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Tierra y territorio: significados diversos

Jesús González Pazos

Mugarik Gabe —

- “Han elegido ustedes el peor modo para recuperar su tierra: de esta manera, no la podrán dividir, ni vender, ni enajenar, ni dejar en herencia”.

- “Señora, justo es eso lo que queremos”.

Este breve diálogo se produjo recientemente entre una representante del gobierno de Guatemala y una delegación de comunidades ixiles (mayas) de ese país, en el marco de la lucha que éstas últimas mantienen por la recuperación de sus tierras.

En el contexto del conflicto armado de las décadas de los años 70 y 80 del siglo pasado, cuando se practicó por parte del ejército guatemalteco el conocido como genocidio contra el pueblo maya mediante la política de tierra arrasada, también y sobre todo, se les trató de robar el territorio. Eran tiempos en los que ya se adivinaban importantes riquezas en recursos naturales y otros negocios posibles en esas tierras. La mecánica prácticamente siempre fue la misma: genocidio y robo mediante la expulsión de los supervivientes, siendo sus tierras privatizadas y repartidas entre la oligarquía, afín al régimen dictatorial, y los altos mandos del ejército.

Hoy en día, después de más de 30 años, la lucha por la defensa y recuperación del territorio continúa viva en muchos de estos casos. En muchos casos hoy las comunidades luchan frente a las transnacionales que pretenden, una vez más, aprovecharse de sus tierras y de sus recursos para aumentar su cuenta de beneficios. Por contra, en el caso que ilustra el diálogo inicial, las comunidades exigen que su tierra les sea restituida, pero no de manera individual, ni en lotes familiares, sino de modo colectivo, que vuelva a las comunidades.

Podemos imaginar por un momento la seguridad en la voz de la funcionaria del gobierno guatemalteco al pronunciar su frase, desde el convencimiento personal de que, una vez más, daba una lección sobre cómo han de hacerse las cosas y cómo deben de funcionar. Esto, partiendo evidentemente de sus principios ideológicos que entiende como incontestables e intrínsecos a las sociedades humanas el concepto de la propiedad privada. Pero, también podemos suponer la perplejidad en la cara de esta misma persona al escuchar la respuesta de la delegación comunitaria. Y, posiblemente, esa misma perplejidad, y un sistema de pensamiento profundamente interiorizado y enraizado en el capitalismo, la llevarían en primera instancia no a despreciar la respuesta, sino simplemente a no entenderla. ¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI haya personas, haya pueblos, que quieren recuperar su tierra, pero de forma colectiva y no individual, que no quieran venderla y lucrarse con el negocio que esto supone?.

Y sin embargo, es precisamente ese corto diálogo inicial, en el marco y contexto en que se produjo, en el de la lucha por el territorio, el que encierra en su brevedad la esencia de dos sistemas ideológicos opuestos, antagónicos y hoy todavía en enfrentamiento directo. De ahí su importancia y la necesidad y oportunidad de rescatarlo y traerlo a este texto.

Por esos mismos días, en el otro extremo del mismo continente americano, un reconocido historiador y escritor chileno, argumentaba en una entrevista en la CNN, con absoluta tranquilidad y convencido de su autoridad intelectual, respecto a la condición de los mapuches y sus derechos sobre sus territorios. Subrayaba, mediante comentarios claramente racistas, que “vivían relajadamente y entregados al alcohol”, una justificación para el incumplimiento por el estado chileno de los múltiples tratados alcanzados con los mapuches y la consiguiente conquista de su territorio en el siglo XIX. Se apoyaba en documentación oficial y de cronistas para establecer que “tenían un vasto espacio que no lo utilizaban para nada... (y por lo tanto) ...no podía seguir ese desperdicio”.

El susodicho historiador basaba en esos criterios el hecho de cuestionar abiertamente que los mapuches tengan hoy derechos sobre el territorio que reivindican como propio. Tierra que en gran parte está ocupada por empresas madereras, hidroeléctricas, terratenientes, etc., no reconociendo el actual estado chileno a los mapuches como sus legítimos dueños.

