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La nación, con un par de huevos

Dicen los expertos y politólogos, reales o de ocasión, que la debacle socialista en Andalucía ha sido consecuencia de lo que está ocurriendo en Cataluña. Y, ¡con lo que saben!, seguro que tienen razón. Pero, como la ignorancia es atrevida, yo aprovecho la mía para sugerir que el fracaso electoral del PSOE andaluz residió en el hecho de que una parte importante de sus votantes tradicionales (400.000, según se ha dicho) se quedaron en casa el 2 de diciembre; y no me los imagino especialmente obsesionados por los avatares del independentismo catalán, sino más bien preocupados por qué hay de lo suyo en su vida diaria.

Ahora bien, la Santísima Trinidad de la Derecha Española (tres personas distintas y un solo Aznar verdadero) ha impuesto ya lo que es doctrina oficial que no admite corrección alguna: Pedro Sánchez ha recogido en las urnas el “fracaso” de su política de diálogo institucional con las autoridades catalanas. Un fracaso que, hasta la fecha, se ha concretado en un conjunto de acuerdos basados en la legalidad constitucional, en el avance del autogobierno de Cataluña según su actual Estatuto y en medidas para el bienestar de sus ciudadanos; y que, además, podrían conllevar otro fracaso importante para España: que este país pudiera disponer de unos Presupuestos Generales como inicio del fin de las políticas de austeridad y de la recuperación de los derechos sociales de la gente.

Todo ello –según las derechas- muy propio de los Gobiernos de izquierda, que muestran una tendencia malsana a confundir lo nacional con lo social; y, en lugar de trabajar por la unidad indisoluble de la patria, se dedican a bobadas económicamente insostenibles, como mejorar los servicios públicos, poner fin a los recortes o acabar con la precariedad laboral; y permitir, además, que los inmigrantes nos invadan y colonicen nuestros puestos de trabajo, como está ocurriendo en los invernaderos de Almería. ¡Menos mal que, ahora que en Andalucía han llegado los de Abascal, se podrá al fin sustituir esa mano de obra extraña con trabajadores del solar hispano! Seguro que, entre sus 400.000 votantes, habrá muchos que se los estarán rifando.

Fiel a su populismo izquierdista, Pedro Sánchez se ha propuesto no hacer nada a derechas. Ha empezado por ser un presidente ilegítimo y golpista. Y ha seguido ignorando la realidad agónica de España; esa España que los independentistas quieren romper con su consentimiento. En lugar de reconocer que hay que volver a aplicar en Cataluña el artículo 155 de la Constitución, pero más a lo bestia y sin límite de tiempo, este hombre parece haberse abonado a la ocurrencia permanente: un día recupera la Sanidad Universal, otro aprueba un Plan Juvenil de Empleo pactado con sindicatos y empresarios y ahora nos dice que lo urgente de verdad es subir el salario mínimo interprofesional (que sólo interesa a cuatro cantamañanas) y recomponer el Estado de bienestar.

Se lo ha dicho al president Torra con toda su frescura, pero es como si se lo hubiera dicho a Pablo Casado y Albert Rivera. Porque a este hombre, que es un desaprensivo, seguro que le ha dado por leer a George Lakoff y se ha tomado muy en serio la advertencia de no discutir con el adversario utilizando su lenguaje y su marco ideológico, porque entonces se cae en su trampa.

Eso, con toda probabilidad, es lo que Pedro Sánchez se propone: que las derechas hispanas abandonen ese marco ideológico de la “unidad de España en peligro”. Un marco muy cómodo que les permite eludir sus persistentes problemas judiciales, su ausencia de proyecto de país, y sus cada vez más evidentes opciones reaccionarias; al tiempo que relegan a un discreto y segundo plano su clara dependencia de la extrema derecha, con toda la involución que implica. No es el momento aún para que PP y Ciudadanos se atrevan a decir claramente que sin Vox no son nada; tal vez porque hay que tranquilizar a los votantes acomplejados de la “derechita cobarde” y se requiere un poco más de formación del espíritu nacional para que entiendan de qué va esto de salvar a España y sus valores.

Para que acaben entendiendo que a España sólo se la salva con “un par de huevos”, como a cualquier empresa nacional digna de tal nombre. Y, al fin y al cabo, si el independentismo catalán se ha inventado la vía eslovena, ¿por qué es tan malo que, en legítima defensa, otros puedan intentar la de la reconquista?

Pero, ojo con desviarse, porque el enemigo de la patria está al acecho. Cuando ya nadie discute que España es lo primero, nos sale ahora el okupa de la Moncloa con que lo primero es que los españoles vivan mejor. Y lo malo de esto es que puede haber muchos desinformados que le hagan caso. Ya nos ha advertido un periodista ilustre de la COPE de que los numerosos votantes del PSOE tienen una “costumbre antropológica” de votar al PSOE. Y, por eso mismo, anda plenamente convencido de que, visto lo que está pasando por su abstención, muchos de los votantes socialistas andaluces que se quedaron en casa el 2 de diciembre “se están arrepintiendo a lo largo de estos días”. A ver si va a resultar que, después de tanto esfuerzo nacional, y tanta maniobra de distracción, y tanta política de barrizal por una buena causa, la gente va a acabar fijándose en todo lo que está haciendo el Gobierno socialista.

Dicen los expertos y politólogos, reales o de ocasión, que la debacle socialista en Andalucía ha sido consecuencia de lo que está ocurriendo en Cataluña. Y, ¡con lo que saben!, seguro que tienen razón. Pero, como la ignorancia es atrevida, yo aprovecho la mía para sugerir que el fracaso electoral del PSOE andaluz residió en el hecho de que una parte importante de sus votantes tradicionales (400.000, según se ha dicho) se quedaron en casa el 2 de diciembre; y no me los imagino especialmente obsesionados por los avatares del independentismo catalán, sino más bien preocupados por qué hay de lo suyo en su vida diaria.

Ahora bien, la Santísima Trinidad de la Derecha Española (tres personas distintas y un solo Aznar verdadero) ha impuesto ya lo que es doctrina oficial que no admite corrección alguna: Pedro Sánchez ha recogido en las urnas el “fracaso” de su política de diálogo institucional con las autoridades catalanas. Un fracaso que, hasta la fecha, se ha concretado en un conjunto de acuerdos basados en la legalidad constitucional, en el avance del autogobierno de Cataluña según su actual Estatuto y en medidas para el bienestar de sus ciudadanos; y que, además, podrían conllevar otro fracaso importante para España: que este país pudiera disponer de unos Presupuestos Generales como inicio del fin de las políticas de austeridad y de la recuperación de los derechos sociales de la gente.