Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Unos presupuestos socialistas, puros y duros
Hay dos formas de contemplar la sociedad, de entablar una comunicación íntima y personal con los ciudadanos y ciudadanas de este Estado Social y Democrático de Derecho. Una es vivir enganchado a la realidad, a la de mirar hacia abajo, reconociendo la vulnerabilidad, la existencia de desigualdades, la falta de oportunidades forzosa, la exclusión social y laboral, tiene que ver con empatía, dignidad y adecuación. Igualdad de oportunidades, construir una sociedad igualitariamente libre. Lo que alguien desde la derecha ideológica calificó hace poco como buenismo. Un diputado nacional del Partido Popular afirmó en una de las comparecencias recientes de la Comisión de Justicia: “son unos presupuestos generales del estado socialistas, puros y duros”. No sé si su señoría buscaba mostrarse irrespetuoso, si pretendía encontrar en el proyecto de presupuestos del gobierno progresista del presidente Pedro Sánchez la espada Excalibur del más abyecto egoísmo conservador. Lo cierto es que en efecto, los presupuestos generales del Estado de 2022 son socialistas, progresistas, de izquierdas, y lo son con el orgullo de quien forma parte de este proyecto que da luz y brillo a un Estado Social y Democrático de Derecho, amparado por valores constitucionales. No hay buenismo, lo que hay es justicia social y ansias de que España avance sin dejar a nadie atrás, con sostenibilidad y preparando mediante una recuperación justa, con estímulos transformadores, cohesionando territorios, amparando la resiliencia y desde luego, poniendo el foco en esa tan bella y rica expresión que un día bautizara Adriana Lastra con el calificativo igualitariamente libres.
La otra forma de mirar pero no ver es la de la derecha de este país, en su totalidad como una enmienda, la de presupuestar y no ejecutar, la del negacionismo abrasivo, la de mirar el dedo pero no la luna, la del engarce con parecer y no ser, o ni siquiera parecer, la de hablar pero no hacer. Ruido y paseos por Europa poniendo a España en una realidad que no existe, catástrofe y mil vueltas a la rotonda, sin exhibir raciocinio y sí simples ansias de poder.
Muchos de los diputados y diputadas críticos con la propuesta presupuestaria ni siquiera atinan con la realidad, quedando al descubierto un paradigma tergiversador innato y por desgracia para ellos, también irrelevante
Hace pocas horas me preguntaba con respeto un riojano sobre mi impresión personal acerca de estos presupuestos y su desarrollo. Estaba el hombre inquieto por las habituales y según él contagiosas expresiones que desde próceres del Partido Popular y de Vox, acostumbraban a salir a la luz. Todo va mal, todo es negativo, España está en quiebra, me decía con gesto de preocupación. Palabras gruesas, le dije, siempre con la hipérbole y la exageración la derecha y la extrema derecha pretenden ganar adeptos, sembrando miedo y a veces odio, maquillando un acelerado populismo con pinturas de guerra presuntamente patriótica. Ellos solo aman a España los domingos en misa y el resto del tiempo vistiendo su identidad con banderas rojigualdas, intentando apropiarse así de un símbolo común de todos los españoles. Son estos los presupuestos con el enfoque social más amplio de la historia, no buscan complacer, buscan sanar, no buscan contentar a unos pocos, buscan garantías, dar prolongación y cumplimiento a los derechos sociales, los mismos con los que la derecha de este país no parece estar de acuerdo más que cuando suena la campana a tentenublo y a veces ni eso. Sigue siendo un deber del Estado proveer a la ciudadanía, a toda la ciudadanía, de los medios eficaces y efectivos para no solo una recuperación justa tras la pandemia y sus consecuencias. Pero también armar políticas solventes que contribuyan a sentar las bases para que los principios constitucionales tengan un cumplimiento puntual. Que se respeten como norma básica de convivencia. Estos presupuestos ponen rumbo a ello.
