Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Los partidos vascos ante la investidura de Pedro Sánchez
“Spain is different”, rezaba el slogan con que se pretendía atraer a los turistas europeos. Ellos respondían a nuestra llamada, llenaban nuestras playas, atiborraban nuestras tabernas y nuestros tablados flamencos, y si encontraban el hotel, cada noche dormían bajo los efluvios del alcohol como si nada raro hubiera ocurrido. Entonces España era UNA, de modo que el comportamiento de los turistas era el mismo en cualquier lugar de ella. Para mí aquella Unidad siempre fue una aberración, conseguida a golpe de ros y correajes. Pero hoy la obsesión por la diferenciación resulta igualmente digna de estudio, y se ha convertido en una disculpa para reivindicar sin orden ni concierto. En auxilio de ella ha llegado esa falacia llamada “derecho a decidir”, que tanto puede traer aparejada la independencia de regiones, nacionalidades o naciones con historias diferenciadas, como meros lugares pintorescos que reclamen condiciones de relación con el Estado igualmente pintorescas. El debate de investidura celebrado hace bien poco así lo ha mostrado, en lugar de haber sido abordado el debate global pensando en la totalidad del Estado, ha habido nacionalidades, -o naciones, tanto da-, que han echado en cara a Pedro Sánchez la escasa alusión a su terruño para justificar su “no”. Euskadi ha sido una de ellas.
El comportamiento de los partidos exclusivamente vascos, -PNV y EH Bildu-, ha confluido en la negación de la investidura, aunque por caminos diferentes. La izquierda abertzale, con Otegi ya en la calle, se expresó como cabía esperar en un Parlamento que no es el suyo, al cual detesta y le gustaría no tener que volver. La diputada española (y vasca por el momento) Beitialarrangoitia, solamente subrayó que había allí tres partidos (PP, PSOE y Ciudadanos) empeñados en defender “la sacrosanta unidad de España”, a los que acusó de no tener calidad política para hablar de ellos ni con ellos. De ese modo echaba en cara el ostracismo al que ha sido castigada EH Bildu desde el 20D, pero ¿cómo no iba a ser así? Al fin y al cabo ha sido un ostracismo deseado por ellos que, aun perteneciendo al Estado español, siempre han subrayado que no son españoles.
Se ha cruzado en el camino de la izquierda abertzale la rama (o ramas) de Podemos en Euskadi, que fue la formación más votada en el 20D y que solamente una distribución desigual de los escaños en los tres territorios hizo que no obtuvieran mayor representación en la Cámara que el PNV. Con todo, el pellizco de votos más numeroso se lo pegó a la izquierda abertzale. Así lo ha entendido Otegi, que ha invitado a Pablo Iglesias a crear “un frente independentista en Euskadi”, a lo que ha respondido Iglesias con un “va a ser que no porque estoy orgulloso de ser español”. Para justificar esta profesión de patriotismo puntualizó: “… claro que mi patria se puede democratizar”. La verdad es que, más allá de procurar quedar bien con todos y hacer electoralismo, ambos dos han jugado sus bazas que, por cierto, estaban entrecruzadas desde el 20D.
Muy otro ha sido el comportamiento del PNV, que avanzaba en una dirección concreta y de pronto detuvo su marcha, e incluso viró en dirección contraria. Fue el vértigo propio de la soledad, que suele afectar de forma más notable cuando se está en momentos y ante decisiones trascendentales. Sí, no cabe ninguna duda de que el vértigo es el que ha llevado al PNV a votar negativamente la investidura de Pedro Sánchez después de que ya hubiera anunciado su voto afirmativo anteriormente. De las tres posibilidades que tenía, el PNV ha elegido la menos comprometida, se ha instalado en medio del grueso pelotón, se ha dejado engullir por la vulgaridad esgrimiendo razones de escasa consistencia. Reclamar ahora “su propia consulta”, tal como los nacionalistas catalanes, solo unas semanas después de que su Asamblea máxima no la considerara prioritaria, solo puede ser achacado al vértigo… pero un vértigo difícil de explicar, porque si actualmente el PNV ostenta el mayor grado y nivel de poder institucional en Euskadi y Navarra lo es mediante varios acuerdos con el PSE(EE)PSOE.
La secretaria general del PSE, Idoia Mendía, ha criticado el comportamiento del PNV recurriendo a una razón que, siendo válida por ser consecuente (la aportación del PNV “al mantenimiento del Gobierno de Rajoy”), no da en la diana. El hecho de que dos opciones políticas coincidan en una misma votación no justifica todas las descalificaciones, porque las razones que mueven los votos en una dirección, -en este caso, hacia el “no”-, pueden ser incluso opuestas entre sí. Sin embargo, el PNV y el PSOE de Pedro Sánchez gobiernan mediante acuerdos el Gobierno vasco, las tres diputaciones forales, los ayuntamientos de las tres capitales vascas, y una gran mayoría de los ayuntamientos de los pueblos más poblados de Euskadi. Entonces, ¿a qué ha venido el “no” a la Investidura? Sólo puede ser achacado al vértigo. ¡Ay, si Ajuriaguerra y Rubial levantaran la cabeza! ¡La Política no es cosa de pusilánimes!
Como se ve “¡Euskadi también ”is different“!
“Spain is different”, rezaba el slogan con que se pretendía atraer a los turistas europeos. Ellos respondían a nuestra llamada, llenaban nuestras playas, atiborraban nuestras tabernas y nuestros tablados flamencos, y si encontraban el hotel, cada noche dormían bajo los efluvios del alcohol como si nada raro hubiera ocurrido. Entonces España era UNA, de modo que el comportamiento de los turistas era el mismo en cualquier lugar de ella. Para mí aquella Unidad siempre fue una aberración, conseguida a golpe de ros y correajes. Pero hoy la obsesión por la diferenciación resulta igualmente digna de estudio, y se ha convertido en una disculpa para reivindicar sin orden ni concierto. En auxilio de ella ha llegado esa falacia llamada “derecho a decidir”, que tanto puede traer aparejada la independencia de regiones, nacionalidades o naciones con historias diferenciadas, como meros lugares pintorescos que reclamen condiciones de relación con el Estado igualmente pintorescas. El debate de investidura celebrado hace bien poco así lo ha mostrado, en lugar de haber sido abordado el debate global pensando en la totalidad del Estado, ha habido nacionalidades, -o naciones, tanto da-, que han echado en cara a Pedro Sánchez la escasa alusión a su terruño para justificar su “no”. Euskadi ha sido una de ellas.
El comportamiento de los partidos exclusivamente vascos, -PNV y EH Bildu-, ha confluido en la negación de la investidura, aunque por caminos diferentes. La izquierda abertzale, con Otegi ya en la calle, se expresó como cabía esperar en un Parlamento que no es el suyo, al cual detesta y le gustaría no tener que volver. La diputada española (y vasca por el momento) Beitialarrangoitia, solamente subrayó que había allí tres partidos (PP, PSOE y Ciudadanos) empeñados en defender “la sacrosanta unidad de España”, a los que acusó de no tener calidad política para hablar de ellos ni con ellos. De ese modo echaba en cara el ostracismo al que ha sido castigada EH Bildu desde el 20D, pero ¿cómo no iba a ser así? Al fin y al cabo ha sido un ostracismo deseado por ellos que, aun perteneciendo al Estado español, siempre han subrayado que no son españoles.