciente y amable. Asumieron un papel subsidiario en un gobierno del PSOE empeñado en sobrevivir buscando alianzas a derecha e izquierda. En la operación Sumar resultó clave la implicación de IU-PCE, en tanto que colaborador necesario. Ahora Antonio Maíllo intenta enmendar el error volviendo a enarbolar, sin alternativa creíble ni convicción, la bandera de la unidad de la izquierda.
El proyecto Sumar está condenado a extinguirse. Se desmorona por sus fallos políticos y por turbios episodios de violencia machista. Si este conflicto hubiese afectado a Podemos, en vez de a Sumar, Ione Belarra no habría contado con la benevolencia mediática que tiene Yolanda Díaz. Estando ahora el control de Podemos y de Sumar en mano de mujeres, se reduce el riesgo de los abusos sexuales. Sumar, o sea, Yolanda Díaz, cometió un grave error al empeñarse en poner al zorro a cuidar el corral.
Aunque tengan planteamientos y estrategias diferentes, Podemos y Sumar se han movido en la misma órbita política, compartiendo y heredando los peores defectos: centralismo, lucha por el poder, culto al líder y la lideresa. Sumar no sobreviviría en el gobierno si se convocasen elecciones generales anticipadas. Eso no significa que Podemos recupere de inmediato el espacio perdido. La remontada requiere volver a ganar la confianza de la ciudadanía desilusionada, aplicando la ética del comportamiento, es decir, el ejemplo. Empezando por democratizar el funcionamiento interno, empoderando a la militancia en vez de acumular poder como en un régimen oligárquico.
El reto es enorme en Euskadi, donde toca volver a empezar sin la fascinación de hace una década y con el estigma de un gran fracaso. En Podemos las primarias se pueden ganar por un puñado de votos. Otra cuestión es dirigir un partido que, yendo a contracorriente, aspira a ser el referente de la transformación social de un país, dominado por los cantos de sirena del nacionalismo y donde, el partido creado en el siglo XIX con principios de izquierdas y republicanos, es hoy la muleta de la derecha autóctona.
La militancia de Podemos Euskadi ha demostrado fortaleza en momentos críticos. Cuando se conozcan los resultados de las primarias el 14 de diciembre, quien gane tendrá que acreditar ser capaz de revitalizar el partido, asumiendo que las decisiones corresponden al Consejo Ciudadano, actuando sin tutelas y sin subordinarse a los poderes establecidos.
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