Blogs Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
Sánchez rearma la mayoría de Gobierno el día que Feijóo pide una moción de censura
Miguel esprinta para reabrir su inmobiliaria en Catarroja, Nacho cierra su panadería
Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Cuando los salarios de esclavo no libran de la pobreza

Algo muy grave falla en el sistema cuando un joven desahuciado del que un día fue su hogar familiar, con una minusvalía del 75% y arrastrando un cáncer cervical, termina durmiendo en una tienda de campaña en una explanada de Bilbao con su perra y su pena por única compañía. Y, a pesar de todo, sigue buscando trabajo.

Algo muy indignante está pasando en esta sociedad de sálvese quien pueda cuando un hombre cercano a los 40 años, que mira y ríe como solo lo hacen los supervivientes de cientos de luchas y derrotas, tiene que demostrar a Javier Maroto, el alcalde de Vitoria empeñado en estigmatizar a marroquíes y argelinos, que él no llegó a Euskadi a vivir del cuento, sino a trabajar.

Son solo dos casos reales elegidos al azar entre esos que se encuentran en cada esquina. Únicamente dos historias en las que la pobreza ha hincado sus dientes desgarrando la vida. Dos, entre miles de seres humanos abandonados al desamparo. El pasado 17 de octubre fue el día internacional para la erradicación de la pobreza. Una llamada de atención que pretende sensibilizar a quien puede resolverlo. Pero, ellos, los dueños del dinero están demasiado ocupados gastando lo suyo y lo de los demás, así como elucubrando para seguir recortando y lanzando a más seres humanos al infierno.

En España una de cada tres personas está en situación de pobreza y exclusión social. En 740 mil hogares no entra ningún tipo de ingreso. Y hay 5,6 millones de desempleados con identidad propia y un botín de desesperación a su espalda. Entre los menores de 30 años, la tasa de paro es del 40% y su esperanza la cuerda de un funámbulo.

Pero si la falta de trabajo y ayudas sociales puede conducir a esa esquina donde campea a sus anchas la pobreza, el tener un trabajo y percibir un sueldo no garantiza la huida de la maldición. Por el contrario, el vergonzante salario mínimo de 650 euros que el 33% de los asalariados españoles percibe mensualmente propicia la tasa de pobreza.

Claro que si el trabajador no supera los 24 años, puede convertirse en un esclavo moderno por algo más de 400 euros al mes. Y en todos los casos, dando gracias por la buena suerte; no vaya a ser que caigas en desgracia y te quedes sin tu espléndido curro y llegue el político de turno a llamarte vago.

Así las cosas, entre la crisis y lo que es aún peor, las políticas de recortes laborales que han convertido al tradicional sistema capitalista en na especie de redentor, España ocupa el tercer puesto en el pódium de países europeos con más trabajadores pobres: un 12,3% de los asalariados lo son. En el segundo puesto se sitúa Grecia, con 15,1% y el primero es Rumanía, con un 19,5%, según datos del último informe de la Fundación Primero de Mayo, vinculada a Comisiones Obreras, y que acaba de publicarse.

El estudio recoge detalladamente el devenir de la pobreza en España y se puede concluir que los pobres son cada vez más pobres y que desde el estallido de la crisis ha habido cada vez más personas que padecen pobreza o exclusión social: del 24,7% en 2009 subió al 27,3% en 2013.

Recortes, desempleo, salarios cada vez más bajos, esclavitud como nueva forma de relación laboral y un largo y tortuoso camino que amenaza con desembocar en la nada. Ya lo sospechábamos y hace tiempo que lo sabemos: el empobrecimiento está unido a las políticas de austeridad, centradas en el pago de la deuda y no en las necesidades de las personas.

Lo que me extraña es que el alcalde de Vitoria, Javier Maroto, y su partido el PP, no hayan aludido todavía a los autóctonos como esos que no necesitan venir a Euskadi porque han nacido aquí. Esos vascos (el Gobierno del PP podría extrapolar la idea y trasladarla al resto de comunidades) que no quieren trabajar y solo buscan las ayudas sociales. Tal y como está el panorama: entre la destrucción de empleo en jóvenes y mayores; los salarios tipo paga de fin de semana, la esclavitud laboral, y el coste de la vida –solo el gasto de luz y gas ha subido un 30% desde 2006 y representa el 7,2% del gasto familiar-, lo que resulta extraño es que los desempleados sigan empeñados en buscar trabajo y los explotados en mantener su dignidad y trabajar como si dispusieran de una tarjeta opaca que les permite gastar sin miramiento a costa de otros.

Los señores del dinero se aferran sin conciencia a la riqueza y beben champán y güisqui mientras el resto sufre amaneceres de duelo.

Algo muy grave falla en el sistema cuando un joven desahuciado del que un día fue su hogar familiar, con una minusvalía del 75% y arrastrando un cáncer cervical, termina durmiendo en una tienda de campaña en una explanada de Bilbao con su perra y su pena por única compañía. Y, a pesar de todo, sigue buscando trabajo.

Algo muy indignante está pasando en esta sociedad de sálvese quien pueda cuando un hombre cercano a los 40 años, que mira y ríe como solo lo hacen los supervivientes de cientos de luchas y derrotas, tiene que demostrar a Javier Maroto, el alcalde de Vitoria empeñado en estigmatizar a marroquíes y argelinos, que él no llegó a Euskadi a vivir del cuento, sino a trabajar.