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El miedo, según Podemos
Los resultados de las elecciones del 26J hacen pensar, pero siembran el desconcierto. Incluso en quienes han triunfado de modo aplastante, -el PP-, porque no lo esperaban. Tanto no lo esperaban que en la noche electoral, desde el balcón de su sede de Génova, Mariano Rajoy balbuceaba usando monosílabos mal articulados que culminaron en un beso muy bien embocado a su esposa como modo de agradecer a los españoles y a las españolas su comportamiento en las urnas. Debió ser la sorpresa que produce lo inesperado, o quizás el champán subsiguiente, probablemente administrado por algún camarero desvergonzado.
De todas las interpretaciones de los resultados debemos detenernos en las de los grupos emergentes, los dos que se han sentido más defraudados, principalmente Podemos, que había anunciado al son de cornetas y tambores que adelantaría al PP, de ese modo estaba anunciando que el sorpasso al PSOE estaba cantado. Y como no se produjo tal, sino que la formación morada engordada con los votos de IU perdió más de un millón de votos, he esperado con inquietud los razonamientos de sus líderes para ver si en tales razones se veía por algún lado su condición pedagógica. Pero no, han esgrimido el mismo estribillo que pudiera recitar cualquier líder de la vieja política, de modo que se me ocurre dedicarles un “¡bienvenidos a la casta!”.
Sus reflexiones se concretan en un solo término: el miedo. Ha sido el miedo lo que ha alejado a los ciudadanos de sus papeletas. Así lo han venido certificando, como papagayos, todos los mandamases de la formación. Ha sido el miedo que PP, PSOE y C´s han conseguido inocular en las mentes de los votantes, es decir, ese “sentimiento de inquietud causado por un peligro real o imaginario”. Dice Monedero que “al rehén del miedo no lo convences con sonrisas”. El término “rehén” resulta sorprendente en un razonamiento de este tipo porque un rehén es “alguien que queda en poder del enemigo como prenda de la ejecución de un convenio o tratado condicionado”, y no creo que unas elecciones democráticas sean propicias para hablar de “enemigos”, en todo caso se tratará de adversarios o competidores.
A los líderes de Podemos les ha pillado por sorpresa el último resultado, pero han reaccionado como cualquier otro líder, primero asumiendo la derrota, después echando los balones fuera para eludir sus responsabilidades (ni una sola dimisión, o sea, como si fueran de la “casta” que abominan), y por fin poniendo a los suyos a cantar lo del “pueblo unido” con el puño levantado y los rostros circunspectos. Nada ha ocurrido que incite a la extrañeza. Echenique ha amenazado con “extirpar las malas hierbas”. Y Errejón, quizás involuntariamente, le ha contradicho cuando ha asegurado que “debatimos con honestidad, y escribimos y discutimos, pero vamos todos a una”. ¿También van a una las malas hierbas que quiere extirpar Echenique? Sin embargo han encontrado la razón de su fracaso, que no es otra que el miedo, pero el miedo de los otros. Por cierto, un miedo infundado porque ya se encargó Pablo Iglesias de convertir a su formación, inicialmente marxista-leninista, en una estructura transversal que superaba la “equivocada y extemporánea” concepción izquierda-derecha, hasta desembocar en la socialdemocracia, que no mete miedo a nadie. Es verdad, como dice Monedero, que a Podemos “le ha faltado calle y le ha sobrado mercadotecnia”, pero esto no ha sido improvisado, porque el uso que han hecho de la comunicación y de las Redes Sociales ha adolecido de insolencia y procacidad, llenando Facebook, Twitter y cuantas otras redes al uso de atrevidos militantes “militarizados”, que han despreciado e insultado en exceso a los demás, y no han perdido ni un solo segundo en discusiones ni reflexiones juiciosas.
Sí, puede ser que haya sido el miedo el que ha alejado a más de un millón de sus votantes, pero su análisis adolece de ligereza y escaso rigor, porque también C´s ha perdido votos y escaños, en mayor medida incluso que el PSOE, y ni unos ni otros producen miedo. Más aún, ¿cómo explicar que el PP haya ganado tantos votos y escaños? ¿Acaso no da miedo la corrupción instalada en sus filas, las políticas de austeridad desarrolladas, los recortes sociales infligidos a los españoles, la incertidumbre ante el futuro de las pensiones en manos del Gobierno Rajoy, y tantas otras medidas dirigidas a los más débiles y necesitados? Hay cosas incomprensibles que todos debemos asumir sin cuestionarnos en exceso las razones. Atribuir el descenso de Podemos a una “campaña del miedo” administrada desde fuera de sus torreones es tanto como admitir que su “castillo” ideológico es endeble y no está suficientemente cimentado en principios creíbles. Lo demás son pamplinas.
Los resultados de las elecciones del 26J hacen pensar, pero siembran el desconcierto. Incluso en quienes han triunfado de modo aplastante, -el PP-, porque no lo esperaban. Tanto no lo esperaban que en la noche electoral, desde el balcón de su sede de Génova, Mariano Rajoy balbuceaba usando monosílabos mal articulados que culminaron en un beso muy bien embocado a su esposa como modo de agradecer a los españoles y a las españolas su comportamiento en las urnas. Debió ser la sorpresa que produce lo inesperado, o quizás el champán subsiguiente, probablemente administrado por algún camarero desvergonzado.
De todas las interpretaciones de los resultados debemos detenernos en las de los grupos emergentes, los dos que se han sentido más defraudados, principalmente Podemos, que había anunciado al son de cornetas y tambores que adelantaría al PP, de ese modo estaba anunciando que el sorpasso al PSOE estaba cantado. Y como no se produjo tal, sino que la formación morada engordada con los votos de IU perdió más de un millón de votos, he esperado con inquietud los razonamientos de sus líderes para ver si en tales razones se veía por algún lado su condición pedagógica. Pero no, han esgrimido el mismo estribillo que pudiera recitar cualquier líder de la vieja política, de modo que se me ocurre dedicarles un “¡bienvenidos a la casta!”.