Blogs Opinión y blogs

Sobre este blog

Mantas para la rebeldía

Ongi Etorri Errefuxiatuak —

0

Es julio 2024, estamos en Bihac (Bosnia). En el lateral de un gran escenario tres mujeres y un hombre bordan en una manta nombres, fechas, una flor o un lugar... recordando a criaturas, mujeres y hombres desaparecidos o muertos en su camino migrante.

La manta que bordan en esta ciudad, Bosnia, se va llenando de nombres como otras tantas mantas que hay por el mundo. En Lampedusa la bordaron manos italianas y mujeres de Túnez. Quieren que sus hijos e hijas desaparecidas no sean sólo un número estadístico, que su nombre sea también recordado.

Las madres centroamericanas empezaron estas mantas de memoria y denuncia para que no olvidemos.

En México, Mario bordó el nombre de su hermano que desapareció, junto a decenas de personas, cuando viajaba a EEUU. Buscan con las manos en la tierra para encontrar restos y bordan su memoria, casi siempre con hilo rojo.

Más de 5.000 personas desaparecidas, muertas en la ruta canaria, tendrán su nombre en una manta y la bordarán compañeras a las que no les cabe la pena, la rabia, la injusticia que obliga a poner en riesgo la vida a quienes tienen derecho a vivir en su país y se ven obligados a migrar.

Aquí en Euskal Herria en la manta que bordamos están los nombres de los ahogados en el Bidasoa evitando fronteras cerradas.

Pero hay otras mantas.

En las últimas semanas, en Bilbao, Barakaldo, Donostia se multiplican por las redes carteles organizando recogidas de mantas para personas que viven en la calle. Quienes organizamos las recogidas somos ciudadanas de a pie, parte de la sociedad que conocemos o sabemos de cientos de personas (casi siempre hombres jóvenes migrantes) que viven entre nosotras, estudian, buscan trabajo, arreglan papeles, se apuntan a los servicios municipales de urgencias sociales SMUS, para pedir un vale de comida, un techo, apuntarse al padrón…

Intentamos aliviar el frío de dormir en la calle que nuestras instituciones no mitigan.

Son las mantas de la vergüenza de una sociedad que calla y unas instituciones que expulsan a los márgenes a seres humanos a los que no se les reconocen sus derechos. Recogemos y repartimos mantas desde la rabia que provoca la injusticia.

Quienes las reciben se van a dormir a escondidas, lejos, como si no existieran, evitando a todas las policías que, cumpliendo las órdenes de parte de la clase política, se las quitan sin ningún miramiento, sin importar el frío, la lluvia o el hielo y… vuelta a empezar. No hay solidaridad que soporte tanto desalojo.

Y también hay otras mantas.

Las que extienden los manteros en el suelo, exponiendo los productos que con su venta les permite comer. Tienen cuerdas para recogerlas rápidamente cuando llegan las distintas policías, enviadas por la misma clase política.

Dicen que es ilegal. ¿Cómo puede haber leyes que no permitan una vida digna? ¿Cómo puede haber riqueza que no se reparta entre quienes vivimos en el mismo lugar y provoque tanta exclusión? ¿Cómo puede existir una ley de extranjería que condene a tantos seres humanos, obligados a migrar, a la precariedad y nuevamente a los márgenes?

Todas y cada una de esas mantas, las que llenas de nombres denuncian vidas arrebatadas, las que dan calor a personas que comparten nuestros pueblos y ciudades, las de los manteros, son mantas que nunca debieran existir. 

Es julio 2024, estamos en Bihac (Bosnia). En el lateral de un gran escenario tres mujeres y un hombre bordan en una manta nombres, fechas, una flor o un lugar... recordando a criaturas, mujeres y hombres desaparecidos o muertos en su camino migrante.

La manta que bordan en esta ciudad, Bosnia, se va llenando de nombres como otras tantas mantas que hay por el mundo. En Lampedusa la bordaron manos italianas y mujeres de Túnez. Quieren que sus hijos e hijas desaparecidas no sean sólo un número estadístico, que su nombre sea también recordado.