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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

¿Por qué el PNV no ha ido a la celebración de un golpe cuyos efectos siguen ahí?

Aitor Esteban, con Felipe VI tras las últimas elecciones generales

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El PNV no ha estado en el acto protocolar de la celebración del cuarenta aniversario del intento de golpe de estado conocido como el 23F. No estuvo en la manifestación de Madrid a los dos días del golpe y no ha estado hoy.

A algunos les ha llamado la atención y nos han criticado por el hecho. Es habitual hacerlo, sin preguntar el porqué.

Juan Carlos de Borbón es el mismo rey que se encuentra ahora en Abu Dhabi, el mismo aunque con cuarenta años menos y la cultura cuartelera de la dictadura y su borboneo más acusados y más a flor de piel. Lo fue pues quien nos salvó y salvó a la democracia sino que propició la asonada con su frivolidad, su enfrentamiento con Suárez que tuvo que dimitir, su nombramiento de Alfonso Armada como segundo jefe del estado Mayor por encima del presidente del gobierno aprovechando la debilidad del ministro de defensa Agustín Rodríguez Sahagun, y sus reuniones previas y constantes con militares golpistas y con el propio Armada, que no olvidemos, había sido su preceptor.

El acto de hoy ha sido un acto propagandístico en busca del blanqueo del personaje Juan Carlos y en la búsqueda de no romper el relato de la inmaculada y exportable transición, esta vez con el hijo y con el recuerdo de un padre salvador.

Recuerdo como en una recepción en el propio Palacio de Oriente, Antonio Carro, que había sido ministro de la presidencia, nada menos que con Carrero Blanco me comentó: “El culpable del 23F fue ese (lo hacía señalando al rey que estaba en un corrillo) por la cuerda que les dio a los militares que iban a Zarzuela a contarle que no se podía seguir así. Y eso que Carro era un franquista de tomo y lomo, pero no podía ver al rey ni en pintura.

No hemos estado porque siguen sin desclasificarse documentos que permitan investigar la trama civil, asunto clave para saber lo que pasó. Solo se ha permitido conocer las conversaciones de Tejero con García Carrés, personaje de comic y un ultra que lo fiaba todo al éxito del golpe. Pero García Carrés no es la verdadera trama civil. Cuarenta años después seguimos tan ayunos de información como en 1981. Una democracia sana tiene el derecho a conocer sus miserias.

¿Para qué diablos iba ir el PNV a celebrar una asonada que busca blanquear al rey emérito y sigue sin investigarse y cuyos efectos siguen influyendo en nuestra vida diaria?

Y en tercer lugar no se quiere hablar de los efectos del golpe del 23F. El golpe que se llamaba “golpe de Timón”, nombre puesto por Tarradellas, tenía como misión no implantar una dictadura sino reconducir la situación autonómica y de seguridad. Tanto el rey, tras su incidente en Gernika, el 4 de febrero, como militares, tramas varias y partidos, consideraban que Adolfo Suarez había ido muy lejos en la negociación estatutaria, la devolución del Concierto Económico para Gipuzkoa y Bizkaia en 1980 y la acción constante de una ETA asesina que mató aquel año a una persona cada tres días. Un auténtico horror.

¿Qué vino después? La LOAPA (ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico). El estatuto de Gernika quedó precintado. Hoy es el día en el que no está completado siendo ley orgánica refrendada por la ciudadanía en referéndum.

Recuerdo como Xabier Arzalluz, presidente del EBB se entrevistó con Felipe González tras el golpe. Lógicamente hablaron del 23 F. Alfonso Guerra le había consultado al portavoz en el Congreso Marcos Vizcaya como vería el PNV un gobierno de concentración que quizás podía estar presidido por un militar. Arzalluz, incrédulo, le contestó. ¿Y por qué no por un obispo? Pues bien, tras el golpe y sus motivaciones en aquella reunión Arzalluz le preguntó si los rumores que había según los cuales Martin Retortillo trabajaba en un proyecto de ley para reconducir la situación autonómica se iba a cumplir. González se lo negó. A los cuatro meses de aquella reunión se aprobó la Loapa que el PNV llevó al Constitucional y algunos artículos se limaron, pero quedó intacto el espíritu de aquella reconducción. La prueba es que el estatuto sigue sin cumplir. Eso también fue el 23 F.

¿Para qué diablos iba ir el PNV a celebrar una asonada que busca blanquear al rey emérito y sigue sin investigarse y cuyos efectos siguen influyendo en nuestra vida diaria?

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