Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
El 'tarifazo', un reto para el PSOE
Asistimos a una degradación en cascada de la situación de millones de personas a lo largo y ancho de España; paro superior al 25%, paro juvenil superior al 50%, reducción de la población activa en un contexto de envejecimiento, vuelta de inmigrantes a su país de origen, salida de jóvenes muy bien preparados al extranjero, empobrecimiento generalizado…
Es el desamparo la situación en la que deja este estado a sus ciudadanos y aunque en algunas ciudades no se vea con tanta crudeza como en las grandes ciudades es evidente que la situación de penuria está obligando a millones de personas a alimentarse de la basura con los riesgos que eso comporta. Este desamparo total ha generalizado la extensión en torno a la iglesia de unos mecanismos para paliar una situación que puede –debe, si no cambia- acabar en el conflicto, estallido social; la caridad y la solidaridad alivian la situación inmediata de estas personas y, sobre todo, nuestras malas conciencias. Así se institucionaliza la recogida y distribución a través de los llamados 'bancos' alimentos; una labor necesaria, pero que corre el riesgo de que acabe formando parte de nuestro paisaje urbano como lo fueron las colas de indigentes a las puertas de determinadas instituciones durante la posguerra.
A pesar de las fechas navideñas, donde se suele producir una suerte de idiotización generalizada de las conciencias, la realidad está ahí: los desahucios continúan, el paro sigue, la pobreza extiende sus garras… y en este contexto, las eléctricas se ciscan en todos – también en los gobiernos - y anuncian para enero una disparatada subida que ha puesto en evidencia todo el injusto e injustificable sistema eléctrico. Un oligopolio que constituye uno de los poderes fácticos junto con la banca financiera, de la que son accionistas, que pone en jaque a los gobiernos.
Si tras el 23 F del 81 el poder político fue capaz de poner en su sitio, a un ejército golpista como el español es de esperar que tras este intento de golpe eléctrico – el tarifazo- que se ha pretendido dar por parte de las eléctricas, los poderes políticos y, por lo menos la izquierda, sea capaz de poner en su sitio a las eléctricas.
Esto pasa, de entrada, por poner en cuestión todo lo que se viene haciendo en esta materia; porque aquí no se ha producido la 'necesaria liberalización' que iba a producir un mayor grado de competencia y por ende un abaratamiento del precio. Todo lo contrario. Bajo el señuelo de una virtuosa liberalización capitalista hemos blindado una oligopolización del sector que ha dado lugar a doblar en una década el precio de la luz; lo han hecho sin escrúpulos ante la situación de empobrecimiento de la población. Los ciudadanos y los gobiernos en manos de las eléctricas.
Nadie puede entender que se pretenda hacer un negocio de estas dimensiones con un bien tan básico como la luz, la electricidad; por eso no se debe descartar nada, ni siquiera la nacionalización de todo o parte del sector. Ya sé que hablar a estas alturas en estos términos es correr el riesgo de una descalificación inmediata pero este sistema de auténtico 'capitalismo salvaje' – con controles que no son tales como se acaba de demostrar- es que el mismo que ha “nacionalizado” las pérdidas de los bancos detrayendo 41.000 millones para la banca privada corrupta.
Se nos dice que no se puede nacionalizar la banca pero sí sus pérdidas, sus corruptelas, los desvíos de fondos, los engaños a sus clientes como las preferentes…etc. No olvidemos que ha sido la banca la que además de este rescate ha condicionado la pérdida de otros derechos en sanidad, educación, pensiones etc… Por qué no dejar un principio previo antes de empezar a hablar: el déficit tarifario ni se paga, ni se va a pagar. Se acabó el cuento de la deuda tarifaria: una quita y punto. Esta decisión a costa de los ingentes beneficios obtenidos. A partir de ahí empezar a diseñar una nueva situación similar a la de otro bien básico. Si el agua se gestiona desde el ámbito local con tasas sociales, la electricidad por qué no. Para liberalizar el sector qué mejor que distribuirlo territorial y localmente tanto en su generación como en su distribución.. Se trata de que nadie se quede sin lo básico: luz, agua, se trata, en definitiva, de que la política sirva para que los ciudadanos vivan mejor no para que los nuevos poderes fácticos actúen sin control guiados por su enriquecimiento insolidario y sin medida. Alguien le tiene que poner freno a esto; el PP no lo va a hacer. ¿Está dispuesto el PSOE a poner en su sitio a las eléctricas? Lo debe hacer aunque algún jarrón chino se rompa o pierda su privilegiada ubicación.
Asistimos a una degradación en cascada de la situación de millones de personas a lo largo y ancho de España; paro superior al 25%, paro juvenil superior al 50%, reducción de la población activa en un contexto de envejecimiento, vuelta de inmigrantes a su país de origen, salida de jóvenes muy bien preparados al extranjero, empobrecimiento generalizado…
Es el desamparo la situación en la que deja este estado a sus ciudadanos y aunque en algunas ciudades no se vea con tanta crudeza como en las grandes ciudades es evidente que la situación de penuria está obligando a millones de personas a alimentarse de la basura con los riesgos que eso comporta. Este desamparo total ha generalizado la extensión en torno a la iglesia de unos mecanismos para paliar una situación que puede –debe, si no cambia- acabar en el conflicto, estallido social; la caridad y la solidaridad alivian la situación inmediata de estas personas y, sobre todo, nuestras malas conciencias. Así se institucionaliza la recogida y distribución a través de los llamados 'bancos' alimentos; una labor necesaria, pero que corre el riesgo de que acabe formando parte de nuestro paisaje urbano como lo fueron las colas de indigentes a las puertas de determinadas instituciones durante la posguerra.