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El poder de Conchita
Lo confieso. No se me había ocurrido pensar que el festival de Eurovisión pudiera actuar como revulsivo ante prejuicios ni erigirse en bandera de nada relacionado con derechos humanos indiscutibles. Y resulta que eso ha pasado. Reconozco por tanto mi error y celebro que lo que yo tenía por una antigüalla de exigible desaparición (además de algo cara para cualquier economía endeble) se haya transformado en un aldabonazo para el progreso de la tolerancia. Ha sido gracias a Thomas Newirth o, lo que es lo mismo, a Conchita Wurst. Esto es, gracias a quien algunos denominan cariñosamente como “la mujer barbuda”.
Ha sido ahora cuando hemos podido conocer que la elección de la representante de Austria en el festival no fue un asunto pacífico. Y no tanto porque fuera mejor o peor en su oficio – el de cantar-, ni porque la canción respondiera a una u otra tendencia musical ni porque entraran en juego legítimas rivalidades entre aspirantes… No. Todo el problema era que los grupos de extrema derecha –cada vez más florecientes en Austria- se movilizaron contra la posibilidad de que una 'drag queen' representara a su país. Hemos sabido ahora que hasta hicieron campaña activa en su contra y que presionaron a la televisión encargada de seleccionar a la cantante.
Así hay que entender su triunfo haya tenido un objetivo muy claro para la propia Conchita Wurst. “La victoria no fue para mí, sino para las personas que creen en un futuro sin discriminación y exclusiones”, ha dicho con un sentido proverbial de la tarea pendiente. Porque conviene que, por todos los medios posibles y con todas las voces a coro, se multiplique la batalla contra la homofobia.
Y no parece esta una estimación gratuita si tenemos en cuenta que las agresiones homófobas son el principal delito de odio que se denuncia en España. Lo ha confirmado un informe elaborado por el Ministerio de Interior que analiza por primera vez el alcance de esos delitos que se ejecutan contra una persona por su pertenencia a una etnia, raza, religión o practica religiosa, discapacidad y orientación o identidad sexual.
En el se revela que precisamente las agresiones por la orientación y la identidad sexual fueron las mayoritarias en el año 2013 (primero que se estudia). Alcanzaron las 452 de un total de 1.172. Por delante de las agresiones de motivaciones racistas (381) y de las que sufrieron los discapacitados (290).
Pero, además, la Agencia Europea de Derechos Fundamentales ha advertido de que entre el 60 y el 90 % de las victimas de los delitos motivados por sentimientos de odio no denuncian su caso ante ninguna organización, ni a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado ni a las ONG. Es una actitud fruto del convencimiento de que “nada vaya a cambiar” y porque las agresiones suceden con tanta frecuencia, “que piensan que de nada sirve denunciar”.
En esas estamos cuando llega Eurovisión 2014 y su especial ganadora. “Conchita nació a causa de la intolerancia que sufrió Tom cuando era un joven adolescente”, ha escrito Thomas Newrith en una breve biografía sobre su personaje. Él ha explicado que creó una mujer con barba como “catalizador para la discusión sobre términos como 'otros' o 'normales'”. De momento, ha conseguido atraer la atención y el debate. Ojalá logre también que se dé un paso adelante a favor de la tolerancia y que triunfe su propósito de conseguir que todos miremos siempre al ser humano que puede estar tras una barba, una melena, unos labios pintados o una peculiar indumentaria.
Lo confieso. No se me había ocurrido pensar que el festival de Eurovisión pudiera actuar como revulsivo ante prejuicios ni erigirse en bandera de nada relacionado con derechos humanos indiscutibles. Y resulta que eso ha pasado. Reconozco por tanto mi error y celebro que lo que yo tenía por una antigüalla de exigible desaparición (además de algo cara para cualquier economía endeble) se haya transformado en un aldabonazo para el progreso de la tolerancia. Ha sido gracias a Thomas Newirth o, lo que es lo mismo, a Conchita Wurst. Esto es, gracias a quien algunos denominan cariñosamente como “la mujer barbuda”.
Ha sido ahora cuando hemos podido conocer que la elección de la representante de Austria en el festival no fue un asunto pacífico. Y no tanto porque fuera mejor o peor en su oficio – el de cantar-, ni porque la canción respondiera a una u otra tendencia musical ni porque entraran en juego legítimas rivalidades entre aspirantes… No. Todo el problema era que los grupos de extrema derecha –cada vez más florecientes en Austria- se movilizaron contra la posibilidad de que una 'drag queen' representara a su país. Hemos sabido ahora que hasta hicieron campaña activa en su contra y que presionaron a la televisión encargada de seleccionar a la cantante.