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OPINIÓN | 'En el límite', por Antón Losada

Sobre las migraciones

Las migraciones de los humanos son una realidad en sí mismas, pero también son un síntoma, la señal inequívoca de que hay tierras que no son de promisión, y que los dioses que prometieron al Hombre que sería dichoso y podría alcanzar la felicidad en esa tierras estaban mintiendo, que mintieron a carta cabal. Tanto mintieron que crearon un Hombre incapaz de vivir hermanado con sus semejantes, incapaz de resolver los problemas que él mismo provoca y protagoniza.

Las migraciones no son la consecuencia del aburrimiento propio del sedentarismo de la especie humana. No. Las migraciones siempre han respondido a situaciones difíciles y no deseadas por los humanos, máxime cuando tales migraciones tienen que ver con la dignidad de las vidas de quienes emigran.

Entre la migración de los niños, acompañados por sus padres y madres, a lomos de pateras indefensas ante la furia de los mares, y la migración de científicos, o deportistas de élite, o empresarios que se mueven empujados por los mercados o las divisas, hay muchas diferencias. Los 'suficientes' (acomodados) salen de sus tierras de origen y cuando llegan a su destino son agasajados por las autoridades y por los hinchas deportivos que acuden a vitorearles sin cuestionarse sus intenciones. En algunos casos, como ha venido ocurriendo, esos ídolos responden a los agasajos burlando a las Haciendas y pagando muchos menos impuestos que los que les corresponden. Mientras esto ocurre los mismos que se desbordan en vítores a los Ronaldos o Messis defraudadores se desbordan en críticas lacerantes dirigidas a los parias de la Tierra que cabalgan sobre las olas en pateras herrumbrosas y destartaladas, que miran al horizonte y solo buscan una línea de tierra en lontananza que les pueda acoger.

La acogida del Aquarius en el puerto de Valencia con sus 600 ocupantes, pergeñada por el Gobierno Español no debería haber provocado tantos elogios y críticas como ha provocado. Si somos humanos, y nos enorgullecemos de serlo en tantas ocasiones, no nos cabía otra actitud. La decisión del Gobierno español ha sido más valiosa porque en los días anteriores el cruel e inhumano Salvini, ministro de Italia, había mostrado una actitud irresponsable para un responsable público. Ciertamente que el Gobierno de Pedro Sánchez pidiera para sí tanta responsabilidad y protagonismo llamó la atención, pero no cabía otra actitud en aquel momento.

Probablemente no cabe concluir que siempre ha de obrarse de ese modo, es decir, que cualquier cascarón cargado de humanos deba ser recibido con trompetas y tambores, pero abandonarlos al albur de calmas o tempestades en el Mediterráneo sería tanto como negarnos a nosotros mismos nuestra condición humana. La imagen de la Humanidad no son los ídolos deportivos que exhiben más allá de sus habilidades, productos de belleza, modelos de peinado ultramodernos, prendas para halagar a sus enamorados, o tatuajes multiusos que invaden sus cuerpos hasta en sus recovecos más inaccesibles… No. La Humanidad, si aún quiere enarbolar su calificativo de 'humana', no puede quedarse en las apariencias. Los migrantes 'insuficientes' (es decir los más menesterosos y pobres), los que se suben a las pateras y los cascarones sin otro equipaje que su dignidad y sus esperanzas, son los que nos ponen a prueba y definen nuestras actitudes.

Lo idóneo es que nadie tenga que migrar porque su tierra de origen les sea insuficiente. Si así fuera, ni los Messis y Ronaldos serían ladrones, ni los llegados en pateras serían tildados de esquilmadores de los más humildes en sus países de acogida. Para que esto sea así, para que el orden se reconduzca es precisa buena voluntad, y que nuestra condición humana se imponga a nuestra condición animal. ¡Ah, y que los Trump y los Salvini se dediquen a jugar al parchís!... Y a ninguna otra cosa.

Las migraciones de los humanos son una realidad en sí mismas, pero también son un síntoma, la señal inequívoca de que hay tierras que no son de promisión, y que los dioses que prometieron al Hombre que sería dichoso y podría alcanzar la felicidad en esa tierras estaban mintiendo, que mintieron a carta cabal. Tanto mintieron que crearon un Hombre incapaz de vivir hermanado con sus semejantes, incapaz de resolver los problemas que él mismo provoca y protagoniza.

Las migraciones no son la consecuencia del aburrimiento propio del sedentarismo de la especie humana. No. Las migraciones siempre han respondido a situaciones difíciles y no deseadas por los humanos, máxime cuando tales migraciones tienen que ver con la dignidad de las vidas de quienes emigran.