Los casos mencionados ilustran a la perfección las bases ideológicas, los criterios y visiones que hoy siguen dominando sobre los territorios y los pueblos indígenas: o están desperdiciados, por no ser explotados económicamente, o se les pretende mantener bajo un régimen colectivo que enfrenta a la propiedad privada individual de los mismos, base política del sistema económico dominante. Tanto una como otra visión, la de “desperdicio” o la de la propiedad colectiva, suponen una afrenta al sistema ideológico dominador, por lo que éste sigue fijando la necesidad de acabar con ellas.

Pero además, hay un tercer concepto sobre la tierra y el territorio de parte de los pueblos indígenas que es posiblemente el que el sistema ve como más amenazante para sí mismo y necesario de extirpar. Dicho planteamiento establece que de la tierra debe tomarse únicamente lo que se necesita para vivir y no desarrollar un proceso continuo de explotación y acumulación para la obtención del máximo de beneficios económicos. Sobre todo porque éstos últimos siempre serán a costa de esta tierra finita y cuando se alcance y sobrepase su capacidad de sostenibilidad sufriremos las consecuencias del agotamiento de los recursos ya sean alimentarios, energéticos, etc. Precisamente, muchas teorías hoy sostienen que el cambio climático que ya vivimos, con los consiguientes desastres “naturales” entre otros efectos, no son sino la consecuencia directa de haber sobrepasado esa capacidad.

Todo este sustrato acumulado de pensamiento dominante, cargado de estereotipos y desprecios hacia esas otras opciones políticas y sociales de vida, y de organización autónoma de ésta, que además el sistema dominante percibe como amenazas a su dominio absoluto, es la base de justificación para las continuas y reiteradas violaciones de los derechos a la tierra y al territorio de estos pueblos. Y dichos derechos son los más importantes, esenciales para la vida, pues son la base de la identidad de estos pueblos. Sin embargo, se irrespetan continuamente y a partir de los mismos, se articula otra serie de violaciones de derechos, como es a la vida digna, a la educación y salud propia, a definir sus propios modelos de vida más allá de los dominantes, a la autodeterminación… Y todo esto a pesar de haber sido reconocidos en los instrumentos internacionales de derechos humanos como el Convenio 169 de la Organización Internacional del trabajo o en la Declaración Universal de Derechos de los Pueblos Indígenas de las Naciones Unidas. Y a pesar de ello, como decimos, una vez más reiteradamente violados por gobiernos y transnacionales mientras la comunidad internacional sigue mirando hacia otro lado.

Ayer fue la conquista y la colonización y su justificación en base a llevar la civilización, religión incluida, a los salvajes; hoy nuevamente es la invasión de los territorios en base al progreso y el desarrollo, pero de la mano de las transnacionales con la aquiescencia de los gobiernos de allá y de aquí. Todo ello sin ni siquiera plantearse la posibilidad de la riqueza que existe en la diversidad de entender la tierra y el territorio al servicio de las mayorías y no únicamente para la obtención de beneficios económicos para una minoría. Porque el objetivo y acción que impera es la extensión apabullante del pensamiento dominante que solo concibe a ésta para ser explotada y dominada, sin consideración a la posibilidad de que la tierra también tenga sus derechos y que el respeto de éstos sería altamente beneficioso para el presente y futuro del ser humano.

Nuevamente, se trata de someter la diversidad como elemento distintivo y de derecho de las sociedades humanas. Nuevamente se trata de imponer el despojo de la tierra y del territorio de sus legítimos poseedores, aquellos y aquellas que además históricamente la cuidaron. Una vez más este sistema, hoy neoliberal en lo político y en lo económico, trata de aplastar otras visiones, otros principios ideológicos sobre la tierra y el territorio.

Jesús González Pazos es miembro de Mugarik Gabe

- “Han elegido ustedes el peor modo para recuperar su tierra: de esta manera, no la podrán dividir, ni vender, ni enajenar, ni dejar en herencia”.

- “Señora, justo es eso lo que queremos”.