Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Pedro Sánchez y la piel del oso
Hace algunos días le oí al secretario general del PSOE unas declaraciones en las que de manera enfática interpelaba a Ciudadanos y a su líder Albert Rivera respecto a que había llegado el momento de que esa formación decidiese si iba apoyar al PSOE o al PP para alcanzar la Moncloa tras las elecciones generales convocadas para el próximo 20 de diciembre.
Las declaraciones me parecieron poco prudentes por cuánto se estaban haciendo desde una inexistente atalaya electoral supuestamente inexpugnable y desde la que el secretario general del PSOE menospreciaba las posibilidades electorales de otras fuerzas políticas distintas a las de los socialistas o los populares. Seguíamos con la ilusión bipartidista.
Inmediatamente me vino a la mente el conocido aforismo de “no vender la piel del oso antes de cazarla” que se aplica a todos aquellos que anteponiendo sus deseos a la realidad se apropian de un futuro que en democracia depende de otras voluntades ajenas a la propia y que en ningún caso les pertenece más que como delegación temporal, con fecha de caducidad y transferible, de una voluntad electoral cambiante por definición.
A los pocos días me llamó un viejo amigo socialista para comentar aspectos de la actualidad política y salieron a colación las sobradas declaraciones de Pedro Sánchez. Aproveché para transmitirle que vivimos un momento de gran liquidez socioelectoral en la que no hay ni suelos ni posiciones sólidas y en la que todo es posible, incluido un sorpasso electoral de Ciudadanos al Partido Socialista. Y que su secretario general debería ser más prudente y trabajar más por conseguir apoyos propios que por intentar condicionar los ajenos. Para terminar le avancé que una situación preelectoral tan fluida y cambiante bien podría culminar en una velada electoral en la que el PSOE y Pedro Sánchez tuviesen que decidir si apoyaban a Albert Rivera para presidente del Gobierno y no al revés. Me respondió con un prolongado silencio cargado de incredulidad porque el combate electoral iba a ser, me dijo, como siempre un combate a dos con los emergentes como comparsas en este caso. Pero nada más.
En estas estábamos cuando el pasado domingo 11 de octubre se conoció la encuesta de Metroscopia para el diario El País, que avanzaba que Ciudadanos podría ser decisivo ante el empate entre PP y PSOE, pero de la que se sacaban también otras conclusiones menos tranquilizadoras para ambos partidos. Así, tras constatar que el partido del Gobierno podría haber alcanzado su suelo y que los socialistas se estancaban, no se destacaba suficientemente que Ciudadanos se encontraba a solo dos puntos porcentuales de ambos partidos. Es decir, dentro del propio margen de error de la encuesta y por lo tanto a un paso del sorpasso.
Pero había más datos y más conclusiones poco tranquilizadoras para los dos partidos mayoritarios. Por ejemplo, que Albert Rivera era el líder que más aprobación (54%) y menos rechazo (37%) suscitaba entre los votantes con un saldo aprobatorio positivo de +17 frente al resto de líderes, todos en elevados números rojos. Que el saldo aprobatorio para Rivera era de +89 puntos entre los votantes de Ciudadanos mientras que para Sánchez este saldo era solo de +54 puntos entre los votantes del PSOE. Y finalmente algo muy inquietante para el PSOE como el hecho de que preguntados los electores sobre quién preferirían que gobernara en caso de que no lo hicieran ni el PP ni el PSOE, el 61% de los votantes socialistas se decantara por Ciudadanos con Albert Rivera como presidente del Gobierno frente a solo el 25% que lo haría por Podemos con Pablo Iglesias como presidente. Todo ello en un contexto de pactos generalizados del PSOE con Podemos o sus segundas marcas para alcanzar alcaldías o gobiernos autonómicos -con Andalucía como excepción- o para desplazar y expulsar a los populares de esas instituciones en beneficio de los candidatos de la izquierda radical. Y todo ello también después de una elecciones autonómicas en Cataluña en las que Ciutadans ha sacado tantos escaños como el PSC-PSOE y el PP juntos con votos de muchas procedencias incluidos antiguos votos socialistas y no solo populares. Es decir, frente a una organización socialista que se inclina mayoritariamente por Podemos un electorado socialista que se decanta preferentemente por Ciudadanos. Inquietante encrucijada para el partido socialista.
Los líderes de los dos partidos tradicionales de la escena política española se encuentran ante un escenario novedoso por inédito. Y sobre todo el PSOE, sin fronteras electorales firmes por ambos flancos, a derecha e izquierda, con dos partidos nuevos y emergentes, frente a los que hasta ahora se ha limitado a hacer el Don Tancredo.
A partir de ahora va a tener que hacer algo más. Va a tener que ofrecer y defender ante el electorado propuestas propias en materia energética y ambiental, de igualdad de oportunidades, de reivindicación del Estado de bienestar, de erradicación de la pobreza y no solo de subsidiación pobrista de la misma, de nuevo modelo económico, de libertades y de legalidad democrática para poner coto a su izquierda, alejándose de los marcos radicales y populistas colocados en el ágora por Podemos y otros radicalismos periféricos.
Y va a tener que ofrecer y defender propuestas propias también en materia de regeneración democrática, de reforma territorial, de relanzamiento de la actividad económica, de reforma del mercado laboral, de rigor presupuestario y fiscal, de control de la deuda y del déficit públicos, etc., para competir por el centro con un adversario que se va a presentar a la contienda electoral muy bien pertrechado y con propuestas sugerentes en todos estos campos. Un Ciudadanos que se presenta con hambre de regenerar España, limpio de prácticas corruptas y que por tanto puede resultar atractivo a sectores del electorado socialista moderados, reformistas, meritócratas y que consideran que la honradez en el funcionamiento de las instituciones y de las empresas es la condición necesaria para una economía de mercado dinámica y eficiente que pueda sacar al país del actual atolladero.
Pedro Sánchez se hizo cargo de un partido socialista muy desorientado tras los dos gobiernos de Zapatero y su falta de respuesta a los graves desequilibrios que estaban azotando a la economía española. Ha conseguido parar la sangría, pero el futuro reclama algo más. Reclama propuestas propias elaboradas desde la tradición socialdemócrata y liberal del socialismo español y europeo a los nuevos retos a los que se enfrenta una sociedad muy castigada por la crisis, por algunos recortes incomprensibles del actual Gobierno e indignada con los continuos casos de corrupción que han jalonado la legislatura. Pero reclama seguramente además dejar de mirar tanto a su izquierda y empezar a mirar bastante más al centro. Es verdad que primero hay que ganar, pero también es verdad que luego hay que gobernar.
Hace algunos días le oí al secretario general del PSOE unas declaraciones en las que de manera enfática interpelaba a Ciudadanos y a su líder Albert Rivera respecto a que había llegado el momento de que esa formación decidiese si iba apoyar al PSOE o al PP para alcanzar la Moncloa tras las elecciones generales convocadas para el próximo 20 de diciembre.
Las declaraciones me parecieron poco prudentes por cuánto se estaban haciendo desde una inexistente atalaya electoral supuestamente inexpugnable y desde la que el secretario general del PSOE menospreciaba las posibilidades electorales de otras fuerzas políticas distintas a las de los socialistas o los populares. Seguíamos con la ilusión bipartidista.