Por desgracia, tras un paso por algunas de las comparecencias de esta semana, he escuchado argumentaciones contrarias, la mayoría de ellas más en condición de sibilino desprecio irracional que de claridad de ideas. Muchos de los diputados y diputadas críticos con la propuesta presupuestaria ni siquiera atinan con la realidad, quedando al descubierto un paradigma tergiversador innato y por desgracia para ellos, también irrelevante. Me duele decir y en eso soy generoso, que pese a ser un firme defensor del debate y de uso de la palabra, las acusaciones en clave saqueo al ciudadano, presupuestar no ejecutar, presupuestos no bendecidos por las instituciones, son una especie de boomerang australiano que el partido que hace unos años gobernó este país lanza y recibe en la frente, con un golpe afinado y puntero, ya que el efecto espejo, acusar al actual gobierno de España de los ya demostrados con creces, defectos propios, es infantil y canta tanto como un jilguero en verano.
Presupuestos expansivos, inclusión de fondos europeos, coberturas, inversión y unas cuentas con un decidido impulso territorial. A la derecha parece que no le gusta, que incluso le molesta. Impulso económico y transformación digital, descarbonización y sostenibilidad, igualdad y cohesión. Reducción del déficit, estabilidad presupuestaria, digitalización, transición verde, igualdad, cohesión social y territorial. Mayor gasto en becas, pensiones, dependencia y servicios sociales de la historia. Pero a la derecha y a sus socios de la catástrofe crónica, no les gusta, les molesta.
Empezamos desde el grupo parlamentario socialista a acostumbrarnos a ese delirante ejercicio de irresponsabilidad. A la bronca perpetua, al intento siempre incapaz de desacreditar a un gobierno que ha decidido desde el primer minuto, tras unas elecciones en las que el pueblo español decidió, mal que les pese a quienes no parecen admitir una expresión electoral libre, avanzar, lograr que España avance. No entienden cuál debe ser el rol de una oposición responsable, pero aún parece que no se han enterado. Poner palos en la rueda, esa es su misión. Sin importarles los españoles y las españolas, sin reparar en los medios utilizables porque el fin es criticar por criticar.
Me despedí del buen hombre riojano con una amplia sonrisa de admiración personal, un hombre de los de callos en las manos de tanto trabajar toda la vida, un hombre sereno y respetuoso, no conoce la acritud y el odio, tampoco la exageración gratuita. Un hombre curtido, que para mi propia satisfacción, y tras haberme dado la palabra, me respondió escueto: “Pues ahora ya me cuadran muchas cosas” y añadió después con mezcla de sorna y desparpajo: “Estos de la derecha tienen más cascabeles que las mulas de Ramitos, mucho ruido y nueces ni media”.
Hay dos formas de contemplar la sociedad, de entablar una comunicación íntima y personal con los ciudadanos y ciudadanas de este Estado Social y Democrático de Derecho. Una es vivir enganchado a la realidad, a la de mirar hacia abajo, reconociendo la vulnerabilidad, la existencia de desigualdades, la falta de oportunidades forzosa, la exclusión social y laboral, tiene que ver con empatía, dignidad y adecuación. Igualdad de oportunidades, construir una sociedad igualitariamente libre. Lo que alguien desde la derecha ideológica calificó hace poco como buenismo. Un diputado nacional del Partido Popular afirmó en una de las comparecencias recientes de la Comisión de Justicia: “son unos presupuestos generales del estado socialistas, puros y duros”. No sé si su señoría buscaba mostrarse irrespetuoso, si pretendía encontrar en el proyecto de presupuestos del gobierno progresista del presidente Pedro Sánchez la espada Excalibur del más abyecto egoísmo conservador. Lo cierto es que en efecto, los presupuestos generales del Estado de 2022 son socialistas, progresistas, de izquierdas, y lo son con el orgullo de quien forma parte de este proyecto que da luz y brillo a un Estado Social y Democrático de Derecho, amparado por valores constitucionales. No hay buenismo, lo que hay es justicia social y ansias de que España avance sin dejar a nadie atrás, con sostenibilidad y preparando mediante una recuperación justa, con estímulos transformadores, cohesionando territorios, amparando la resiliencia y desde luego, poniendo el foco en esa tan bella y rica expresión que un día bautizara Adriana Lastra con el calificativo igualitariamente libres.
La otra forma de mirar pero no ver es la de la derecha de este país, en su totalidad como una enmienda, la de presupuestar y no ejecutar, la del negacionismo abrasivo, la de mirar el dedo pero no la luna, la del engarce con parecer y no ser, o ni siquiera parecer, la de hablar pero no hacer. Ruido y paseos por Europa poniendo a España en una realidad que no existe, catástrofe y mil vueltas a la rotonda, sin exhibir raciocinio y sí simples ansias de poder.