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Llega el carnaval, ahora el electoral

El colorido carnaval, festivo e irreverente en su esencia, deja una vez más las calles de Euskadi llenas de confeti en la vuelta a la rutina del día a día. Pero este año, repleto de citas electorales, la fiesta de la impostura y los disfraces amenaza con prolongarse indefinidamente, al menos en el terreno político. La poderosa maquinaria electoral de los grandes partidos ya está en marcha y nuevas opciones con muchos menos recursos, pero con mucha más ilusión, intentan abrirse un hueco en los medios de comunicación para poder transmitir sus propuestas a una ciudadanía hastiada de promesas incumplidas, de corrupción institucionalizada y de recortes a su calidad de vida.

Y es que si bien todas las campañas electorales tienen bastante de circo, la que ya tenemos encima va a batir records en cuanto a fantasía, golpes de efecto e imaginación a raudales. Y todo para encubrir una falta de propuestas diferentes, efectivas y realistas que permitan transmitir ilusión a la ciudadanía desde los partidos que han gestionado las instituciones durante estos últimos años. Con un ojo puesto es las encuestas que se vayan publicando, los estrategas electorales tratarán de sacar chispa a todo para encubrir este déficit de ideas nuevas y de propuestas inexistentes. ¿Qué van a prometer quienes han propiciado la crisis, quienes no vieron lo que se avecinaba, quienes fueron incapaces de escapar a los dictados de instancias superiores o externas al juego político, quienes obvian problemas tan serios como el cambio climático o quienes han sido incapaces de proteger a la ciudadanía de un creciente proceso de exclusión social?

Este carnaval electoral va a estar lleno de coloridos mítines, reparto de florecillas, globitos y caramelos, de caravanas y banderitas, pero sobre todo va a ser el carnaval del reproche, de la descalificación, del fomento del miedo a lo que puede pasar si esto o lo otro. El “y tú más” será la norma y no la excepción. Una estrategia que solamente esconde la falta de ideas de unos partidos políticos anclados en el convencimiento de que nada puede sustituirles, de que si hacen las cosas como las han hecho siempre, los resultados serán los mismos. En definitiva, que no son capaces de percibir un cambio en la sociedad en la que muchas personas han visto las orejas al lobo y que se han visto traicionadas por unas instituciones que no tienen otro sentido que el de buscar el bienestar de todos sin dejar a nadie abandonado en la cuneta.

También estamos viendo como esos mismos partidos están intentando introducir algunos cambios, aunque sea cosméticos, para visualizar que son sensibles a las renacidas demandas democráticas de la sociedad. Sin embargo los resultados no parecen demasiado satisfactorios. La democracia interna y la transparencia no han tenido lugar en las estructuras de los partidos mayoritarios y eso no se cambia en un par de meses. Por eso estamos viendo – y lo seguiremos viendo en el futuro – como estos intentos por introducir elementos como las primarias o los programas electorales participativos chocan con las reticencias de quienes jamás han trabajado de esa forma, lo que lleva a que cada día salte una noticia o un escándalo relacionado con candidaturas o pactos en diferentes partes de España.

Estos intentos –fallidos en su mayor parte- de democratizar las estructuras internas de partidos con una amplia mochila histórica de presencia en las instituciones no hace sino agravar la progresiva degradación de nuestro sistema político. Una degradación que la historia nos enseña que nunca acaba bien, ya que es caldo de cultivo para que aparezcan movimientos populistas o iniciativas excluyentes y autoritarias que se justifican precisamente en acabar con un sistema que ya no da más de sí. No es un problema local. Lo estamos viendo en muchos países de Europa.

La gran incógnita es cómo va a responder la ciudadanía a este gran carnaval electoral cuando le toque ir con su papeleta a transformar en realidad esas ansias de cambio. Las encuestas, de las que soy muy poco amigo, solamente nos dan indicios: nos ofrecen una imagen más bien borrosa de un momento puntual, algo en lo que en realidad no se pueden basar conclusiones firmes. Me encantaría que la gente se molestase en leer los programas tranquilamente y que así sacase las conclusiones pertinentes. Sería la mejor base para poder exigir luego medidas efectivas a quienes resulten elegidos. Pero me temo que las luces del carnaval cegarán a la mayoría y se dejarán llevar por filias y fobias prefabricadas en ciertos despachos en los que la prioridad no ha sido jamás el bienestar de la ciudadanía que esperan liderar.

El colorido carnaval, festivo e irreverente en su esencia, deja una vez más las calles de Euskadi llenas de confeti en la vuelta a la rutina del día a día. Pero este año, repleto de citas electorales, la fiesta de la impostura y los disfraces amenaza con prolongarse indefinidamente, al menos en el terreno político. La poderosa maquinaria electoral de los grandes partidos ya está en marcha y nuevas opciones con muchos menos recursos, pero con mucha más ilusión, intentan abrirse un hueco en los medios de comunicación para poder transmitir sus propuestas a una ciudadanía hastiada de promesas incumplidas, de corrupción institucionalizada y de recortes a su calidad de vida.

Y es que si bien todas las campañas electorales tienen bastante de circo, la que ya tenemos encima va a batir records en cuanto a fantasía, golpes de efecto e imaginación a raudales. Y todo para encubrir una falta de propuestas diferentes, efectivas y realistas que permitan transmitir ilusión a la ciudadanía desde los partidos que han gestionado las instituciones durante estos últimos años. Con un ojo puesto es las encuestas que se vayan publicando, los estrategas electorales tratarán de sacar chispa a todo para encubrir este déficit de ideas nuevas y de propuestas inexistentes. ¿Qué van a prometer quienes han propiciado la crisis, quienes no vieron lo que se avecinaba, quienes fueron incapaces de escapar a los dictados de instancias superiores o externas al juego político, quienes obvian problemas tan serios como el cambio climático o quienes han sido incapaces de proteger a la ciudadanía de un creciente proceso de exclusión social?