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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

¿Es hora de subir los tipos de interés?

Draghi se despide con un aviso: no se vislumbra un repunte en la eurozona

Juan Miguel Sans

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En el Consejo de Gobierno del pasado 12 de septiembre del Banco Central Europeo, Mario Draghi, ante las bajas expectativas de crecimiento y el evidente estancamiento de la economía europea, y antes de abandonar su sillón presidencial, decidió insistir en la política de tipos de interés negativos y de facilidad monetaria. Sin ánimo de ser exhaustivo se fijó el tipo de interés aplicable a la facilidad de depósito en el -0,50 (interés que las entidades de crédito reciben por sus depósitos a un día cuando tiene excedentes de liquidez), se reanudaron las compras netas de activos a un ritmo mensual de 20 mm de euros y se mejoraron las condiciones en plazos y tipos de las inyecciones trimestrales de liquidez que el BCE ofrece a las entidades financieras para canalizar la financiación a empresas y familias.

La política monetaria de Draghi ha servido para sostener en los últimos años a la economía europea en el entorno de crecimiento del 2/3 %. Tampoco es un resultado para lanzar cohetes. La economía europea, el mercado de trabajo y la industria están perdiendo el tren de los nuevos tiempos. Esta política no ha logrado ni siquiera subir la inflación a su objetivo del 2 %. Se confirma que la política monetaria por sí sola no puede resolver los problemas de la economía real que son de orden estructural. Es necesario un ambicioso plan de inversiones: un nuevo Plan Juncker y que se concreten los planes de cambio climático e infraestructuras en Alemania.

La política del BCE, en un contexto de incertidumbre internacional, no está siendo capaz de evitar la desaceleración. En el tercer trimestre de este año la economía del euro creció un 0,2 %. El creciente interanual se sitúa en el 1,2 %. Como sigamos con esta política corremos un riesgo no despreciable de japonización de la economía europea, como sabemos una depresión deflacionista que dura décadas. Los economistas conocen esta situación. En los manuales de macroeconomía se denomina trampa de la liquidez: una economía dopada que no es capaz de salir de su agujero.

Esta política monetaria también está teniendo algunos efectos contraproducentes. Los tipos cero o negativos castigan al ahorro y desvían el dinero de las familias y empresas hacia gastos especulativos y fomentan su endeudamiento. Las familias no encuentran productos donde destinar sus ahorros y necesitan mirar a muy largo plazo, buscar activos menos líquidos y asumir riesgos, algo a lo que no están habituados. La única alternativa que les queda son guardar el dinero en el colchón, la inversión inmobiliaria o el gasto innecesario. Todas ellas son malas decisiones. Fomentan la depresión (los economistas hablan de la paradoja de la austeridad) o las burbujas (exuberancia irracional). Por su parte, las empresas encuentran cómoda financiación y la banca concede fácil el dinero analizando cuentas y balances (análisis financiero para lo que está muy dotada) pero prescindiendo del análisis estratégico de sus negocios (el punto débil de sus análisis de riesgos). Un endeudamiento que en tiempos más difíciles puede ser complicado devolver.

Esta política monetaria también está afectando a la cuenta de resultados de las entidades financieras. A la banca española le ha resultado siempre difícil compensar la pérdida de margen de intermediación (diferencia entre el interés del activo y del pasivo), la esencia de su negocio, con el cobro de comisiones. Algo que llevan intentando mucho tiempo con un éxito limitado en un país que rechaza culturalmente esta estrategia. No es casualidad que la subgobernadora del Banco de España, Margarita Delgado, haya advertido de que “las crisis de entidades puntuales pueden seguir ocurriendo”. Esta situación nos aboca a otro proceso de concentración bancaria que esperemos que sea menos atropellado que la última.

Todos los expertos coinciden en que esta política de bajos tipos seguirá así muy probablemente en los próximos cinco años. Siguen el consenso. Una manera de que se equivoquen todos a la vez. Es cierto que el propio BCE da motivos para mantener esta opinión. Esta institución ha reiterado la necesidad de “una orientación muy acomodaticia de la política monetaria durante un periodo prolongado para respaldar las presiones sobre la inflación subyacente y la evolución de la inflación general a medio plazo”. No se puede decir más claro y no parece que Lagarde vaya a alterar a corto plazo esta situación, aunque haya incorporado el concepto de revisión estratégica de la política monetaria que tendremos que esperar a conocer qué significa.

El Brexit ha requerido tantas energías que la UE ha descuidado sus auténticas prioridades. Estamos casi en un callejón sin salida que hay que revertir. ¿Qué hacer? Política fiscal más activa de los países que tienen margen (Alemania), la puesta en marcha de un instrumento fiscal común robusto para la eurozona, desarrollar políticas microeconómicas, fortalecer la Unión Monetaria y Bancaria, pactos educativos y de pensiones estables y, sobre todo, actuar sobre algo que los economistas conocen bien pero a menudo olvidan: lo que Keynes llamaba “animal spirits”. Es decir, despejar incertidumbres. Entonces llegará la normalidad. También para los tipos de interés y la inflación.

*Juan Miguel Sans es experto en política monetaria y estrategia

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