Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
La peli que nos han contado
A muchas de vosotras os habrán dicho de niñas la clásica frase, para que no dejarais nada en el plato, que decía: “venga cómetelo todo, que hay niños en África que se mueren de hambre y tú aquí tirando comida”. Qué perversión más grande. Cómetelo todo tú que puedes, ya que otros no tienen el privilegio. Mientras tanto, mientras imaginas a otra niña como tú en otra parte del planeta sin qué llevarse a la boca, tú come, come y que no se te cierre el estómago. Fuerte, ¿no? Diréis que eran otros tiempos, que tal vez en lo educativo no se era tan observador como ahora. Os diré que, ni soy tan mayor, ni estamos libres en la actualidad de escuchar estos mensajes tan sutilmente racistas a los más pequeños.
Siguiendo con la alimentación, hemos crecido rodeadas de anuncios protagonizados por menores negros desnutridos al borde de la muerte. Hemos normalizado que estas imágenes sean parte de la publicidad, también hoy en día, cuando jamás se emitirían imágenes de menores blancos en semejantes circunstancias. Desde bien niñas hemos ido cultivando el imaginario de lo que, por ejemplo, es África. Como si se tratara de un solo país, dando por hecho que es un lugar en el que, al parecer, siempre ha habido niños y niñas pobres, que pasan hambre y que están en situaciones de pobreza extrema. Hemos aprendido que África es pobre e ignorado los porqués. No nos han contado que África es rica, y pobre porque, entre otras cosas, la riqueza de este continente se la están llevando empresas europeas por toda la cara.
Otra imagen recurrente que tengo desde muy niña es la de las pateras. El tema de la llegada de migrantes a las costas siempre ha estado en la tele, en el periódico…Siempre han sacado imágenes horribles, muertos en el agua, en la orilla. A veces cuando paseábamos de niños por las playas de Tarifa era habitual encontrarse con algún cayuco. Siempre han estado ahí, siempre “venían” y más en verano, pero tampoco recuerdo mucho más contenido sobre el tema. Es más, tengo la sensación de que hemos vivido un proceso absolutamente intencionado de deshumanización, de ver al otro como un objeto y no como un ser humano igual que yo -igual en lo que se refiere a ser humanos no por supuesto en derechos- al que están matando en nuestras fronteras.
Hemos crecido con la campaña del Kilo para recolectar comida para los más pobres, hemos crecido con los proyectos de cooperación en los países del Sur Global, en lo que llamaban el Tercer Mundo. Siempre gente blanca salvando a otras de la pobreza y la miseria. Siempre nuestro mundo el primero y desde el elitismo y el privilegio nos vamos a ese, al tercero, a ver qué o a quién salvamos armadas de valentía y reconocimiento social por la buena obra.
Siempre creyéndonos la película de que la pobreza y la miseria son dos monstruos externos, ajenos a la sociedad blanca. Y nosotras, qué buena gente, que vamos allí a luchar contra estos monstruos, o no, o donamos dinero a alguna ONG o apadrinamos a un niño desde nuestra casa. Antes de que nadie me linche quiero aclarar que no estoy poniendo en cuestión ni juzgando la intención de estos comportamientos, solo quiero analizar la película que nos han contado, ya que el hecho de habérnosla creído a pies juntillas puede tener algo que ver en cuestiones actuales.
Más adelante una comienza a entender que, ese Tercer Mundo que nos habían descrito, es una causa directa del Primero que coloniza, oprime, expolia, roba y quiere dominar. Entonces claro, la perversión de la frase que todos hemos oído alguna vez de niños, aquella con la que nos animaban a no dejar comida en el plato, cobra mayor dimensión y se torna incluso más macabra. Porque ya no es sólo que aquella niña en otro lugar del planeta no tuviera qué comer porque sí, sino que no tiene porque aquí tenemos de más, pero encima gracias a lo suyo.
La peli que nos han contado es ciertamente paradójica, ya que nos hablaba de niños pobres, de personas débiles, víctimas desamparadas y, por otro lado, de una constante invasión de estas personas, pero siendo ahora en ese relato, peligrosas. Al parecer son pobrecitas cuando están allá y el enemigo cuando están acá.
Quiero reflexionar sobre el antes, el previo. Nuestro propio desarrollo desde el privilegio blanco, desde la Europa Fortaleza, desde la educación racista que ha olvidado y omitido contarnos muchas cosas en la asignatura de historia. Quiero lograr entender qué hay antes para que las personas se polaricen, para que unas sientan lástima por demás y para que otras sientan que nos invaden y nos roban. Para ser tan arrogantes e ignorantes, para que alguien se sienta en la legitimidad de decir “esta tierra es mía y tu vienes a invadirla y a quitarme lo que es mío” - con la historia de esclavitud y colonización que tenemos detrás y la riqueza que expoliamos a día de hoy -, algo habrá tenido que ver la educación y nuestro desarrollo.
Nos han hablado de “conquistas” en el colegio, cuando en realidad se referían a colonización. Se les olvidaba mencionar que aquello eran robos, expolios, violaciones, genocidios y expulsión de la gente de sus territorios. Se les olvidó contarnos que al “descubrir” otros lugares, también descubrieron que había gente habitándolos, y eso no les venía del todo bien. Se les olvidó contarnos, que fuimos los malos de la peli, y que todavía lo somos. Que entramos y arrasamos creyéndonos en el derecho y ahora tenemos la poca vergüenza de, aun siguiendo con el expolio y robo de lo que es suyo, decirles cuando migran que esta tierra es nuestra y que aquí no hay para todos.
¿Y cuál es el resultado de creernos esta peli hasta las trancas? Pues por un lado una sociedad paternalista hacia la población migrante, una sociedad llena de salvadores y salvadoras blancas que van por el mundo sacándose fotos con menores racializados para gritar a los cuatro vientos lo buenas personas que son, ellas claro, por la labor solidaria. Para seguir perpetuando la idea de que en los países del Sur Global “son muy felices con muy poco y siempre se ríen”. Para legitimar nuestra forma de vida, y que la gente aquí no se agobie ni medio pelo ni tenga el más mínimo sentimiento de culpa por robarles a puños llenos.
Por otro lado, también son resultado de creernos esta peli los discursos del odio que hablan de “la invasión”, de gente “sin valores” que viene a invadir nuestro país, gente “incívica”. Gente que salta vallas y se echa al mar para entrar en España – porque claro nadie se pregunta por qué esta gente no viene en avión ¿no?, por aclararlo, esto se da porque este país permite que yo desde aquí pueda volar por 30 euros a Marruecos, pero impide que una persona, por poner un ejemplo marroquí, pueda comprar el mismo billete y venir de forma segura – Como decía, discursos que dicen que los migrantes vienen a robarnos nuestras cosas, nuestra tierra, nuestro trabajo. Discursos del odio que van diciendo en voz muy alta que no hay para todos y que los recursos son limitados. Discursos que son útiles también para legitimar las políticas, las leyes y seguir con todo como está. Porque si la persona que migra lo hace de manera ilegal, cometiendo un delito, y además pongo sobre ella una serie de atributos negativos, hace que socialmente esté legitimada la permanencia de la ley de extranjería, que les condena a los trabajos en B y en precario, legitima también que la sociedad apruebe la existencia de una valla en la frontera, cuanto más alta mejor. Legitima que el Gobierno gaste en Defensa y en todo el entramado de las fronteras la bañada de euros que se gasta…en fin creo que queda claro con estos ejemplos.
Si os han contado la misma película que a mí, aún estáis a tiempo de ponerla en pausa y empezar a cuestionarla. Es la que nos han contado, pero eso no significa que sea cierta.
A muchas de vosotras os habrán dicho de niñas la clásica frase, para que no dejarais nada en el plato, que decía: “venga cómetelo todo, que hay niños en África que se mueren de hambre y tú aquí tirando comida”. Qué perversión más grande. Cómetelo todo tú que puedes, ya que otros no tienen el privilegio. Mientras tanto, mientras imaginas a otra niña como tú en otra parte del planeta sin qué llevarse a la boca, tú come, come y que no se te cierre el estómago. Fuerte, ¿no? Diréis que eran otros tiempos, que tal vez en lo educativo no se era tan observador como ahora. Os diré que, ni soy tan mayor, ni estamos libres en la actualidad de escuchar estos mensajes tan sutilmente racistas a los más pequeños.
Siguiendo con la alimentación, hemos crecido rodeadas de anuncios protagonizados por menores negros desnutridos al borde de la muerte. Hemos normalizado que estas imágenes sean parte de la publicidad, también hoy en día, cuando jamás se emitirían imágenes de menores blancos en semejantes circunstancias. Desde bien niñas hemos ido cultivando el imaginario de lo que, por ejemplo, es África. Como si se tratara de un solo país, dando por hecho que es un lugar en el que, al parecer, siempre ha habido niños y niñas pobres, que pasan hambre y que están en situaciones de pobreza extrema. Hemos aprendido que África es pobre e ignorado los porqués. No nos han contado que África es rica, y pobre porque, entre otras cosas, la riqueza de este continente se la están llevando empresas europeas por toda la cara.